Ojos Verdes, Lengua de Serpiente 🐈‍⬛ | RELATO

(Escrito por Augusto Andra en el año 2015)

Dos vidas destinadas a encontrarse en un camino de desdichas y acontecimientos enigmáticos.  Tadeo es un universitario acabado de mudarse a su propio apartamento, pero recientemente cosas extrañas comienzan a pasar a su alrededor desde que se topó con aquel extraño gato negro con ojos verdes y lengua de serpiente. Gamma es una chica de secundaria con el objetivo de perder su virginidad, pero eventos paranormales la acosan desde que conoció al nuevo profesor de inglés, un sujeto extraño con ojos verdes y lengua de serpiente. ¿Qué relación tienen estos extraños seres? ¿Cuál será el futuro de Tadeo y Gamma?

ÍNDICE

Capítulo 01

Diario de Tadeo Dávila

Un mes antes del suceso

 

Sin abrir los ojos me despierto todas las mañanas, dejo que suene un poco la alarma despertadora de mi teléfono celular, me gusta mucho esa canción de Paul Gillman titulada «Dr. Knoche», ―aunque pensándolo bien―, voy a terminar odiándola cada vez que suene para despertarme.

Al sonar más de un minuto de música abro los ojos como si dos anzuelos los jalaran, suelo ser rápido en mis operaciones matutinas. Apago la alarma estirando el brazo hacia mi escritorio, cual resorte salto de la cama apretando el botón de la unidad de aire acondicionado para apagarla, luego de darle la vuelta a la cama caminando, enciendo la computadora y me dirijo al baño, ―después de tomar mi teléfono claro―.

Ahora que finalmente vivo solo, siento un gigantesco alivio y un peso de pluma en responsabilidades ridículas, ―no sé si me explico bien―, pero expondré mi contexto actual. Odiaba vivir con mis padres; tareas, tareas, tareas y más tareas o queseares en el hogar que no me dejaban vivir; sacar la basura, limpiar la casa, regar las plantas, llenar las jarras de agua de la nevera cuando se vaciaban… ¡Ah! Y también las cubetas de hielo… En pocas palabras era su señora de servicio personal.

No es que sea un flojo mal educado ni algo parecido, en realidad no me molestaba mucho hacer algunas cosas, mi problema era la forma cómo lo pedían, nunca decían: «Por favor» ni daban las gracias, ―y vamos a estar claros en una cosa―, aunque no te guste hacer algo o decir alguna cuestión, siempre es bueno recibir un reconocimiento, por más tonto y pequeño que sea.

Lo que más me irritaba de vivir en aquella casa era mi hermana, esa maldita odiosa inútil y consentida, jamás en toda mi vida la vi mover un dedo ayudando en el hogar. ¡Todo era por mi propio esfuerzo! Claro, soy un obsesivo con la limpieza y por lo tanto mí yo interior no podía permitirme dejar las cosas digamos… “sin terminar”.

Hace ya alrededor de dos meses que tomé mis cosas y me fui de esa casa, dibujé una sonrisa de satisfacción con la cara que pusieron mis padres cuando me vieron empacar todo. Incluso mi hermana se enojó, ―a pesar de ser la princesa de la casa―, estoy seguro que ella quiere irse tanto como lo hice yo.

En fin, ahora vivo en un pequeño apartamento rentado donde hago lo que me plazca. Como dije antes soy un obsesivo con la limpieza, hago exactamente todo lo que mis padres me pedían que hiciera en la antigua casa, pero con un pequeñísimo gran detalle: ¡Lo hago cuando me da la gana! Y yo mismo me recompenso.

Volviendo a la actualidad, siempre entro al baño en bóxer, coloco música con mi teléfono entre tanto hago mis necesidades; cepillo mis dientes y tomo un baño, ―de vez en cuando toca afeitarme―, lo hago una vez a la semana soy de esos idiotas que… Mejor lo explico de otra forma, hay dos tipos de hombres: a los que les crece barba en toda la cara y pueden afeitarse, darles forma y todas esas estupideces… y a los idiotas como yo, nos salen pelos irregulares sin forma por todo el rostro. Si me dejara crecer “la barba” parecería un pordiosero con cabello facial disparejo, ―por lo tanto―, me es estrictamente necesario afeitarme, al final de cuentas soy un hombre de 20 años, necesito verme bien para conocer a alguna chica, y ahora más que nunca que tengo toda la privacidad que siempre quise.

Al secarme el agua después de la ducha sigo cantando las canciones que suenan en mi teléfono. Me quedo mirando mi reflejo en el espejo, ―tengo el cabello muy largo―, de no ser por mi cuerpo masculino, ese que me mato entrenando todos los días en el gimnasio, parecería una chica sin senos. Tengo que sacar tiempo en mi rutina para cortarme el cabello.

Sigo mi monótona y repetitiva causal, ahora coloco música en mi computadora, tengo que ahorrar la batería del teléfono, termino de vestirme y acomodar el morral con utensilios que necesito para la universidad. Estoy estudiando leyes, ―planeo ser un abogado hijo de puta―, esos que hacen todo de la manera más correcta posible y hacen quedar mal a los corruptos desalmados como las mierdas que son, con una frase sobre mí en su mente que repetirán cada vez que se acuerden de mí: «Que hijo de puta».

La universidad es un paraíso para mí, recreo mi vista viendo a varias chicas, a veces soy tímido y no me acerco a hablarles, sobre todo a esas espectaculares modelos voluptuosas que siempre andan con sujetos adinerados en autos caros. No tengo oportunidad de competir con ellos, solo soy un chico que paga el alquiler de su apartamento con lo poco que haga, ―ni siquiera tengo auto―, camino desde el edificio hacia la universidad a paso lento.

Muchos me advierten que las calles son peligrosas a horas de la mañana… pero estemos claros, vivimos en Venezuela, aquí el peligro no tiene horario ni fecha en el calendario. Si algo malo va a ocurrirme tarde o temprano pasará, no le tengo miedo a un malandro adicto que quiera robarme. ¡Si quiere algo que se lo lleve! Prefiero darle mi teléfono a recibir un balazo haciéndome el valiente.

Tampoco hablo mucho con la gente, ―no tengo casi amigos―, no suelo confiar en nadie. Mi cara da miedo, tengo una característica sombra bajo los ojos que me hace lucir como un muerto, mi cabello negro y largo tampoco ayuda, además de que soy tan pálido como un vampiro, cualquiera que me viera diría que me quedan pocos días de vida, además de siempre vestir con ropa oscura.

No soy un gótico ni un emo con problemas de autoestima, simplemente me gustan las cosas oscuras y macabras, no significa que un día entraré a una secta y me encontrarán el día de mañana con un altar en la vieja casa de mis padres con sus cuerpos sacrificados. La gente suele exagerar he hiperbolizar los contextos de las cosas por las apariencias de las personas. En fin, me gusta el color negro.

Capítulo 02

Diario de Gamma Nava

Un mes antes del suceso

 

Cuando suena la alarma de mi teléfono nunca logro levantarme, ―soy una floja sin remedio―, me cubro con la almohada para no escuchar la canción a pesar que me gusta tanto. Suena «Baja» de la agrupación Guaco, ―me encanta esa canción―, pero la escucho tanto que creo que estoy comenzando a odiarla.

Ya lo dije, soy una perezosa. Confieso, tengo que colocar unas tres alarmas en mi teléfono para poder levantarme. ―Y para colmo―, mi televisor también se enciende a todo volumen. Al rato, mi madre entra para sacudirme y es cuando por fin logro pararme de la cama.

A veces creo que tengo poderes sobrenaturales, no sé cómo consigo caminar desde mi cuarto al baño sin abrir los ojos, también me cepillo los dientes y hago mis necesidades sin visión alguna

¿Ya mencioné que siempre coloco música mientras estoy en la ducha? Me encanta cantar cuando me baño, sé que no soy la mejor cantante, pero… está bien, soy pésima cantando, ―no tengo vocación para eso―, pero no me importa, cuando acabe de estudiar en bachillerato entraré a la universidad y estudiaré danzas. ¡Esa si es mi área! Quizá mi voz no es la adecuada para cantar, pero cuando se trata de bailar soy la diosa de las caderas danzantes, ―puedo bailar cualquier tipo de música―, mis piernas son como compases gruesos que van al ritmo de todo.

Estoy muy orgullosa de mi cuerpo, tal vez no tenga tanto senos como otras chicas que conozco, algunas bendecidas de manera natural y otras con prótesis pagadas por sus novios o padres. ¡Pero mi trasero es perfecto! Bailar tonifica mis músculos y mis piernas son dos divinas musas que pueden inspirar los deseos de cualquier hombre. Creo que exagero un poco, pero eso es lo bueno de vivir, amarte a ti misma es la clave de ser feliz, y yo estoy enamorada de mí.

Acostumbro a tomar un peine en la ducha y usarlo como micrófono, meneo mis caderas con cada canción, ―suelo emocionarme de más―, soy una tonta feliz de la vida, me confío demasiado y resbalo con el agua en suelo, trato de sostenerme de la cortina del baño, pero no fue tan fuerte para aguantar mi peso… Termino en el suelo mojada, con jabón todavía en el cuerpo y con un estúpido moretón en mi linda nalguita izquierda. Pero como dije; soy una tonta feliz, después del golpe no me queda más remedio que morir de risa.

Con mi toalla favorita seco mi cuerpo, me quedo viendo mi reflejo en el espejo, me digo a mí misma: «Soy un encanto». Pero noto que tengo el cabello muy largo, necesito cortármelo, ―me veo más sexy así―, mi pelo es muy liso, cuando bailo suele entrarme en los ojos, y eso me enoja como una tonta.

Antes de vestirme siempre miro mi trasero, me molesta ese moretón ahí, pero no tengo ningún novio que me mire desnuda y se preocupe por lo que ve. Me vuelvo loca por entrar a la universidad y dejar de usar ese uniforme unicolor ridículo del bachillerato, cuando logre vestirme como quiero, tendré una fila de hombres detrás de estas curvas, de eso no tengo duda.

Tengo que esperar a que mis hermanitas terminen de arreglarse para que mi padre nos lleve al colegio. Las trillizas son mis consentidas, ―siempre las cuido―, las extrañaré el día que tenga que mudarme y no hay duda que lo haré, he estado reuniendo dinero para mudarme e independizarme una vez que entre en la universidad.

Es un trayecto largo desde mi casa hacia el instituto, por suerte mi padre me deja colocar la música que quiero en el reproductor de audio en el auto, ―es más entretenido de esa manera―, aunque de vez en cuando a él le interesa escuchar las noticias; no me molesta, a final de cuentas vivo en este mundo, un país bello y complicado como lo es Venezuela, requiere de la atención necesaria, ―siempre pienso eso con una risa tonta…―. ¿Qué podría hacer yo para cambiar el país? Soy una gota más en el inmenso mar de personas en este complejo océano.

Por el momento no me preocupo mucho, solo quiero terminar mis estudios y conseguir un buen trabajo en el futuro. Tengo varias metas, pero la más cercana es algo pervertida… ―pensándolo bien no es así―, es una necesidad que demando, no quiero llegar a la universidad sin la experiencia de ser verdaderamente una mujer. Así es, ¡Soy virgen! No es que no haya tenido novios, ―he tenido un montón―, simplemente no he tenido suerte de encontrar el lugar y el momento adecuado para abrir mis piernas… Eso sí sonó pervertido.

Varias de mis amigas y yo estamos en las mismas condiciones, hicimos la apuesta de perder la virginidad antes de graduarnos, pero al decir verdad no encuentro un chico de mis gustos al que realmente quiera darle el gusto de satisfacerme. Quiero alguien maduro y seguro de sí mismo, que me mire a los ojos y me haga temblar las caderas como cuando escucho una canción movida]; alguien que al hablar no le importe nadie más que yo. Los chicos de mi edad están pendientes de lo mismo: fumar, beber, sexo y mujeres, la mayoría no les interesa un noviazgo bonito.

Si quieren conseguir algo conmigo deben tratarme como una princesa. ¿Soy egoísta? Pues no me importa… divagué un poco en el tema, no estaría mal tener un novio ahora, por ahora solo quiero perder mi virginidad y de la manera que yo quiero.

Tengo un primo que me ha estado insinuando cosas referentes, es muy guapo y no tendría problemas en tener sexo con él, ―solo lo haríamos por diversión―, o por lo menos solo yo… No quiero llegar hasta esos extremos incestuosos para quitarme esta angustia, él será mi último recurso. También soy muy competitiva y no permitiré que mis amigas ganen esa apuesta y yo me quede varada como una idiota virgen en la espera del chico ideal.

Capítulo 03

Diario de Tadeo Dávila

Tres semanas antes del suceso

 

Otro día monótono en la universidad, estoy cansado. Es hora de almorzar y no tengo idea que voy a comprar para satisfacer mi estómago, ―soy buen cocinero no lo voy a negar―, casi todos los días cocinaba en casa de mis padres, pero en esta ocasión quiero comer algo fuera de casa. Seré sincero, me es más fácil comprar algo a trasladarme a mi apartamento preparar comida, comer allá y devolverme a la universidad, es tiempo perdido.

Así que decido comprarme una hamburguesa, si voy a comer en la calle prefiero consumir algo que no acostumbro hacer en mi casa. Una hamburguesa es sencilla de preparar, pero, ―por alguna extraña razón que no entiendo―, la comida chatarra en la calle siempre sabe mejor.

Hoy tengo clases después del mediodía, la peor hora del mundo para entrar a una clase, después de almorzar lo único que pasa por mi cabeza, es nada… solo quiero dormir, descansar un poco en la tarde para después ir al gimnasio. Esta clase es aburrida, ni siquiera es una materia neta en base a mi carrera… ¿Autoestima y desarrollo? ¿Por qué demonios vemos esta clase? ¿De verdad existen personas a estas alturas que no se aprecian a sí mismos?

Puedo conseguir la nota más alta en esta porquería sin siquiera estudiar, ―me gusta como soy―, amo lo que hago y sé que lo hago bien, ―y si no es así―, trato de hacerlo mejor. ¿No es suficiente con eso? La profesora formula un discurso de sentimientos, respeto hacia los demás y esa palabra estúpida que han comenzado a utilizar los últimos años: «Bullying», odio esa palabra.

Concreto en que el acto de agredir a una persona está completamente mal, socialmente erróneo, pero ¿fastidiar y molestar a alguien lo consideran bullying? Eso es parte de la vida, lo que te hace crecer como persona. Siempre digo: la vida te enseña a los cañazos, si no duele no sirve, de las malas experiencias se aprende más que en una victoria. Pero la gente no lo ve de esa manera, utilizan el bullying como excusa para escapar de sus problemas y que otros lo ayuden a solventarlo.

Vivo en Maracaibo, Zulia Venezuela, aquí los marabinos tenemos la característica de ser muy jodedores, nos burlamos de cualquier cosa y de cualquier persona, es nuestra forma de vivir y nadie se queja; hay un dicho que me gusta mucho, dice así: «Maracucho pendejo se muere chiquito», si no aguantas las burlas de pequeño es mejor que te vayas a otro lado, somos personas fuertes porque nos jodemos entre todos, una especie de espartanos al nivel humorístico Venezolano.

Soporté toda la clase escuchando música con mis audífonos, al salir del salón me topo con unas chicas muy sexys que hablaban con un compañero, ―charlamos un rato―, pero tuve que irme. Cuando menciono mi entrenamiento del gimnasio las chicas siempre ponen la misma expresión, creen que por tener una cara de zombie no soy bueno entrenando, sobre todo porque utilizo ropa oscura y ancha que no revela mis abdominales, pero cada vez que levanto la franela caen derretidas como barras de mantequilla.

Algunos amigos dicen que desperdicio mis dotes masculinos para atraer chicas, si me vistiera mejor y cambiara de personalidad podría acostarme con todas las mujeres que quisiera, tengo el cuerpo que ellas desean comerse. No soy así, he estado con algunas chicas; ―no voy a negarlo―, soy un hombre y me gusta el sexo, pero al mismo tiempo soy un chico pasivo. No soy un desesperado sexual como la mayoría de mis compañeros, siempre pendiente de las chicas para llevárselas a la cama. Soy tranquilo, si se da la ocasión es perfecto, las cosas buenas vienen cuando menos te lo esperas.

Por ahora, preferiría tener una novia con quien conversar todos los días en vez de tener cientos de mujeres con las que acostarme, ―simplemente no es lo mío―, no soy un fanfarrón.

Hoy ejercitaré mis bíceps, es mi entrenamiento favorito, me encanta como se ven mis brazos. Mi contextura no es muy gruesa, no soy un peleador de lucha libre, soy más bien un luchador de boxeo en peso pluma, ―soy flaco―, pero tengo todos mis músculos bien definidos. La mayoría de las chicas con las que he estado las he conocido en el gimnasio, ―se babean al verme―, hay veces que me incomoda, hay muchas mujeres visualmente incomodas en esos lugares, pero de vez en cuando veo una que sí me gusta.

Tengo varios conocidos aquí, saludo a casi todo el mundo, ―soy un lobo solitario―, acostumbro entrenar con los audífonos puestos. Siempre olvido quitármelos cuando hago abdominales, mientras subía y bajaba mi torso, la velocidad del movimiento los arranca de mis orejas hacia el suelo, un idiota mastodonte pasó por encima de ellos y los aplastó por completo, no son modelos caros y el tipo prometió pagármelos, aunque no se lo creí.

Es un tormento, ahora tengo que caminar hasta mi apartamento sin escuchar música. Suelo colocar los audífonos enrollados por encima de mis orejas para que cuelguen mientras suena la música. Tengo que estar alerta en cualquier sonido de la calle, el peligro está en todas partes.

Entre tanto camino por la calle veo a lo lejos el edificio donde vivo, tan lejos, pero tan cerca. Me gusta caminar, me ayuda a pensar y relajarme, tengo piernas de futbolista por caminar mucho. Todas las noches paso por una casa abandonada, de madera vieja y sucia, ―un lugar tétrico―, ideal para grabar una película de terror. Inclusive la casualidad se hace presente, hay un poste de luz en la esquina que parpadea, el único en toda la cuadra que está dañado, ―y para colmo―, hoy veo un gato negro recostado en una de las paredes que cubre el patio de la casa.

Este gato negro es interesante, tiene unos enormes ojos verdes muy penetrantes, como si se tratara de un ánima maldita dispuesta a embrujarte. Su pelaje es muy negro y brillante, a pesar de ser callejero y habitar en esa casa. Sus ojos grandes me siguen, ―parece inteligente―, su cabeza gira siguiendo mis movimientos al pasar frente a la casa, al alejarme se levanta y sigue caminando por la orilla de la pared donde reposaba.

Su caminar es muy elegante, no deja de mirarme, es la viva imagen de la mascota de una bruja. De repente, se inclina hacia adelante, ―me detengo de golpe―, creo que quiere saltarme encima. Vi algo raro que no logré entender, quizá el bombillo que parpadea me hizo ver una ilusión óptica, ―no estoy loco―, yo sé lo que vi: una lengua de serpiente se asomó con velocidad saliendo de su boca, incluso escuché ese pequeño sonido que hace un reptil al sacar la lengua, eso es imposible. Estoy paralizado, quiero saber que vi en realidad, está a punto de saltar hacia mí.

―Hola ―digo como un idiota, esperando que, al escuchar mi voz, se asuste y se fuera por otro camino.

Sucedió todo lo contrario, nadie me creerá cuando cuente esto.

―Buenas noches ―contestó el gato negro.

Saltó en mi dirección, se apoyó en mi hombro y volvió a saltar detrás de mí, giré con velocidad y el gato ya no estaba.

Capítulo 04

Diario de Gamma Nava

Tres semanas antes del suceso

 

Hace dos semanas entró un chico nuevo a nuestro colegio. Lo recibimos bien, es muy guapo y alto, cabello rubio y ojos azules, ―tiene descendencia alemana―, su nombre es Ancel Kugler, suena como el nombre de un guitarrista famoso de una banda de Heavy Metal.

En conclusión, estoy saliendo con él, creo que es el chico indicado para mi objetivo de fin de curso. Su aire extranjero me gusta, es muy amable, cortés y juguetón conmigo, si quiere una relación sería bien por nosotros, si solo quiere sexo tampoco me molestaría. Es un buen partido para eso, no estoy enamorada de él como para llorar después de que me diga que no quiere algo serio.

Probablemente lo que no me gusta de Ancel es el principal causante de su estadía en el colegio, normalmente este tipo de transferencias de un instituto a otro no suele darse a tan poco tiempo de graduarnos, nos queda apenas un mes para despedirnos de la escuela y salir directo en busca de nuestras carreras universitarias. A pesar de que Ancel es un chico perfecto, ―es muy temperamental―, se enoja con facilidad, especialmente con los otros chicos que me miran. Es muy celoso, ―eso es lindo―, pero no tiene que ponerse de esa manera cada vez que un chico me pone el ojo encima, él sabe que nadie en la escuela me llama la atención.

Siempre he dicho que si tienes una novia y tienes que estarla cuidando en cada momento en realidad no es tuya, ―si así lo fuera―, confiarías en ella no la celarías. Una buena novia se cuida sola.

Mi “novio” entre comillas porque todavía no ha surgido la pregunta oficial, como ya dije es muy impulsivo. Lo expulsaron de su anterior escuela por golpear a varios muchachos, no me ha querido comentar el verdadero motivo, tiene una pequeña cicatriz por encimad en su ceja que revela la riña y lo hace ver muy sexy.

Gozamos la oportunidad de intimar un poco, nos besamos mucho, ―nos hemos tocado―, pero todavía no llegamos a lo que quiero. Soy una chica impaciente, pero no quiero darle el lujo de hacerle notar que lo necesito, ―soy una chica mala en realidad―, quiero que me suplique.

El problema con mi amorío llegó poco después, nuestro profesor de inglés renunció debido a unos problemas familiares y necesitaba irse inmediatamente, ―por lo tanto―, más pronto que tarde la directora de la institución consiguió un sustituto. Y no solo fue una dificultad visual para mí, más de la mitad de las chicas del colegio derritieron sus piernas al ver a aquel nuevo apuesto profesor de inglés, cuando pasaba por los pasillos directo a los salones.

Es muy joven, tiene unos 26 años, siempre viste muy formal, cabello muy negro y ojos verdes tan claros como la esmeralda. Su habla y caminar son sumamente elegantes y atractivos, protagonista de los sueños húmedos de muchas mujeres.

En este punto mi atracción sexual por Ancel fue apagándose, no podía sacarme de la cabeza al nuevo profesor Fedir Vasylchenko, este si era un auténtico extranjero de procedencias ucranianas, no una copia descendiente alemana como lo es Ancel. Y al decir que se me hace agua la boca cada vez que escuchó hablar al profesor, irrita a mi pretendiente en niveles mayúsculos.

Me gusta verlo celoso, ―pero ahora me aterra un poco―, es violento y no sé si quiero seguir con él. Mi plan se está derrumbando, el método era sencillo: acostarme con él y que ambos despareciéramos de nuestras vidas, ahora soy yo quien quiere dejarlo y no sé cómo.

Hoy toca clases de inglés con el profesor Fedir, algunos chicos del salón lo admiran y hablan con él, les da consejos con las mujeres, hablan de muchas cosas, pero, ―por otro lado―, la mitad de los otros machos del salón lo odian a muerte incluyendo a Ancel. Todas las chicas somos unas tontas enamoradas mirando al profesor, se nota el brillo en los ojos y como asentimos cada vez que nos pregunta alguna cosa, un amor platónico que nadie conseguirá, o eso pensamos.

Soy muy buena en inglés, soy la número uno en la clase, en los pocos días que el profesor Fedir ha hecho evaluativos para medir nuestro coeficiente en materia del idioma, yo he sido la mejor de todos; pero planeo fallar un el “examen sorpresa”. Varios de mis compañeros han tomado clases privadas con el profesor en sus horas libres… ¡Sí, tal vez estoy loca! Pero planeo seducirlo, que mejor forma de perder la virginidad que con el profesor más deseado en todo el colegio.

Probablemente no lo consiga, tengo a Ancel como respaldo. Sonará cruel, ―pero es mi realidad―, después de este embrollo me portaré bien con mi próximo novio, por ahora quiero quitarme ese peso de la entrepierna.

Será por mucho el coqueteo más difícil que haré en toda mi vida, no pierdo nada con intentarlo. Se que no me delatará, he visto su mirada lasciva al ver a las chicas como cuando el viento levanta sus faldas. ¿Qué se yo? Es muy probable que ya lo haya hecho con otras alumnas de esta u otra institución. Además, en el remoto caso que llegasen a descubrirme, a tan corto plazo de graduarnos es imposible que lleguen a expulsarme y exponer en esta honrada institución un semejante escándalo sexual, tengo muchos puntos a mi favor.

Como lo predije, fui citada a un salón privado donde me espera el profesor Fedir sentado en una mesa redonda. Era un pequeño cuarto con algunas carteleras viejas colgadas en las paredes. A pesar de ser el empleado más guapo de toda la institución, era un simple profesor de inglés y no le proporcionarían el mejor de los salones para ayudar a sus alumnos.

―¿Puedes explicarme semejante calificación? ―me dijo enojado, colocando el papel del examen encima de la mesa.

Yo le sonreí cerrando los ojos.

Fedir se levanta y cierra la puerta con seguro, me di cuenta que el pequeño salón no tenía ventanas, el bombillo del techo era lo bastante fuerte para iluminar todo, puedo ver vestigios de polvo por encima de un estante con libros viejos.

―¿Qué quieres de mí, preciosa? ―Me susurró al oído.

Sentí como si una chispa eléctrica recorriera mi cuerpo hasta llegar a mi sexo. Mi plan había funcionado a la perfección, ¡Había caído en mi trampa! ¿O yo había caído en la suya? La verdad no me importaba.

Repentinamente la luz se apagó de golpe. ¿Cómo había hecho eso, si estaba justo detrás de mí? El interruptor estaba fuera de su alcance. Tragué saliva un poco nerviosa, ―la oscuridad era absoluta―, al voltearme sabía que Fedir estaba mirándome a los ojos. Cuando mi vista se acostumbró a la oscuridad, vi sus ojos verdes, eran más raros… Brillantes como esos avisos luminosos en la calle, hermosos y destellantes, me hipnotizaban.

Lo siguiente era inevitable, me dejé llevar por esa magia seductora, su rostro se acercó al mío, ¡Y no lo resistí más! Lo besé con todas mis ansias, combinamos nuestros labios en uno solo, me sentía feliz y vencedora. Fedir no opuso resistencia alguna, ―sus manos me sobaban―, todo se convirtió en una extraña vivencia incomprensible.

Su lengua se sentía extraña dentro de mi boca, he besado a muchos chicos, ―sus lenguas son gruesas y duras―, esta lengua tenía una chocante conmoción. Era muy larga y escurridiza, ―más húmeda de lo común―, envolvía la mía; su punta era doble, como si en realidad tuviese dos lenguas finas masajeando mi boca. La sensación fue inexplicable, ―pero no desagradable―, quizá mi excitación me nublaba el juicio.

Cuando nuestras bocas se despegaron, Fedir se levantó desabrochándose el cinturón, ―era el momento que esperaba―, el anhelo de perder algo que no me sirve. Perdí el ímpetu al notar algo que no quería confirmar, Fedir se limpiaba mi saliva de sus labios con el dedo pulgar y pude ver su lengua salir rápidamente ayudando a sus labios a seguir húmedos, su lengua no era normal… ¡Tenia lengua de serpiente!

Capítulo 05

Diario de Tadeo Dávila

Dos semanas antes del suceso

 

No he podido sacar de mi cabeza aquel recuerdo de la semana pasada, ese gato negro… sus ojos de demonio, su lengua de reptil, ―y lo peor de todo―: ¡Su voz!

Apenas dijo: «Buenas noches», y su frase seguía retumbando en mi cabeza como tambores africanos. Su voz era suave, asexual, sutil y muy elegante, como la voz de un narrador de novelas de romance. Muy tenebroso para mi gusto, ―estoy acostumbrado a voces de ultratumba―, horrorosos tonos de voces demoniacas que asustarían a cualquiera. Pero un léxico como ese, proveniente de una fuente tan peculiar como un gato, eso sí que da escalofríos.

De ser otra persona habría cambiado mi rumbo diario para no encontrarme otra vez con esa criatura paranormal, ―pero soy alguien curioso―, me gusta el peligro a pesar de lo reservado y callado que soy. No he dejado de pasar por la casa abandonada, hogar del gato con lengua de serpiente, no lo he vuelto a ver. Me gustaría hablarle, saber qué tiene que decirme, qué cosas pasarán por la mente de un gato parlante. Y no un gato cualquiera, un gato negro.

Siempre he sido distante con las personas a mi alrededor: sin embargo, ―como un buen compañero―, nunca dejo de saludar y dar las gracias. Soy de esa poca gente que todavía le tiene respeto a la educación y cuando no lo hago es porque algo más importante está rondando en mi cabeza. Así fue como conocí a Diana, o mejor dicho así fue como comencé a salir con ella. Ya nos conocíamos a simple vista, sabíamos uno del otro, no habíamos tenido una conversación estable como para decir que éramos amigos.

Diana notó mi perplejidad después del encuentro con el gato. Entré al salón de clases sin saludar ni hablar, ―lo que es raro―, siempre doy los buenos días, estaba sumergido en mi entorno de preguntas sin respuestas y Diana se aceró a mí muy amablemente para charlar al respeto. No quise contarle la verdad, inventé una excusa estúpida referente a mis problemas con la mudanza y mis padres. A los pocos días nos juntábamos y hablábamos más, al cabo comenzamos a salir.

Es una buena chica, de piel morena, cabello cortó y negro, tiene un buen cuerpo, aunque si entrenara estaría mejor que otras chicas, se lo he comentado entre bromas y creo que lograré convencerla de llevarla al gimnasio a entrenar conmigo. Lo que me gusta de esta chica es que se interesó en mí, ―por mi manera de pensar y ver las cosas―, y no por verme sin franela, ―aunque ya lo ha hecho―, en nuestra segunda cita la lleve a mi casa y pasamos la noche juntos.

La mayoría de las veces las mujeres son incomprensibles, de ninguna manera puedes llegar a comprenderlas del todo. Quizá eso es lo interesante de una relación, estar a la expectativa y atacar con un buen regaño o un regalo cuando se deba.

Es algo estúpido cuando Diana me dijo que teníamos que celebrar nuestros 5 días de noviazgo, fue como una alerta roja para mí. Nunca le pedí que fuera mi novia, creo que el hecho de tener relaciones conmigo fue la firma de un contrato de parejas, pensé que probablemente yo soy el primer novio que ha tenido. De hecho, no me percaté si era virgen, ―aunque no lo creo―, no hubo manchas en mi sábana.

Mi alerta roja no era prematura, debía estar pendiente de qué cosas pasaban por la cabecita enamorada de Diana. ¿Celebrar 5 días de noviazgo? Eso era pasarse de la raya, ¿Qué me esperaría cuando olvidase el día que cumpliésemos uno o dos años de noviazgo? Era un tema pesado para pensarlo por mucho tiempo, por ahora complacería sus 5 días de celebración hasta que el tiempo nos separe. Desde un principio sabía que ella no era mi chica ideal, ―un amor pasajero más―, mi preocupación es que creo que ella no piensa de la misma manera que yo.

A Diana le encanta el helado, nos citamos en una heladería famosa en la ciudad, ―no quiero hacerle estupendo este día―, no quiero que se le suban los humos a la cabeza. Una simple cita normal está en mis planes, y si gusta la llevaré a mi apartamento.

Después de comer el helado y charlar un poco nos dirigimos a otro sitio, la famosa conocida Vereda del Lago, un lugar turístico en la ciudad de Maracaibo donde puedes ir a entrenar, trotar, caminar, andar en bicicleta y disfrutar del buen paisaje del lago. Un inmenso parque para reposar y pasar juntos un buen rato.

Alquilamos unas bicicletas y recorrimos todo el lugar, algo que no me gusta de Diana es su flojera, se cansa muy rápido y no va a mi ritmo. No tenemos ni una hora de pedalear y no aguanta las piernas, estaba muy cansada.

Devolvimos las bicicletas y cómpranos unos cepillados, esos raspados de hielo con jugos de frutas para darles sabor; uno de limón para ella y uno de tamarindo para mí. Me encanta el tamarindo, hacía algún tiempo que no disfrutaba del sabor de esa fruta, ―últimamente no logro conseguirlas―, recuerdo que hace mucho tiempo cuando estaba en la primaria de mi colegio vendían pequeños dulces de tamarindos cubiertos en una pequeña envoltura de plástico transparente sin marca. Esos bonitos sabores de la infancia.

Al cabo de unos minutos, Diana comenzó a insinuarme, no paraba de repetir que está cansada y quería irse, por supuesto que a mi apartamento. No iba a negárselo, yo también quería encontrarnos en la cama, desperdiciar la oportunidad no estaba en mi lista. Sin embargo, quería sacármela de encima, a veces es muy pegajosa y molesta. Siendo sincero hoy solo quería sexo y deshacerme de ella, me estaba agobiando, necesitaba un tiempo a solas.

De camino a mi casa íbamos charlando, le comentaba lo que sentía y que probablemente necesitaba un poco de espacio, ―pero, que sin embargo―, la quería mucho. Su enamoramiento quizá no la dejaba escuchar bien lo que yo explicaba, asentía con la cabeza y seguía abrazándome el brazo.

¡De repente lo vi! A la vuelta de la esquina, asomado por el techo de la vieja casa, estaba el gato negro. Me miraba fijamente, Diana no notaba que lo observaba, ni tampoco sentía la mirada del felino. Yo sí la sufría, ―como cuando sabes que un francotirador te tiene en la mira―, en ese momento no quise distraerme y apresuré el paso con Diana hacia el edificio.

Todo fue muy rápido, al entrar a la casa nos besamos como locos, quería desaparecer al gato de mi cabeza y la mejor forma de hacerlo sería entre las piernas de Diana. Las cosas importantes para mí no logran salir con facilidad de mi cabeza. Ya estábamos desnudos en la cama, a segundo de iniciar todo, pero me levanté e ideé una excusa barata.

Comencé a vestirme rápido con el pretexto de comprar unos preservativos, supuestamente había olvidado que usé todos los de mi reserva, ―pura mentira―, siempre estoy alerta en ello. En ese momento no me importaba Diana. La quería mucho, pero no sabía si era la última vez que estaría frente a frente con el gato con lengua de serpiente. Diana estaba enamorada de mí, la tendría en mi cama muchas noches más, pero… ¡El gato, era una situación única!

Al salir del edificio comencé a correr con todas mis fuerzas hacia la casa abandonada. De algo estaba seguro, el felino no se marcharía por la forma en la que me había mirado.

A pocos metros de la casa podía verlo, seguía mirándome con esos ojos esmeraldas fluorescentes. De un salto entró al patio de la morada abandonaba, me aproximé hacia el muro, rodeé las paredes hasta llegar a la entrada principal: una reja vieja y oxidaba. De una patada logré abrirla, fácilmente entré como un vagabundo buscando refugio de la noche.

Escuché un movimiento, con el rabillo del ojo vi la sombra del gato entrando a la casa por una ventana con vidrios rotos, me apresuro hacia la puerta de entrada, a pesar del vejestorio de madera de la estructura no logro abrirla, sus bisagras son muy fuertes. Hay otra ventana, esta tiene los barrotes rotos, puedo entrar con facilidad.

Estaba muy oscuro dentro, la luz casi no penetraba. Había mucho polvo y cosas secas, al final de unas escaleras vi el destellar verde de los ojos esmeralda, pero lo perdí. Me quedé en silencio, ―tratando de escuchar un movimiento―, quizá el sonido de su lengua de serpiente. Repentinamente el sonido fue aniquilado por un estruendoso relámpago que iluminó toda la casa, escuché el gruñido felino escaleras arriba y empezó a llover. Un tremendo monzón de agua hacía temblar la casa, el perfecto escenario para mi situación actual.

A mis espaldas escuché otro sonido, ―la puerta se abrió―, volteé y lo vi: el gato está ahí afuera. Espeluznante como un mismísimo espectro del abismo. No se mojaba, las gotas esquivaban al felino como si una cúpula invisible lo protegiese de la lluvia. Siempre escuché que los gatos odian mojarse, pero… ¡Esto es ridículo!

Ahora se burlaba de mí, levantaba la pata y me llamaba para que saliera del lugar, como esos gatos orientales que mueven su patita para atraer el dinero. Este gato no tenía intenciones de obsequiarme riquezas.

Estaba empapado parado frente a él, no dejábamos de vernos ni movernos.

―Nos veremos luego ―dijo el gato marchándose.

Corrió atravesando la reja hacia la calle. Traté de seguirlo, pero a lo lejos venia una persona, era Diana con un paraguas en mi búsqueda.

Una luz iluminó toda la calle y los tejados, el potente disparo del rayo chocó con el poste de luz dañado. El estruendo lo despegó del suelo y como un gigantesco tronco asesino, cayó encima de Diana apagando su vida para siempre.

Capítulo 06

Diario de Gamma Nava

Dos semanas antes del suceso

 

La semana pasada estuve con el profesor Fedir en una habitación a oscuras, nos besamos, nos tocamos… Pasó algo inusual, ―creí ver―, creí sentir una lengua de serpiente en su boca. Fue algo raro, no estoy segura de lo que sucedió. En realidad, ―no recuerdo nada―, mi mente está borrosa.

Recapitulo la escena una y otra vez, no logro recordar qué pasó después de ver su lengua. Enumero en secuencias: se desabrochó el cinturón, yo me senté en la mesa redonda esperando bajar mi ropa interior, pero todo se oscureció, no recuerdo absolutamente nada.

Hablé con mis compañeras y no me creyeron, no entendieron que pude lograr tener al profesor Fedir, ―hasta yo misma lo dudo―, no sé si sigo siendo virgen y no me atrevo a comprobarlo. Eso no es lo más extraño de todo, la calificación de mi examen fue excelente, Fedir debió cambiar el resultado para no levantar sospechas por lo que creo que hicimos. De igual manera nadie recuerda que tuve una mala calificación, tampoco recuerdan haberme visto caminar hacia el despacho del profesor de inglés, ―nadie remembra nada―; como si una máquina hubiese borrado los recuerdos de todos, pero de algo estoy segura: ¡Fedir sí lo sabe!

He tratado de hablar con él, no encuentro la oportunidad de acercarme y hablar en privado, ―siempre está ocupado―, rodeado de niñas enamoradas u otras profesoras que sueñan con que Fedir las lleve en su auto directo a la cama. A veces me pregunto: ¿A cuántas chicas les habrá hecho lo mismo? ¿O yo fui la única idiota que cayó en ese juego?

Tengo sueños húmedos con él, no estoy segura si son recuerdos reprimidos en ese cuarto, o simplemente alucinaciones que crea mi mente para jugarme una broma. Tengo que encontrar la manera de hablar con Fedir y aclarar todo este embrollo antes que me vuelva loca.

Hoy estoy decidida a encararlo, los jueves el profesor Fedir suele irse más temprano de lo usual. Aprovecharé la hora libre para escabullirme al estacionamiento y hablar con él cuando vaya a su auto.

Estoy nerviosa, creo que mi atracción sexual hacia el apuesto profesor de inglés se ha convertido en un miedo nervioso. Quiero revelar sus tretas, no paro de mirar una y otra vez el reloj del salón, los minutos recorren tan lentos como una gota de miel espesa; no logro comprender como funciona el tiempo para mí, cuando estoy durmiendo observo el reloj y veo que tengo unos minutos más para seguir descansando, cuando vuelvo a despertarme han pasado como veinte minutos; ―pero cuando estoy en clases―, recuesto la vista para que pase el tiempo y cuando despierto, el reloj sigue de la misma forma. Empiezo a creer que no le agrado al señor dios del tiempo.

El sol irradia el asfalto del estacionamiento, ―casi no me deja ver―, busco el auto del profesor, no lo veo. No puede ser que haya llegado tarde. En el portón de la entrada un automóvil sonaba sus motores para arrancar la salida, es el auto verde deportivo del profesor. ¿Cómo pudo comprar semejante carro con el salario de un simple profesor de inglés?

En cuestión de segundos corrí como una gacela alcanzando el auto. Fedir me ignoró o quizá no había notado mi presencia detrás de él, a pesar que golpeé el maletero del auto con mi palma.

Conseguí aumentar la velocidad hasta la ventana del piloto y sacudí con los dedos en el vidrio. Fedir giró el volante estacionando el auto en la acera del colegio, abrió la puerta y salió del auto. Con una sonrisa delicada en el rostro me saludó acercándome con su mano.

―¿Se te ofrece algo? ―Me preguntó muy cortésmente, no quiero mirarlo directamente a los ojos. Ese color verde esmeralda es hipnótico.

―Dímelo… ―exigí sin rodeos―. ¿Qué ocurrió ese día? ¿Qué me hiciste? ―le pregunté enojada.

―Permití que tu cabeza jugara contigo. ¿No te gustó lo que hice? ―contestó irritándome―. Sé que lo disfrutaste mucho ―dijo después.

―¿Qué quieres decir con eso…? ―formulé otra pregunta y al decir verdad, no quería escuchar la respuesta―. ¿Tuvimos relaciones? ―Me cuestioné.

―Si te refieres al coito, no ―respondió al instante―. Pero disfrutamos del magreo y exquisitas felaciones ―agregó, mostrándome su lengua de serpiente.

Corroboraba algo que no quería comprobar, algo que esperaba que fuese producto de mi imaginación. Pero ahí estaba, esa extensión reptiliana en su boca, moviéndose con rapidez.

―¿Por qué no tuvimos relaciones? ―Esta vez estaba más furiosa, sentí una especie de rechazo. ¿Acaso no era lo suficientemente buena para él?

―No quiero que me catalogues como un pederasta oportunista. Eres una espléndida candidata, pero tengo 26 años y tú… ¿Cuántos 18, 19? Tendríamos que esperar unos años más, princesa ―explicaba muy sereno y calmado. Me tomó de la mano acercándose a mi cara―. Esto es un secreto muy importante y no quiero que nadie se entere, ¿de acuerdo? ―dijo directo en mi cara, no pude evitar diluirme en sus ojos, ahora lo deseaba de nuevo.

―No tengo intenciones de decírselo a nadie, solo quiero perder mi virginidad ―dije sin pensarlo.

Las palabras salieron solas de mi boca, lo triste fue que Fedir no se interesó.

―Yo no soy el indicado para ese trabajo, hay alguien oportuno para ti en algún lugar, puedo sentirlo. Sin embargo, estás invitada a intimar conmigo las veces que quieras ―mencionó levantando su dedo índice, me alegré como una niña tonta recibiendo un regalo de su padre, un pensamiento un tanto incestuoso―. Nada de coito. ―Negó con el dedo.

En cuanto asentí mi cabeza, un fuerte golpe estalló un vidrio en el auto del profesor, volteamos la mirada percibiendo la silueta a través de los otros vidrios ahumados. Una persona estaba del otro lado del auto y caminaba lentamente arrastrando un tubo de metal.

―¡Yo sabía que había algo raro entre ustedes dos! ―gritó Ancel, revelándose.

Siempre supe que era un agresivo, su necedad y celos eran obvios, estaba muy enojado y no se quedaría de brazos cruzados después de escuchar la conversación que tuve con el profesor Fedir. Dejar que alguien me tocara no estaba en sus concesiones y menos de un profesor que odiaba.

Ancel apretó el tubo con sus manos acomodándose en una pose para abatir a Fedir. Yo grité despavorida y me alejé de en medio de los hombres.

El profesor estaba muy calmado y le sonrió a su oponente. ¿Qué cosas estarían pasando por su mente? Ese hombre estaba lleno de enigmas.

―¡Te voy a joder! ―dijo Ancel, abanicando el tubo demostrando su ventaja―. Diré que intentaste violarla y la defendí. ―Seguía gritando, me conmovió un poco, pero seguía siguiendo un celópata loco.

―Ancel, no cometas una locura de la que te puedas arrepentir, hay cámaras de seguridad grabándonos ahora. ¿Cómo vas a explicar tu cuento cuando tengo esas pruebas? ―explicaba el profesor, señalando las cámaras de seguridad con el pulgar.

En su enojo y visible desventaja, el chico golpeó las luces traseras del auto destrozándolas, no le importaba lo que acotaba Fedir. La ceguera de su locura y amor eran más fuertes que su racionamiento lógico. Al decir verdad, ―podría ganar esa pelea―, quién sabe qué cosas habría hecho el profesor Fedir y probablemente esta riña lo delataría. Ancel era un celoso, pero no sabíamos qué clase de persona era Fedir. Sin arrepentimientos se enfrentaría a él, a pocos días de graduarnos era imposible que lo expulsaran de nuevo.

Seguía parada sin poder moverme, siempre imaginé a dos hombres pelear por mí, aunque este no era exactamente el contexto que vislumbraba.

Algo raro ocurrió, cuando Ancel finalmente decidió golpear a Fedir se detuvo inesperadamente. Abanicó la improvisada arma chocando con el auto, la vara de acero rebota con fuerza golpeando la cara de Ancel y resbaló cayendo al suelo; comenzó a toser escupiendo sangre, sus ojos se enrojecieron, le dolía la cabeza y se quejaba.

Aturdido como por un sonido insoportable tapó sus oídos caminando hacia detrás. Fedir intentó advertirle, pero cuando vi su rostro entendí que él era el causante de este fenómeno, ―la confianza se reflejaba en su sonrisa―. Ancel nunca tuvo oportunidad contra el misterioso profesor.

El chico con el que solía besarme todos los días, corrió hacia la carretera, un auto tocó su bocina tratando de esquivar al muchacho; una fuerza misteriosa movió las ruedas del auto atropellando a Ancel. El chico rebotó desde el capó del auto hasta la otra acera.

―Es una lástima, no escuchó mis advertencias ―mencionó Fedir.

El auto asesino se dio a la fuga.

―¿Quién eres…? ―pregunté perpleja.

Fedir no respondió y caminó hacia la entrada del colegio para comunicarles la fatídica noticia a las autoridades.

Capítulo 07

Diario de Tadeo Dávila

7 Días Antes del Suceso

 

La semana pasada fue una mezcla de sentimientos pesados y cansados, ―como buena persona que soy―, asistí al funeral de Diana. A pesar de haber estado con ella, ―de ser prácticamente novios―, no conocía a nadie de su familia. La incomodidad que sentía al dar el pésame a sus familiares no fue nada agradable, en el fondo la quería.

Era hora de encontrar ese gato nuevamente, por algún motivo sentía que todo este entorno lúgubre y hosco eran producto de su presencia en mi vida, como dice el dicho: «nunca te cruces con un gato negro».

Salgo temprano de clases para ir al gimnasio, nunca dejo de entrenar ni un día, a acepción de los fines de semana. Al finalizar mi entrenamiento sigue la luz de sol latente en los tejados, ―el gato no aparecerá a estas horas―, como buena aparición nocturna no dispondrá de su presencia a la vista del sol, ―lo siento en mis huesos―, es una criatura noctívaga, esperará a que el ambiente sea propicio y oportuno como la noche en la que Diana murió… ¡Ahí aparecerá!

Voy a colocar esa casa vieja patas arriba para conseguirlo, ¡Sé que vive ahí!… Aunque algunas veces dudo a dónde se dirige después de verme. ¡Esta noche voy a encontrarlo y me vengaré!

Estoy equipado, empaqué en un pequeño bolso en mi cintura varias cosas que me serán útiles: una linterna, baterías de repuesto, un pequeño botiquín de primeros auxilios, agua potable y unas galletas. Creo que exageré un poco, también coloqué dentro una pistola vieja de balines con la que jugaba cuando era pequeño, ―son algo peligrosas―, recuerdo que un chico en mi colegio le disparó a otro en la cara, la diminuta bala de plástico le dejó ciego un ojo… En este caso es la mejor arma que tengo para inmovilizar al gato.

Son alrededor de las 7:20 p.m., estoy frente a la casa húmeda y vieja de la esquina, pareciera que nunca se hubiese secado desde el chaparrón pasado, soy muy detallista y sé que no ha llovido desde entonces. La humedad en esta morada era evidente, ―o más bien latente―, posiblemente no me había percatado antes y esta estructura siempre contó con esta característica tétrica.

La pintura esta rasgada, le cae a tiras desde el techo, la iluminación es casi nula, no sé cómo pude entrar aquí la última vez persiguiendo al misterioso felino negro, pero aquí estoy de nuevo. Mi linterna es de gran ayuda, capto detalles que no percaté antes, ―esta casa da miedo―, es como si tuviera un escalofrío permanente en mi nuca, un mal presentimiento que no desaparece.

Huele a humedad, se mezcla con otros aromas como aserrín, pintura arcaica y orine viejo, ―es asqueroso―, pero soportable. Hay polvo por todos lados, charcos de agua, lo raro de este lugar es que no escucho nada, ni siquiera el sonido de la calle se cuela por las paredes y ventanas viejas, no hay indicios de que hubo alguien viviendo aquí recientemente, es una casa inhabitable desde hacía muchos años.

Los muebles de madera son muy antiguos, muy bien tallados y de buena mano de obra, ―es extraño que no los hayan robado―, probablemente la razón sea esta atmosfera macabra, soy el único loco con la valentía suficiente para entrar aquí solo.

Otra cosa que percibo, por más que camino alrededor, escucho y me incrusto en cada rincón de la casa, no veo insectos o animales, ninguna cucaracha sucia caminando o volando, hormigas acumulando arena, mosquitos posados en el agua de los charcos, moscas hurgando en la suciedad, grillos cantante, gusanos arrastrándose, tuqueques pegados a las paredes sonándole a las presencias, alguna lagartija huyendo de mí o alguna paloma anidando en el techo… ¡No hay nada!

La planta de arriba es solitaria y seca, ―parece torcida―, como si la casa fuera a derrumbarse en cualquier momento. Hay algo muy curioso, en una de las habitaciones hay un agujero en el suelo, lógicamente llevaría a la planta baja, pero está tan oscuro que no puedo ver al fondo, la luz de mi linterna se pierde en la oscuridad… Rompe con mis conocimientos lógicos, el segundo piso no cuenta con tanta altura para no poder observar la planta baja desde ese agujero, ―si mis cálculos no me fallan―, debería estar viendo lo que fue la cocina desde ese hueco, alrededor de unos tres metros y medio diría yo.

Soy valiente, pero no estúpido. No tengo una cuerda o una cámara para arrojar dentro y ver qué hay después de la oscuridad. Es hora de marcharme y dar por vencido este día, mañana tendré otra oportunidad.

Casi a punto de salir de la habitación veo vestigios de arañazos en las paredes, ―el gato vive aquí―, por algunos momentos pienso que me está observando y se ríe de mí.

En conclusión, me enfurecí y me fui, no lograría nada buscando cosas aparentemente donde no las hay.

Con un nudo irritante en el pecho y un peso inquieto en la espalda sigo mi camino hacia el edificio, pienso tomar una ducha y escuchar música hasta quedarme dormido, ―quiero descansar―, esta estúpida aventura me ha dejado reventado, de haber encontrado algo realmente tangible no estaría en esta condición de idiota desesperanzado.

Recorro el camino hasta el edificio. Vivo en el piso 5, ―me gusta subir las escaleras―, es parte de mi rutina de ejercicios, me molesta las personas que usan el ascensor viviendo en pisos tan bajos, son la muestra de holgazanería de la humanidad… Sin embargo, hoy estoy muy cansado, no hay nadie esperando que llegue el elevador y lo tomo directo a mi apartamento.

Como ya había dicho, soy muy perceptivo, la puerta de mi casa tiene algo extraño, la reja principal está mal cerrada y la manilla de la puerta de madera esta girada un poco, yo no la dejé así…

Abro la puerta con un silencio y sigilo cuidadosos, esto era lo que faltaba esta noche, alguien humeando en mis cosas. Saco mi revolver de juguete, su forma, color, brillo y texturas son muy realistas, puede pasar como un arma real que podría asustar a cualquier intruso.

Escucho una voz en la cocina, me deslizo por la pared para asomar la mirada por el rabillo del marco de la puerta. El sonido de la licuadora me aturde de repente, ―nunca me gustó ese sonido―, cuando era pequeño siempre que quería hablar sobre cualquier cosa, ese estúpida eufonía aparecía encendida por mi madre como si no le importara lo que tenía que decir.

La sorpresa fue ridícula, ―de la misma forma fachosa que el sonido―, mi odiosa hermana estaba ahí en la cocina, preparándose un batido de leche con no sé qué… Hubiese preferido encontrarme con un ladrón.

―¿Qué estás haciendo aquí, Cristina? ―Le pregunto a mi hermana.

Ella voltea como si estuviese en su casa, ―de hecho―, hasta está vestida como la recuerdo, linda y vulgar, un short corto y una franela larga que la cubre un poco más arriba de las rodillas.

―¿No te puedo visitar? ―Me contesta con su tono odioso y característico, como me molesta su voz, estoy a punto de echarla de aquí―. ¿Qué traes en la mano? ¿De dónde sacaste eso? ―pregunta asustada y apaga la licuadora.

―Es mí revolver de balines, idiota… ―respondo con una cara de amargado, dejo el revólver y mi pequeño bolso encima de la repisa al lado de los utensilios de la cocina―. ¿Cómo entraste…? ¿Mamá te dio la llave? ―Vuelvo a formular otra pregunta ya que no contestó la anterior.

―Se la robé. ¿Quieres un poco? Es batido de lechosa, a ti te gusta. ―Sigue hablando en su propio mundo feliz.

Me molesta que se tome tantas libertades en mi hogar. Mi hermana me conoce tanto que ni siquiera sabe que de todas las frutas que existen odio la lechosa.

―¿Qué quieres? ―Le interrogo, colocando mi mano abierta encima del vaso de vidrio donde iba a servirse su batido preparado en mi licuadora.

Cristina entendió que debía hablar antes que la echara por las malas.

―Necesito que me prestes tu apartamento… Bueno, solo una habitación. ―No estaba seguro si me lo rogó o fue una especie de orden sumisa.

En tanto hablaba y bajaba un poco la mirada, yo pensaba en ni siquiera tomar en cuenta por un segundo esa petición.

―¡No! ―Le articulo a mi hermana para dejarla en su lugar. Ella no pertenece a mi hogar, la única manera que le permitiera estar aquí es de visita con mis padres, ¡Nada más!―. ¿Para qué quieres estar aquí en primer lugar? ―Volvía a preguntarle.

Quito mi mano del vaso para que sirviera su bebida, cuando termine de tomarla le pediré que se marche. Soy una persona consciente y no voy a sacarla antes que beba lo que preparó, no pienso botar el líquido después que se vaya, es mejor que lo digiera todo.

―Desde que te fuiste mamá y papá contrataron a una señora de servicio y esta todo el día en la casa hasta que llegan ellos, es una vieja amargada, no me deja hacer nada ―explica ella, comienza a beber su preparación, es una adicta al fitness y no para de comer ese tipo de alimentos saludables―. Quiero traer a mi novio aquí… tú entiendes… ―dijo finalmente sin rodeos, no me gustaba para nada esa idea.

―Mi apartamento no es un motel, Cristina. ―Le contesto furioso, pero sereno, coloco la licuadora en el fregadero y la lleno de agua para limpiar los residuos de fruta―. Si tu novio es lo suficientemente hombre para tener un auto, tendría el valor para llevarte a un hotel en vez de esconderse detrás de tu falda esperando que me pidieras ese favor, hermana ―confecciono las palabras para hacerla enojar y despedirla.

Cristina es de esas chicas interesadas y aduladoras que aman a sus novios solo por el físico, su cartera y su automóvil.

―Por favor hermano, tienes un gato de mascota, ¿Y no me puedes prestar una habitación por una simple noche? ―clamó mi hermana con fuerza. 

―¿Qué dijiste? ―pregunto desconcertado, no comprendía si mis oídos habían escuchado correctamente lo que mi hermana dijo… ¿Un gato de mascota?

―Por favor, por favor, por favor ―repetía varias veces sin responder mi pregunta como siempre.

Es una mala costumbre de ella, no responder lo que le solicitan. Por otro lado, yo seguía observando las esquinas del lugar buscando a mi supuesta mascota

―Jorge ya debe venir en camino, le dije que te iba a convencer. ―Seguía hablando ella sola, no le prestaba mucha atención hasta que… ¡Apareció!

El endemoniado gato negro con lengua de serpiente estaba ahí en mi hogar… Parado en dos patas, me miraba desde la puerta de la cocina que conectaba con el pasillo hacia las habitaciones y el baño. Su espalda arqueada simulaba algo espeluznantemente humano, la oscuridad del pasillo lo camuflaba, pero podía ver sus ojos verdes y su lengua burlona.

―¡Mira, ya me está llamando! ―dijo Cristina poniéndome su teléfono celular en la cara para que viera la llamada entrante de su novio.

No pierdo de vista la gato, este vuelve a caminar en cuatro patas y se esconde.

―Dile que no venga. ―Le arrimo con fuerza para un lado y no quitar la mirada del gato, pero mi hermana es necia y seguía interponiéndose entre los dos―. ¡Vete de aquí, Cristina! No estoy de humor, ¿entiendes? ―Le grito.

La bocina de un auto suena, mi hermana corre hacia la ventana de la sala asomándose para saludar a Jorge. La niña impertinente no asimilaba ni una palabra de mi boca.

―No voy a permitir que tu novio suba, Cristina. ¡Vete de aquí, no quiero que vuelvas más! ―Esta vez grito con fuerza señalando la puerta.

 El gato gruñe un poco, giro la cabeza directo a los ojos del gato, me erizó los pelos de la nuca con su sonido.

Mi hermana seguía bebiendo su líquido naturista, un pedazo grueso de fruta mal cortado se atora en su garganta, comienza a toser golpeándose en el pecho y respirando con dificultad; el vaso de vidrio cae al suelo estallando sus cristales. Cristina resbala con el espeso zumo de lechosa en el suelo y como si una mano invisible la empujara, tropieza con la ventana y cae desde el quinto piso.

No hubo ni un grito para alertar la muerte, al asomar mi cabeza por la ventana la veo abajo, mi hermana muerta… Estrellada justo encima del auto de su novio… Jorge tampoco pudo sobrevivir.

Capítulo 08

Diario de Gamma Nava

7 Días Antes del Suceso

 

Han transcurrido 7 días exactamente desde el “accidente” de Ancel en el instituto. Aquella vez el profesor Fedir acudió a las autoridades del colegio y les explicó la situación,  ―por supuesto―, ayudado por las cámaras de seguridad, su fortuita cuartada se formulaba por sí sola a su favor.

Al siguiente día hubo luto en la institución, nuestra promoción asistió al funeral de nuestro reciente compañero, acompañados del profesor Fedir y la directora del colegio. Un lugar incómodo para cualquiera de nosotros, no muchos trataban a Ancel y sus amigos apenas se acostumbraban a él, por lo tanto, yo era el centro de atención de nuestro grupo, todos sabían que yo era su novia y fui víctima de los consuelos de sus familiares.

De cierto modo estoy escarmentada, ―a pesar de todo―, sí sentía algo por ese rubio peleón y fanfarrón, me encantaba besarlo y que me celara… Ahora ya no está, se esfumó para siempre de la vida de cualquiera.

Sin embargo, mi dolor insociable fue desapareciendo, un bálsamo misterioso iba quitando las penas dentro de mí como un manto blanco limpiando los residuos de sangre de una herida. Y siempre que desaparecían los pensamientos hacia a Ancel, el profesor de inglés estaba ahí, mirándome con esos ojos verdes.

Se acerca el examen final de inglés, en nuestra promoción, ―hablando netamente―, hay un déficit lingüístico de la mano con este idioma, me dan pena algunos de mis compañeros de clases, pero no soy tan mala y de vez en cuando me gusta ayudarlos. Aprendí muy bien el idioma, ayudada por todas las series de televisión y películas que veo en su idioma original y no las escucho dobladas al español.

Entre las conversaciones en pro de ayudar a mis compañeros, el profesor Fedir me ofreció un pequeño trabajo, ayudarlo con varios estudiantes en su casa para incrementar su nivel en el idioma y que todos aprobaran el examen final.

Y pues aquí estoy, sentada en la sala de estar en la hermosa casa blanca del profesor de inglés. Fedir habló con mi padre y sin tiempo estancado me llevó con mucho gusto a la dirección proporcionada. Mi padre tiene la ilusión que llegue a estudiar lenguas como lo hizo él, por eso el ímpetu de llevarme hacia Fedir no le importó, ni sospechó, con tal de que siguiera sus pasos.

Mi padre y el profesor charlaron un rato, yo me senté en un mueble grande esperando el final de la conversación. Posteriormente Fedir me saluda, me explica en qué forma y de qué manera necesitaba de mis servicios como ayudante; fue raro, algo completamente normal, nada de la seductora voz que me gustaba de su presencia, una afluencia profesional en todos sus términos.

Faltaba poco para que mis compañeros llegaran, en mi mente rondaban cosas pervertidas que quizá Fedir me propondría a hacer, ―pero, nada pasaba―, me decepcionaba un poco, el estar a solas con él en el pequeño cuarto me excitaba, aquí el ambiente lascivo no se daba… o quizá no por ahora.

Entre tanto acomodábamos algunas cosas para la clase, ―con una excusa barata―, Fedir se marcha hacia una panadería cercana para comprar algunos aperitivos para mis compañeros… Estoy sola en esta casa.

No sé cuánto irá a tardarse, pero… ¡Es mi oportunidad para investigar sobre él! ¿Por dónde debería empezar?

Observo los retratos que adornan su sala de estar, la mayoría son de él mismo, curiosamente no veo un antes y un después de la apariencia que lleva ahora, ―el mismo rostro en todos lados―, como si se tratara de un vampiro que no envejece. No hay fotos de niño, de adolescente, en su escuela… Hay una fotografía con toga y birrete de graduación, otra posando como para una revista y no voy a negar que se ve muy sexy, pero sigue siendo un sospechoso nato.

Tiene objetos extraños que adornan algunas partes de su casa, patas de gato negras disecadas como llaveros, péndulos verdes como esmeraldas que me recuerdan a sus ojos, pieles de serpientes puestas en cuadros horizontales como tapices hermosos. Fedir es un coleccionista extraño.

Todo es excesivamente limpio, no hay polvo en ningún lugar, puede que haya limpiado todo antes que viniéramos, pero no creo que su mano fuera tan detallista a tal extremo de pulcritud.

Su cocina es tan blanca como el resto de la casa, no tiene muchos utensilios, pareciera que acabara de mudarse. Al abrir la nevera encuentro algo muy curioso y bizarro; el interior no es el común contenedor de alimentos, ―es extraño―, no tiene la comida regular de las personas, no hay jugos, ni verduras o frutas, cereales o galletas, embutidos y salsas como mayonesa, mostaza o kétchup, tampoco dulces, granos, sodas, alcohol, comida preparada o cualquier vestigio de haber guardado algo sin terminar.

Lo único que consigo son enlatados marinos y montones de cartones de leche de distintas marcas y botellas de agua. Atún, sardinas, pepitonas entre otros pescados y sus variantes, también hay algunos pescados congelados en el refrigerador envueltos en papel plástico para preservarlos, tampoco hay hielo en las cubetas… ¿Por qué solo tiene estas cosas?

Subo al segundo piso de la casa, entre las escaleras lleva puesto varios cuadros de paisajes y una fotografía que llama mi atención, es una especie de réplica de su casa, pero con un estilo muy antiguo y descuidado; una casa de madera vieja y abandonada en la esquina de algún lugar, muy horrenda a mi parecer para tenerla colocada en la pared… Seguramente esta casa fue construida inspirada en esa arcaica morada.

Hay varios cuartos, abro las puertas para echarles un rápido ojo para después decidir por cual comenzar… Aquí las cosas se ponen raras, al abrir la puerta del cuarto principal observo un enorme agujero negro en el suelo, inmediatamente capta mi curiosidad. Al acercarme no puedo distinguir ni ver nada en el abismo de esa macha devoradora en el suelo, ―es extraño―, si mis cálculos no me fallan desde esa distancia debería poder ver la cocina por ese hueco profundo, ―no obstante―, en la cocina no había ninguna perforación en el techo.

¡Quiero saber que hay después de esa oscuridad! Pero escucho el sonido de las llaves, soy muy buena escuchando cosas, al asomarme por la ventana veo a Fedir abriendo la reja de entrada. Casi a punto de salir corriendo para bajar las escaleras, entro en otra habitación y dejo una ventana semiabierta y corro hacia abajo para sentarme en el sofá de la sala, justo cuando el profesor entra a su hogar.

Fedir trajo algunas chucherías, cosas para comer y las repartió en la mesa colocándolas en varias vasijas de porcelana. A los pocos minutos comenzaron a llegar mis compañeros de clases, el profesor no sospechó nada de mí… o quizá su repentina diligencia fue apropósito, ¿Quería que lo investigara? No lo sé, de cualquier forma, toda la tarde transcurrió de manera natural como lo previsto en las clases de ayuda, aclaramos muchas dudas entre mis compañeros y cada uno se fue satisfecho para su examen.

Al final de la tarde me quedo sola con el misterioso hombre, tengo ganas de preguntarle por aquel agujero, pero también tengo miedo de formular la interrogación, así que se me ocurre otra cosa.

―¿Puedo tomar agua de la nevera? ―Le pregunto para ir a la cocina.

―¿Sabías que la curiosidad mató al gato? ―Me responde sin preámbulos.

Conocía que había estado fisgoneando en su casa… pero no estaba segura si él estaba al corriente que había visto de más.

―¿No tienes agua? ―pregunto con mi cara incrédula, me hacia la tonta para alargar su conversación.

―A veces es mejor ignorar algunas cosas, él que no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra ―expuso Fedir, no lograba entender a que se refería, pero sonaba más como una amenaza que un consejo.

―¿Qué quieres decir? ―manifiesto otra pregunta.

―Pueden ocurrir accidentes. ―Con tan solo esbozar esa pequeña frase se escuchó un fuerte sonido de una bocina proveniente de un camión de carga.

Seguido de eso… el estruendoso choque más espeluznante que haya escuchado en mi vida. Corrimos para ver el accidente, la escena de muerte más desgarradora y dolorosa estaba frente a mis ojos. El camión destrozó el automóvil entero, ―vidrios por todos lados―, sangre mezclándose con los aceites del vehículo, la carrocería y pintura esparcida por el asfalto… Lo peor de todo… mi padre y mis hermanas sin vida en el incidente.

Capítulo 09

Diario de Tadeo Dávila

6 Días Antes del Suceso

 

Aquí estoy de nuevo, sentado en una silla de madera en el funeral de mi hermana, ―esto no es una coincidencia―, es una maldición desafortunada, un producto de la verdadera mala suerte obsequiada por el gato negro.

No tuve oportunidad de desmontar mi apartamento y buscar al intruso felino, ―al decir verdad―, no creo que siga ahí. Mi noche no fue agradable, no es nada bonito llamar a tus padres y decirles que tu hermana acaba de caer del quinto piso del edificio. Afortunadamente para mí, ellos comunicaron la muerte del novio de Cristina a sus familiares.

A pesar de odiarla tanto, Cristina era mi hermana y me duele su partida… Sé que no fue un “accidente”, encontrar a ese gato es mi misión de vida o muerte, si esto sigue así no seré capaz de entablar una relación con alguien sin que el gato meta sus garras malditas en sus vidas.

Mi pregunta es: ¿Qué demonios quiere de mí? ¿O lo hace simplemente para su diversión macabra…?

Es el segundo funeral al que voy últimamente, es desagradable estar rodeado por tanta desdicha y dolor, ―sobre todo―, cuando eres objetivo de los pésames que da la gente, unos desde el corazón y otros por obligación.

Quizá esta sea una buena lección para mis padres, darles a entender que nunca depositaron la confianza y educación adecuada para sus hijos, la atención paternal es importante, nos descuidaron a Cristina y a mí, yo me fui de su casa… Y en busca del afecto que ellos no proporcionaron, mi hermana buscó el amor de su novio, llevándola a este trágico desastre que pronto pienso finalizar paulatinamente.

No es el momento ni el lugar para aclararles ese punto a mis padres, ―también me siento mal―, tengo que dar un respiro, calmarme y formular un plan de contingencia para encontrar al gato con lengua de serpiente.

Salgo de la funeraria para tomar un poco de aire, me alejo de las personas que acostumbran a fumar y beber café, entre tanto chismean y recuerdan anécdotas de sus fallecidos, quiero estar un rato a solas. Es extraño, pero a pesar de odiar tanto encontrarme en un velorio, me gusta la forma que la gente en Venezuela recuerda a sus seres queridos; lo común sería llorar a cantaros, pero mucha gente ríe y goza remembrando todos los cuentos y vivencias graciosas de sus familiares y amigos, de alguna forma lo devuelven a la vida y los recuerdan de la forma que todos lo deberían hacer, felices.

Me acomodo bajo la sombra de un árbol un tanto flaco, de abundantes ramas y hojas. Quedo sumergido en mis pensamientos, escucho un llanto lamentable que me interrumpe, al asomar la mirada detrás del árbol está una chica, una linda muchacha que no puede evitar llorar con el corazón roto y se limpia las lágrimas aun sabiendo que no pararán de salir.

Normalmente esquivo este tipo de situaciones, no me gusta interactuar con llantos y penas ajenas, pero hay algo en esa chica que me cautiva, ―se ve indefensa y frágil―, algo muy dentro de mí surge plasmando una especie de sentimiento de protección hacia ella, ―quiero hablarle―, no me gusta verle llorar.

Una de las ramas del árbol se mueve, ―repentinamente―, algo cae encima de la chica, no pude ver en concreto que era, en su cabeza hay algo que camina, un aguijón se asoma de entre su cabello, en tanto con sus patas el arácnido se desata de la cabellera.

¡Es un pequeño alacrán! Nunca había visto uno en mi vida y ahí estaba caminando en el pelo de la chica que comenzaba a gustarme a simple vista… ¡Era mi oportunidad!

Ella comienza a sentir las patas caminando en su cabeza y le grito para que no se mueva con brusquedad.

―¡No te muevas! ―Levanto mis manos tratando de calmarla.

Ella también sintió las ramas del árbol, probablemente pensó que una hoja le había caído en la cabeza, pero esos movimientos tiesos y repetitivos le confirmaban que era una especie de bicho.

―¿Qué tengo…? ―pregunta la chica con inmóvil y con miedo, afortunadamente siguió mis órdenes.

De mi bolsillo saco unos audífonos viejos que tenía guardados para respaldar los que me habían dañado, son muy malos y a veces no funcionan, pero ahora son perfectos para quitarle esa cosa. Como si fuera una soga, rápidamente hago una especie de horca y amarro la cola del escorpión con los cables, con mucho cuidado lo levanto suspendiéndolo en el aire mostrándoselo a la chica. Ella queda de ojos abiertos tras mi audaz rapidez en su rescate, ―aunque pensándolo bien―, creo que se sorprendió al ver lo que realmente tenía encima.

Veo una botella de vidrio en el suelo, con suma paciencia y cuidado, lo introduzco dentro y tapo la boquilla con una servilleta.

―Sonará cruel, pero es mejor que muera… Los alacranes son peligrosos ―digo después de colocar la botella en un lugar seguro para que nadie la tropiece.

―Oh dios mío… Muchas gracias ―dijo la chica, terminando de limpiarse sus últimas lágrimas.

―¿Te encuentras mejor? ―Le pregunto sentándome a su lado.

―Creo que jamás voy a recuperarme… ―Me contesta, limpiándose los ojos nuevamente.

―¿Un familiar muy cercano? ―Indago con un fuerte respiro.

―Mis tres hermanitas y mi padre… ¿Y tú? ―responde, me sentí muy mal al escuchar esas palabras… mi pesar no era nada comparado al de ella.

―Mi hermana… Por un accidente que no lo fue ―dije sin preámbulos, quizá no me entendería, pero de alguna manera necesitaba sacármelo del pecho, aunque no lo comprendiera―. ¿Qué pasó con ellos…? ―Le pregunto para esquivar mi extraña respuesta.

―También… Un accidente que no lo fue. ―Contesta, mi mirada era un poco esquiva, pero al escuchar esa confesión me interesé de inmediato, despertó mi curiosidad―. Alguien tuvo que ver con sus muertes… No fue un accidente, hay alguien que ha estado borrando a la gente… ¡Ah disculpa! No me entenderías. ―Se excusaba de repente.

―Es extraño, pero… Me sucede lo mismo. ¿Te has cruzado con un gato negro? ―Vuelvo a formular otra pregunta.

―¿Quién no lo ha hecho? No creo que esa mala suerte de gato negro llegue a causar la muerte ―dice acomodándose el cabello, su voz ya se torna un poco más confiada, congeniamos con rapidez.

―Lo siento, creo que no me hice explicar bien… Me refiero a un gato con características especiales, desde que lo vi ha muerto gente a mi alrededor, es espeluznante. ―Le explico sin mucho detalle, no quiero parecer un loco si le digo que tiene una lengua de serpiente.

Noto algo raro en ella, no seguía mi conversación, su mirada se aterrorizaba hacia el horizonte. Al voltear observo un sujeto alto; muy bien vestido con traje negro, cabellera lisa y oscura. Desde lejos puedo notar sus ojos verdes, me dio un escalofrió en la espalda.

―¿Crees en las coincidencias? ―Me pregunta sin mirarme.

―No estoy seguro… ―Pero sí entendía un poco a lo que se refería, ese sujeto tenía un aspecto muy familiar―. ¿Por qué lo preguntas? ―formulo.

―Ese tipo… desde que lo conocí ha muerto gente a mi alrededor. ―Volteo inmediatamente hacia ella y quedo a centímetros de su rostro, ambos nos enrojecemos y nos separamos con pena.

Ella vuelve a acomodarse el cabello y yo toso un poco para esquivar la incomodidad. Al decir verdad fue algo emocionante, ―siento que puedo arriesgarme con ella―, y ni siquiera sé su nombre.

El sujeto entró a la zona de las capillas del edificio, desapareciendo de nuestro rango de visión.

―Me llamo Tadeo Dávila. ―Le extiendo mi mano para presentarme.

―Un placer, Gamma Nava. ―Me contesta ella con una sonrisa, me toma de la mano y no la suelta.

―¿Gamma? ¿Cómo los rayos gamma? ―digo jugando un poco.

―¿Algún problema? ―Me discute con un enojo chistoso.

―Tu nombre completo suena como el de una fraternidad en una universidad gringa: «Los Gamma Nava» ―digo su nombre emulándolo con las palmas en el aire y rio un poco, ella me acompaña con otra risa.

―Pues el tuyo parece el nombre del cura en una iglesia o algo así. ―Me protesta con el mismo tono juguetón.

―Pues la verdad es un nombre bíblico así que no me extraña. ¿Recuerdas, Judas Tadeo? ―Trato de recordarle el origen de mi nombre, me gusta seguir jugando con su intelecto.

―¿El que vendió a Jesús por treinta monedas de plata? Claro que lo conozco ―responde ella muy orgullosa, pero se equivoca.

―Ese es Judas Iscariote… ―Le digo con una cara obvia a mi respuesta.

―¿Había otro Judas? ―pregunta asombrada.

―Entre los 12 apóstoles había dos Judas, no sé cuantos más habrá en la biblia ―impugno levantándome y le ofrezco la mano para ayudarla a pararse―. Tienes que leer más, es cultura general, Gamma. ―Y pronuncio su nombre para amenizar el encuentro.

Al levantarnos nos acercamos a las puertas del sitio, pero ella se sostiene de mi brazo cuando aquel sujeto bien vestido abre la puerta en su búsqueda. Por poco segundos, el sujeto y yo nos miramos a los ojos y esa sensación como la de un déjà vu se filtra en todo mi cuerpo, ese tipo me da mala espina.

Que gusto me da encontrar los frutos de mis maquinaciones articula el sujeto desde su particular voz―. Mucho gusto, Fedir Vasylchenko. ―Y me extiende la mano.

Gamma sostiene mi brazo con fuerza, ―no quiere que lo salude―, pero un instinto del deber y desafío me obliga a levantar la mano y apretarla contra la suya en el común saludo que todos conocemos.

―Mucho gusto. ―Le digo sin pronunciar mi nombre, no iba a proporcionarle el gusto de iniciar una conversación, después del saludo tomo a Gamma de la mano y trato de abrir la puerta del salón.

―Las líneas de sus designios pronto se confabularán en sus necesidades cabales ―pronunció aquel hombre, después que desapareciéramos de su vista.

No logro comprender con qué clase de intención venían esas palabras o qué significaban, ―y por la cara que tenía Gamma―, veo que ella tampoco.

El resto del día Gamma y yo disfrutamos de la compañía despojándonos un poco del tenue y pesado ambiente de la funeraria, intercambiamos nuestros teléfonos antes de irnos y seguimos hablando por mensajes de texto al marcharnos.

Necesitaba ir a mi apartamento, ducharme y explorar las habitaciones. Por otro lado, Gamma decidió quedarse en la funeraria para acompañar a los restos de sus familiares por lo que quedaba de la noche; su velorio duraría unos días más, debido que amigos y familiares en el exterior vendrían a consolarlos.

Capítulo 10

Diario de Gamma Nava

5 Días Antes del Suceso

 

Mi corazón idiota se acelera como una loca, creí que a partir de la muerte de mis hermanas y mis padres no tendría el poder para aumentar el calor de mi pecho y comenzar algo bonito, pero el día de ayer Tadeo me reconfortó y protegió de Fedir.

No creía en el amor a primera vista, ―es raro―, Tadeo no es el tipo de chico por el que me interesaría de esa manera, pero su manera de hablar y forma de ser me envolvieron de inmediato. No puedo sacarme su cara de mi cabeza, reviso mi teléfono cada minuto esperando un mensaje lindo de su parte, ―soy una tonta enamorada―… No debería ilusionarme tanto con él.

Mi desesperada misión se vería interrumpida con otra muerte si sigo enamorándome de él; Fedir intervendrá en ello… Aunque eso que dijo antes de entrar en la funeraria también me confunde, pareciera que Fedir conociera a Tadeo de alguna parte, es como si quisiera que nosotros nos encontráramos de un modo a otro. Lo dijo una vez: «Hay alguien pertinente para ti en algún lugar, puedo sentirlo», fueron esas sus exactas palabras.

Tengo miedo de lo que pueda ocurrir. En estos momentos estoy en clases, ―en la tarde iré a la capilla un rato―, perpetuaré una artimaña para ir a casa de Fedir y entrar por la ventana que dejé abierta.

Me pregunto: ¿Que estará haciendo Tadeo en estos momentos? Sé que estudia leyes, ―es muy inteligente―, sabe cómo meterse en mi cabeza y no salir, he leído que cuando te enamoras piensan en esa persona unas 50 veces al día, ―yo creo que excedo esa cantidad―, nunca me había sentido tan tonta y lo peor es que me encanta.

Odio esa mirada penetrante de Fedir, la forma en que posa sus ojos en mí, esa sensación escalofriante que me envuelve es una tela fría y engañosa, una telaraña de hielo que me mantiene alerta y a la vez inmóvil.

Es hora de partir, el dolor implacable llega a mi pecho al atravesar las puertas de mi colegio, normalmente mi padre venía a buscarme junto a mis hermanitas… No sé cómo soportaré vivir sin ellos y al hábito al que ya estaba acostumbrada. Por primera vez tengo que irme de aquí sola…

Almuerzo lentamente en mi casa, mi madre está en la funeraria. Al cabo de un rato, me ducho y arreglo para ir a acompañarla, ella debe estar sufriendo el doble que yo.

Me llevo una sorpresa grata cuando encuentro a Tadeo esperándome junto a mi madre, conversaban amenamente, ―lo que me resultaba extraño―, mi madre nunca había aprobado ningún chico para mí, todos les resultaban interesados y petulantes. Sin embargo, Tadeo y yo no somos nada, probablemente esa es la razón de su amistoso comportamiento con él.

¿Estará averiguando cosas sobre mí con ella? Es un chico lindo, me sonroso tan solo de pensar que cosas estaría preguntando sobre mí. Al verme se levanta entusiasmado, puedo notarlo en sus ojo brillantes, ―me gustan mucho―, se acerca a mí, me saluda con un abrazo por la cintura y deposita en mi bolsillo un chocolate, mi cara se torna de un rojo muy obvio, mi madre se percata de mis mejillas y con una tos oportuna se despide para ir al baño y dejarnos solos.

Ese pequeño detalle impacta directo en mi interés, esas cosas lindas son las que me convencen de mirarlo con ojos tiernos. Tadeo no es como Ancel que se interesaba solo en besarme y tocarme, el realmente intuye sobre mis intereses y sentimientos, ―por alguna extraña razón―, siento que debí haberlo conocido desde hace mucho tiempo.

Pasamos un rato hablado de muchas cosas, temas estúpidos e irrelevantes, que intervienen en el proceso de conocernos y gustarnos más. Dentro de pocas horas se efectuará el sepelio de su hermana, faltaba poco para irse y nuestra conversación dio un giro serio en el contexto maldito con respecto a las muertes a nuestro alrededor.

―¿Recuerdas el gato que te mencioné? ―Me pregunta él, asiento para que siga hablando, él cree que es una cuestión de mala suerte, presiento que tiene algo más que revelar―. Desde que me crucé con él, una chica con la que solía salir murió, mi hermana ahora pasó por el mismo acontecimiento, y tú me dices que has experimentado algo similar con aquel sujeto… ―Seguía charlando acomodándose el cabello hacia detrás.

―Fedir es el culpable de todo, no tengo duda en ello. No creo que nuestra maldición tenga que ver con un gato, alguien igual que mi profesor debe estar interviniendo en tu vida ―formulo esta conclusión, pero por cómo me mira sé que no logro convencerlo.

―Al ver a Fedir a los ojos supe inmediatamente que sobrevenía un aura mala en él, me da mala espina, ese tipo de ojos ya los había visto antes… son los mismos ojos verdes del gato negro. ―Tadeo hablaba con sus dedos índices colocándolos encima de sus labios, su pose seria atenuaba más el tenebroso tema.

Sin embargo, no creo que un gato pueda hacer y tener cualidades macabras como el profesor Vasylchenko.

―Ese gato podía hablar Gamma… Me habló, no fue mucho y quizá creas que estoy loco, pero pude escucharlo a la perfección, no fue un ruido ni un murmullo, su voz era clara. La sensación del escalofrió me invadió completamente, esa misma impresión que tuve cuando Fedir hablaba en su tono fantasmagórico y sombrío ―explicaba Tadeo, enfatizando los detalles―. Ese animal no es de este mundo, tiene los ojos verdes y lengua de serpiente. ―Ese último argumento lo confirmó todo, el gato negro y Fedir son un mismo conjunto maligno en nuestra contra. ¿Por qué a nosotros?

―Fedir… Fedir también tiene ojos verdes y lengua de serpiente. Pensé que estaba loca cuando veía esa cosa retorcerse en su boca ―respondo a sus comentarios.

―Es precisamente lo que quería comprobar, tenía el presentimiento que ambos tenían que ver en algo, pero si tú lo dices, no me cabe la menor duda ―argumentaba Tadeo asegurándose de todo, encajando piezas en su cabeza.

―¿Por qué hacen esto? ¿Qué quieren de nosotros? ―preguntaba entendiendo que no obtendría respuestas, mi cabeza se alzaba al techo desesperanzada.

―Te propongo que investiguemos un poco, creo saber dónde se esconde el gato. ―Tadeo formulaba un plan un poco básico, pero con las mejores intenciones―. ¿Tienes alguna forma de ir a casa de tu profesor? ―pregunta inconforme, quizá no quiere que me acerque tanto a Fedir.

―De hecho, ya he estado allá. ―De repente, recordé de inmediato las cosas y objetos que vi en su morada―. Ahora que mencionas al gato, Fedir tenía objetos extraños en su casa: gemas verdes, patas de gato disecadas, pieles de serpientes. ―Tadeo escuchaba todo atentamente, anotaba cada palabra en su agenda mental―. Lo más raro de todo fue su refrigerador, solo tenía leche, agua, pescados enlatados y congelados ―enumeré todo tal como lo recordaba.

―Comida para gatos ―dijimos los dos casi al mismo tiempo.

―El gato siempre se oculta en una casa muy vieja, en la segunda planta encontré un agujero enorme muy oscuro, quiero arrojar una cámara sostenida por un cable y… ―No dejé que terminara de hablar y lo interrumpo.

―¡La casa de Fedir también tiene un agujero en la plata de arriba, en el cuarto principal! ―Las coincidencias no paraban de aparecer.

Nos miramos atónitos a los ojos,  ―nuestros rostros casi se tocan―, pero no era el momento de ponernos románticos, correspondíamos en interesarnos en nuestra complejidad absurda. ¿Qué son Fedir y el gato negro?

La madre de Tadeo se asoma y lo llama, él hace un gesto de despedida y me besa en la mejilla, yo le hago señas para que me envíe un mensaje de texto cuando pueda desocuparse.

Tadeo es muy inteligente, tiene pensado ir a la casa del gato. Pues yo también iré a la de Fedir, pienso desenmascarar sus fechorías en mi contra.

Ha llegado la noche, ―por la mañana sepultaran a mis hermanas y mi padre―, por ahora me concentro en mi misión nocturna, preparo una pequeña mochila con varios utensilios para entrar a casa de Fedir, lo esencial: una linterna con baterías de repuestos, el chocolate que Tadeo me regaló y una botella de agua mineral.

Debería estar descansando en mi casa, ―mi madre todavía se encuentra en la funeraria―, no tiene ni idea de la locura que haré. Tomo un taxi con destino a varias casas antes de la misteriosa vivienda del profesor; ―según tengo entendido―, Fedir le gusta salir por las noches. Compruebo todo antes de entrar, ―las luces de la casa están apagadas―, no puedo ver si su auto está dentro de su garaje, ―no importa―, es la noche perfecta para irrumpir su privacidad.

Tengo buena técnica para escalar, de pequeña me gustaba estar en las copas de los arbolas como una primate, también soy una buena gimnasta así que no tengo ningún problema. Subo al pequeño techo de la planta alta y entro por la ventana que dejé abierta.

Afortunadamente seguía de esa manera, ―con mucho silencio―, entro dando pasos de ninja. Apenas voy colocando un pie y comencé a sudar a cantaros, ―nunca había hecho tal cosa―, ni siquiera había escapado de casa por las noches como hacen varias de mis amigas.

Esta habitación es un limbo, nada extraño que reportar, una dimensión aparentemente normal en todo el contexto; solo una pequeña cama, una mecedora y un armario con una puerta semiabierta. Me asomo sin encender la linterna, la luz de la calle me da un poco de visión, ―no logro distinguir que hay dentro―, parecen dos bloques de hielo enormes, ―uno encima de otro―, los toco, pero no están fríos.

Al encender la linterna capto de inmediato que guarda en su armario. Las pupilas de mis ojos jamás habían estado tan abiertas del temor… ¿Qué cosas tan horribles hace este hombre…?

Esos objetos no son bloques congelados, parecen una especie de ámbar verde solidificado, ―como un cristal hermoso―, eso no es lo que me aterra. Dentro de los bloques hay partes humanas, desmembramientos de personas colocadas dentro como parte de una colección caníbal y morbosa.

Dos pares de manos, unas piernas largas de mujer y también veo otros pequeños bloques con un par de orejas… ¿Qué clase de persona es Fedir? Ese hallazgo me turba de una manera impensable, ―estoy a punto de salir corriendo de la casa―, pero me armo de valor y decido terminar lo que empecé.

El pasillo sigue igual que la última vez, todavía no estoy segura si Fedir se encuentra en casa, ilumino con la linterna opacándola un poco con la palma de mi mano encima de la luz. Veo una tenue iluminación amarillenta en la habitación que no revisé, la puerta está abierta.

Asomo un ojo con mucho cuidado, trato de no respirar y entender qué hay detrás de la madera. Ahí estaba Fedir y no me agradaba en la manera que se veía. Arrodillado, desnudo y sudoroso fornicando con una chica rubia muy guapa, ―la penetraba con fuerza y furia―, ella gritaba de placer, ―pero sus ojos eran extraños―, como ida del mundo normal, desaparecida en su capacidad de razón, como si él la controlara.

No podía dejar de ver la escena, ―era tiempo de irme―, no quería que notara mi presencia. Al decir verdad, dudo mucho que lo hiciera en el afán de desfogarse con esa mujer. ¿Cuántas mujeres no querrían estar de esa manera con él? Incluso yo lo consentía en mis sueños húmedos, pero ahora me asqueaba y aterraba, ―sobre todo―, después de escuchar las perturbadoras palabras que Fedir le gemía a la chica, como una confesión de ácido derramada en mis oídos.

―¡Me encantan tus nalgas, Vanessa! Son perfectas para mi colección ―dijo Fedir, sin parar de empujar su miembro en ella, le sostuvo el trasero con ambas manos apretándolo y la nalgueó.

Mi miedo aumenta como una alerta roja resonando en mi cabeza. Casi resbalo en el suelo para huir, esa confesión significa una cosa: ¡Va a asesinar a esa mujer!

Por último, doy un vistazo al cuarto del agujero. Veo una luz roja que titila en su oscuridad profunda, se va acercando, ―sube poco a poco―, la ilumino con la linterna; veo un color gris, una especie de aparato con una cuerda amarrada a su alrededor ¡Es una filmadora!

Inmediatamente recuerdo a Tadeo, dijo que arrojaría una cámara dentro del agujero en la casa del gato. ¿Podría ser esta la misma?

La gravedad no le afecta o más bien la perspectiva de su dimensión está al revés, el cable y la cámara suben saliendo del agujero casi tocando el techo de la habitación.

De repente, el timbre ruidoso de mi teléfono suena a todo volumen. ¡Soy una idiota y olvidé colocarlo en silencio! Era un mensaje entrante de Tadeo, fue mi iniciativa para abandonar esa casa. Al correr por el pasillo veo la sombra de Fedir a través de la luz por debajo de la puerta, está a punto de abrirla, mi velocidad aumenta cual chita en la pradera y salgo por la ventana, me escondo un momento entre las platas que decoran el patio de la casa.

No distingo ver si el profesor llegó a asomarse. Al cabo de unos minutos, huyo inmediatamente en dirección a mi hogar.

Capítulo 11

Diario de Tadeo Dávila

4 Días Antes del Suceso

 

El enigma paranormal sigue siendo protagonista dentro de nuestra historia en conjunto. Todas las disyuntivas nos llevan a la misma parte, Gamma y yo estamos conectados de alguna forma.

Para mantener mi vida de soltero tengo una pequeña cuenta en una página de ventas online en Internet, compro y vendo aparatos electrónicos: cámaras, pendrives, mouses, cornetas, tarjetas de memoria, cables USB y ese tipo de artículos. La verdad siempre me ha ido bien y mi negocio prospera, con un poco de suerte en el futuro podré rentar un local y establecer una tienda física.

Ayer tenía una misión importante, tomé una filmadora y un cable largo resistente llevándolo a la vieja casa del gato. Adentro introduje la cámara filmadora conectada a mi laptop para observar qué había en su inmensa oscuridad tétrica.

Mi sorpresa fue tanta que me dejó mudo, desde el otro lado vi a Gamma, parada en una habitación blanca a oscuras. Estaba vestida de negro y no procesaba bien su imagen hasta que me di cuenta que era ella, la grabación estaba de cabeza como si ella caminara en el techo.

Mi primera reacción fue enviarle un mensaje de texto a su teléfono: «¿Dónde estás?» y lo recibió de inmediato. A través del video la vi revisando su celular, el brillo de su pantalla junto a la linterna que llevaba me confirmó su identidad, comprendí donde se encontraba… ¡Era la casa de su profesor!

Correspondiente a su abrupta huida, perpetué a jalar del cable antes que me descubrieran. Mi alteración me preocupaba, esperaba con ansias la respuesta del mensaje que le envié, ―temía por su seguridad―, mis intenciones habían sido perjudiciales para ella.

En la madrugada me vi en la necesidad de llamarla, hablamos unas horas narrando todo lo acontecido en esa noche: la espeluznante convivencia y hallazgos que Gamma había hecho, ―y por supuesto―, mi experimento con la cámara.

Según pudimos comprender ambos agujeros trenzan un nexo entre la vieja casa y la de Fedir, ―un portal―, o más bien una puerta paralela convertida en un vínculo de ambas partes. Una especie de agujero de gusano por lo cual al atravesarlo rompemos con las leyes de la física y la razón.

¿Será seguro atravesarlo? No quisiera comprobarlo, quizá un objeto común y corriente no se ve afectado… Pero, ¿qué pasaría si un ser vivo entra? O algo más curioso… ¿Para qué es utilizado? ¿De qué les sirve ir de una casa a otra? A menos que tenga otras funciones a parte de esa. ¿Cuántos agujeros como estos habrá en todo el mundo?

Nuestro dialogo se extendió hasta altas horas, necesitábamos dormir para recuperar fuerzas, descasamos el resto de la noche y continuamos nuestras respectivas monotonías. Le pedí disculpas a Gamma por no asistir al sepelio de sus familiares, ―ella comprendía mi ímpetu académico en la universidad―. Además, dedicaría otro tiempo para seguir investigando la morada añeja buscando otras pistas y coincidencias.

Estoy envuelto en una rutina paranoica, ―no hablo con nadie―, no me relaciono con ninguna persona. Parezco un antisocial desprovisto de intenciones amistosas, no quiero que nadie más se vea afectado por la maldición del gato. ¿Qué podría esperarnos a Gamma y a mí en este juego complejo? ¿Reducidos a eliminar todas las amistades para salvarlos de nosotros mismos? Eso no es vida, no podemos permitirnos vivir de esta manera.

Del mismo modo, esta usanza diaria comienza a irritarme, ir todos los días a esa casa humedad y mohosa no es nada agradable. Sigue siendo lo mismo cada vez que voy… ¡No encuentro absolutamente nada!

Esta noche me siento en el suelo, observo con profundidad el enigmático agujero. No me cabe duda que el profesor de Gamma sabe que vengo aquí a menudo, no puedo tomarme la libertad de volver a cometer el error de introducir la cámara de nuevo ahí, sabría que soy yo y conseguiría perjudicarnos.

No he visto al gato desde que murió Cristina. Esta sensación que experimento es confusa, me gustaría no verlo jamás, ―pero al mismo tiempo―, tengo un deber de encontrarme frente al gato y debatir un duelo, buscar respuestas y vengarme, ―aunque suene un poco rudo, cliché y absurdo―, necesito saldar cuentas con el felino.

Vuelvo a mi apartamento, esta nueva vida es incómoda. He dejado de entrenar los suficiente para dedicarme a las pesquisas, quiero que todo vuelva a la normalidad, a una vida monótona habitual con Gamma a mi lado, ―comienzo a quererla mucho―, y es obvio que la necesito en mi vida, no quiero cometer errores con ella, no consentiría dejarla ir.

Dejo el pequeño bolso en la mesa de vidrio de la sala, en la cocina bebo un vaso enorme de agua, ―acostumbro a tomar mucho líquido―, me encanta el agua. Habito a andar en mi hogar sin franela, es más cómodo y ligero para el calor que hace, para ahorrar energía solo enciendo el aire acondicionado en las noches, el resto del día no estoy en casa, ―y cuando lo estoy por las tardes―, trato de soportar un poco el calor.

En cuanto camino a mi habitación percibo algo raro en la madera de la puerta, ―hay algo escrito en ella―, unas palabras que me erizan los bellos de la nuca. «Bienvenido» escrito a rayas como si un demente escribiera con una pequeña daga en un árbol. Entonces entiendo lo que realmente es, ―son rasguños―, hechos con garras… ¡Garras de un felino!

Abro la puerta y está ahí, esperándome con su presencia maligna, ―en la comodidad en mi cama―. Al verme se levanta, nos quedamos inmóviles como la primera vez que nos vimos, ―mirándonos sin parpadear―, sus ojos son hipnotizantes, pero mi furia evita que caiga en sus tretas gatunas.

―¿Leíste mi mensaje? ―Me pregunta el gato moviendo la cabeza, no respondo―. Me costó mucho hacerlo, Tadeo. Justo a la altura de tus ojos ―explicaba muy sereno, como si me conociera.

―¿Qué quieres de mí? ―Le cuestiono con enojo, mi voz no se altera, también guardo calma, no quiero que salga huyendo, es rápido.

―A su debido tiempo, mi querido amigo. ¿Por qué no tomas asiento? ―Y señala la silla de mi escritorio.

En tanto caminaba, muevo mi teléfono fotografiando al gato y le envío la imagen a Gamma en cuestión de segundos.

―¿Quién o qué eres? ―pregunto sin quitarle la vista encima.

 Me siento en la silla en una posición de alerta.

―Creo que es obvio, Tadeo. Soy un gato ―contesta sonriendo y ríe un poco.

―Los gatos no hablan. ―Le protesto.

―Tampoco tienen lengua de serpiente. ―Y abre la boca, mostrándome su apéndice largo de reptil, tal parece que su demostración le hacía gracia.

―¿Por qué mataste a mi hermana y a Diana? ―Vuelvo a formularle otra pregunta, mi ceño comienza a fruncirse a medida que no contesta mis ataques verbales.

―No recuerdo haber hecho tal cosa. Ellas murieron accidentalmente ―contestaba moviendo su cabeza a un lado.

Su actitud taimada es incómoda, siento que no me presta la atención adecuada, solo está jugando conmigo. 

―¡No me jodas, fuiste tú! ―Esta vez no pude aguantar gritarle.

Mi alarido lo altera, salta de la cama escalando por la pared hasta unas tablas de madera donde tengo exhibidos algunos libros y adornos.

―Tengo que precisar y hacer hincapié al explicar que la mala suerte se apoderó de ellas. Yo nunca les puse una garra encima, ¿o me equivoco? ―Se excusaba la criatura.

―¡Esa mala suerte la trajiste tú! ―Vuelvo a gritar.

Estoy mirándolo donde está parado, con gracia esquiva los libros y objetos, salta hacia una cómoda y piensa su respuesta, buscando las preguntas con la mirada hacia arriba. 

―Pero es necesaria mi querido amigo, debo ser menester de tu bienestar, y no puedo consentir que personas incomodas desarrollen un vínculo fuerte que obstaculice mi cometido ―comenzaban a conceder las respuestas que necesitaba, no era claro su expresar y palabras, o probablemente yo no entendía del todo.

―¿Qué me estas queriendo decir? ¿Qué es lo que quieres? ―Seguía preguntando con más esmero.

Desabrochaba las respuestas poco a poco, era difícil mantener una conversación con el gato, de haber dicho algo incorrecto o quizá aburrido en su interés, se habría ido.

―Quiero que seas feliz, Tadeo. Que nadie te moleste, ni te haga daño. Digamos que soy un jugador tramposo en un juego de ajedrez, me encargo de eliminar las piezas del tablero para que mi rey esté a salvo con su reina. ¿Comprendes? ―Declaraba la bestia en el tono único asexual de su voz.

Ahora me doy cuenta y no sé qué género sexual posee este gato. De repente, ―de un gran salto―, vuelve a posarse en mi cama, por poco me toca.

―¿Por qué te importo tanto? ¿Cuál es la razón para matar a todos a mi alrededor? ―pregunto en voz alta, al mismo tiempo esas preguntas resonaban en mi mente―. No voy a permitir que le pongas una garra encima de Gamma. ―Lo señalo con el dedo mientras aprieto el puño de mi otra mano.

―Oh no, no, mi querido amigo. Mis mejores intenciones van en pro a tu relación con la señorita Gamma. ¿Conoces la historia del hilo rojo del destino? ―Me pregunta esta vez a mí, su relajación ante mi presencia es tanta que ahora reposa acostado entre mis almohadas.

―No la conozco… ―Sus palabras depositaron un poco de confianza.

Sin embargo, ―seguía alerta―, no puedo fiarme de la palabra de un asesino.

―Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse. Sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca se rompe ―narraba el felino lamiéndose las patas―. Cuenta que el hilo rojo está amarrado en los meñiques de sus dueños, destinados a encontrarse a través de las décadas del tiempo. Una unión perfecta entre dos seres vivos, un vínculo que no puede romperse nunca. ―Continuaba su explicación, moviendo su pata asomando su uña del meñique.

―¿Gamma y yo nos conectamos con un hilo rojo? Que ridiculez. ―Le niego rotundamente.

Sé que hay algo especial entre ella y yo, ―un cierto vinculo irrompible como dice el gato―, pero no me creo la historia del hilo rojo del destino.

―Haces mal en no creerme. Mírame bien, estos ojos verdes pueden ver los hilos rojos de todas las personas en el mundo. ―Con las garras señala sus ojos, grandes y helados que aumentaban el frío en su mirar―. Lo interesante del hilo rojo entre ustedes es el brillo que emana. Está tenso y firme, no falta nada para que ustedes estén juntos por siempre. Ese es nuestro trabajo, Tadeo. ―Termina de explicar y se estira completamente.

―¿Nuestro? ―pregunto levantando la ceja―. Entonces… Fedir sí tiene algo que ver contigo. ―Confirmo con la mirada, el felino se revuelca un poco y vuelve a sentarse.

―Por supuesto. Fedir es mi compañero incondicional, mi fiel amigo. Juntos en la tarea de protegerlos y permutar en sus bienestares ―impugna con orgullo al pronunciar el nombre del profesor.

―¿Cuál es su verdadero propósito? ―Investigaba sin confianza, en el fondo sabía que no me respondería―. No me trago el cuento de felices por siempre ―voceo con alteración.

―Me decepciona tu desconfianza ―dice, saltando al marco de la ventana y camina por el alfeizar de la misma.

―¿Qué son ustedes? ¿Por qué Fedir tiene bloques de cristal con partes humanas? ―Le preguntaba con rapidez, estaba a punto de marcharse.

―Demasiadas preguntas por una noche, Tadeo. ―Y defenestró por la ventana su cuerpo gatuno.

 Al asomarme por la ventana lo vi corriendo por las paredes del edificio como si se tratara de un reptil o un insecto escurridizo.

Capítulo 12

Diario de Gamma Nava

3 Días Antes del Suceso

 

Al recibir la imagen del gato enviada por Tadeo me estremecí hacia la pared de mi cuarto. Era la primera noche en mi casa, ―en lo que respecta a la soledad eterna―, sin mis hermanas y mi padre. Hoy fue la última vez que los vi físicamente, ―sin embargo―, sé que siempre estarán conmigo.

Tadeo estaba en problemas, se encontraba con el productor de sus maldiciones, el ejecutor de sus seres queridos. Yo tenía miedo por él, con solo ver esa imagen del gato negro con ojos verdes me temblaban las manos, la misma sensación que siento con Fedir. Tadeo debió sentirse igual la primera vez que vio al profesor en la funeraria.

No me atrevía a interrumpir esa reunión diabólica, tenía miedo que mi interrupción con un mensaje a su teléfono lo distrajera y acabara en un percance, aún peor del que se encontraba.

Tras varias horas de espera, mi teléfono vibró y la luz encendió indicando la llegada de un mensaje nuevo por parte de Tadeo. Al igual que la noche pasada en donde relaté mi controversial descubrimiento de Fedir, era ahora el turno de Tadeo y reveló la enigmática conversación con el gato negro parlante.

Una conversación reveladora y secreta, solo nos deja más incógnitas sin respuesta. Al igual que Tadeo, no pienso creer el cuento de que simplemente quieren vernos a él y a mí felices.

Por otra parte, ―me confirma una cosa―, de alguna manera él y yo estaremos juntos, mi glamoroso plan de perder la virginidad ya no me interesa, el verdadero amor tocó mi puerta y no estoy pensando en cerrársela a Tadeo. Es mi chico especial y no cometeré ninguna equivocación en nuestra relación, no voy a permitir que nada nos pase.

Mi madre toca la puerta y se acerca a mi cama, me soba el cabello como normalmente hace para despertarme, nota la humectante mancha de lágrimas en mi almohada y me deja reposar. Me da un beso en la frente y me dice al oído que siga durmiendo, ―todavía sin abrir los ojos―, le doy las gracias. Hoy no iré a clases.

Al levantarme hago mi rutina, asearme y cambiarme de ropa, ―me gusta andar en ropa interior en mi casa―, mi padre siempre me repetía que era un mal ejemplo para las trillizas, ―por lo tanto―, hoy arropo mi cuerpo con una de las gigantesca franelas largas de mi papá, ―me llega casi a las rodillas―, todavía conserva el característico perfume que mi mamá siempre le regalaba en Navidad.

Me quedo recostada en una hamaca en el pórtico que da al patio de mi casa, ―hace mucho calor―, pero una brisa cálida me mese un poco y refresca. Como siempre recibo el mensaje de buenos días por parte de Tadeo, yo le respondo y comenzamos nuestra tonta charla de bobos enamorados, esas que me hacen comenzar el día con una sonrisa de oreja a oreja, ―él sabe cómo hacerme sentir bien―, tengo ganas de verlo.

Nos ha venido a visitar una tía junto a mi primo Oliver, ese primo muy íntimo donde pensaba despojar mi virginidad si las cosas con Ancel no resultaban del todo bien. Se encontraba sentado en la hamaca conmigo tratando de consolarme, ―al decir verdad―, no le prestaba mucho atención a sus balbuceos y tristes intentos por conquistarme. Yo hablaba plácidamente con Tadeo por el teléfono, saber que proporcionaba tiempo para mí, ―incluso estando estudiando en la universidad en ese momento―, demostraba que yo era de suma importancia para él, ser la persona por la que piensa a cada momento me hace la chica más feliz del mundo.

De haber estado en mi perpleja situación anterior, llevaría a Oliver a mi habitación para quitarle los pantalones de un jalón, ―es bastante guapo―, un atleta nato y excelente, ―digno de llevarse mi virginidad―. De hecho, hace algunos años nos intimamos un poco, nos besamos y tocamos mucho hasta que casi nos descubren, después de esa noche no pudimos o tal vez no nos atrevimos a cruzar esa línea incestuosa. Quizá por el probable hecho que Oliver ha tenido muchas novias y por la manera de su personalidad estoy segura que tuvo sexo con todas ellas, en esa ocasión probablemente era virgen y se encontraba en las mismas fluctuaciones que me encuentro yo ahora.

Oliver y yo tenemos una relación jocosa, ―claro está que él por su lado y yo por el mío―, nos jugamos un poco con mensajes un tanto subidos de tono, lo morboso era parte de nuestros juegos, por ello él era una de mis opciones más rápidas. Por desgracia para mi primo, sus planes para acostarse conmigo viajaron por el inodoro, mis deseos están completamente depositados en cualquiera de las intenciones que Tadeo quiera hacer conmigo, ―con el propósito de estar con él―, estaría virgen hasta el fin del mundo.

Mi primo se acomoda a mi lado en la hamaca, ―estamos muy pegados―, me abraza de la cintura y dibuja círculos en mi ombligo, ―sé lo que trata de hacer―. Se aprovecha de mi situación sentimental delicada, y pues… Como todo hombre está excitado al verme en calzones, ―siempre lo he dicho―, mi trasero es un imán masculino, ―no le culpo―, pero no logrará pasar de estos gestos caritativos, el pobre de Oliver se irá a su casa con las ganas de comerse esta colita que ya tiene dueño.

Le aprieto la nariz a Oliver y me bajo de la hamaca, ―creo que soy un poco mala―, exagero un poco el movimiento de mis caderas para ver la reacción de mi primo, ―sé que está viendo mis nalgas―, sobre todo cuando acomodo mi braga para que no se meta dentro. Los hombres son muy fáciles de seducir, todos son iguales.

Sigo sin prestarle atención, subo a mi habitación para seguir escribiéndome con Tadeo a solas, Oliver es muy insistente, sigue entrometiéndose. Voy a darle crédito por esto, una vez escuché que el 90% del éxito se basa en insistir, pero Oliver será derrotado por el 10%.

Oliver se acerca a mí rozando su mano con la mía, de repente me da un beso en el cuello, me incomodo al instante y volteo la mirada fulminante como la de un tigre rabioso. No le da ni tiempo de verme a los ojos cuando me besa en la boca sosteniendo mi cabeza con ambas manos.

De un golpe en el pecho lo separo de mí, me levanto de un salto a la defensiva.

―¿Qué te pasa, idiota? Yo tengo novio. ―Le grito limpiándome los labios.

―Que importa, yo también tengo novia. Solo vamos a divertirnos. ―Se justifica con una excusa horrenda y sosa.

El osado de Oliver intenta otro acercamiento agresivo, me toma por la cintura con una mano y me aprieta una nalga con la otra. Estoy más que enojada, mi primo no conoce mi fuerza y con un empujón, ―aun con mayor poder que el anterior―, lo arrojo a la pared del otro lado del cuarto.

El estruendo de la pared tumba algunas cosas de las tablas pegadas al muro. Tengo muchos trofeos, premios y medallas que he ganado en mis competencias de baile, pero hay uno específicamente peligroso y punzocortante: en la punta de la estatuilla, una bailarina levanta su mano en una posición recta, ―que si se observa de lejos―, es la viva imagen de una lanza hermosa.

De alguna manera el ambiente tétrico se posó sobre nosotros, Oliver se encontraba en el suelo tratando de cubrirse sobre las cosas que caían sobre él, fue el destino cruel que levanta su rostro con la mirada bien abierta esperando ver el final de los objetos que llovían sobre él, pero no fue así… El último trofeo caía en picada directo a su ojo, en donde la pequeña estatuilla de la bailarina lo apuñala como una asesina danzante.

Nuestros gritos al unísono despiertan el terror en toda la casa, yo caigo al suelo espantada, ―la mala suerte sigue rodeándonos―, la maldición no se ha roto. Oliver grita desesperando tratando de tocar el trofeo, pero con miedo a retirarlo de su ojo. Las malas influencias de lo maldito siguen moviendo los hilos, Oliver tropieza con uno de los objetos en el suelo cayendo boca abajo en el piso, el poderoso trofeo de acero termina por incrustarse completamente en su rostro dejándolo inmóvil en el suelo… sin respirar. Una muerte fulminante.

Mis gritos espantosos llegan a todas partes, mi madre y mi tía corren hacia mi habitación, el sobresalto y pánico en sus rostros pálidos era indescriptible. No pude parar de llorar el resto del día, no pude ver a mi tía a la cara tras este inimaginable accidente…

Minutos después de llanto y preguntas sin responder, los forenses se llevaron el cuerpo de mi primo, otras autoridades más cumplían con su deber interrogándonos, no podía soportar otra muerte más… vivir así no tiene sentido.

Mi trauma no me dejaba descansar, el peso de la muerte de Oliver está en mis hombros, he estado todo el día en mi cama sin hacer nada, ni siquiera me he atrevido a hablar con Tadeo por teléfono… ¿Qué me ocurre?

Mi teléfono celular titila con su luz característica, probablemente Tadeo esté preocupado al no contestarle, ―me animo un poco―, toco la pantalla para ver el mensaje, para mi sorpresa no es el hombre de mis sueños… más bien el de mis pesadillas. Este texto viene por parte de Fedir diciendo: «Mi más sentido pésame, querida».

Mi ira acrecienta como el agua hirviendo en una tetera, con prisa cambio mi ropa y cojo una pequeña navaja tipo bisturí del estudio de mi padre, ―él era arquitecto he utilizaba estos utensilios para sus trabajos―. Estoy dispuesta a salir a casa de Fedir… ¡Pienso poner fin a estas tragedias de una vez por todas!

Mi madre no está en casa, acompañó a su hermana en cuestión de asistirla con la muerte de Oliver, ―mi madre es muy fuerte―, sabe cómo ayudar a las personas.

Cuando estoy a punto de salir me llevo una grata sorpresa, Tadeo está ahí en el pórtico de mi casa, esperándome como un príncipe encantador aguardando a ayudar a su amada. Es la persona indicada que necesito en este momento, me enamora saber que siempre está ahí cuando más necesidades requiero.

―Tadeo… ―pronuncio su nombre casi como un grito.

Salto hacia él abrazándolo con fuerza, ―debo contarle lo que sucedió con mi primo―, pero no quiero arruinar el momento de mi felicidad con una historia triste.

―Perdóname. ―Escucho decir a Tadeo en mi oído.

Después desliza sus labios por mi mejilla acoplándolos finalmente a los míos, una perfecta conexión como si el universo esperará el momento de nuestro amor radical y verdadero.

Fue un sentimiento jamás experimentado, una fusión de galaxias estallando dentro de mi boca directo hacia mi corazón. Recorriendo nuestros cuerpos, ―el beso del amor verdadero―, como un éxtasis de sensaciones amenas para nosotros en un solo instante.

―De la nada comenzaste a ser mi todo, no sé cómo en pocos días eres mi prioridad desde que me levanto hasta que me acuesto ―dijo Tadeo, susurrando todo en mi boca, nuestros labios seguían casi pegados.

Estuve a punto de gritar: «¡Te Amo!» con toda la fuerza de mis pulmones, pero sus palabras restantes me fulminaron.

―Me gustas demasiado como para ponerte en peligro, Gamma… Debemos separarnos, no es nuestro momento ―recita cada palabra alejándose, una fuerte puñalada en mi corazón.

―Podemos superar esto juntos, hay que detenerlos… ―Le rogaba como una niña tonta―. No te vayas, por favor… ―Comenzaban a salir las lágrimas.

¿Cómo podía decirme eso después de ese beso?

―Ellos están tramando algo, Gamma. Involucra que estemos juntos, no creo en el mágico destino donde el hilo rojo nos unirá, pero sí vamos a estar juntos. No hoy, ni mañana, pero lo estaremos. ―Estaba de rodillas a la reja del pórtico, no podía creerlo, juntos podíamos con todo, Tadeo comete un error, uno por amor.

―Temer en lo que podría pasarnos no nos ayudará en nada, Tadeo… ¡No huyas! ―Le grito enojada.

―Precisamente por esto es que no debemos vernos. No podemos confiar en el gato y el profesor, si seguimos juntos antes de deshacernos de ellos… No sé qué irá a pasar. ―Esta vez logro ver las lágrimas que él mismo se tragaba, también estaba sufriendo y por el hecho de amarlo… también lo dejo ir.

Capítulo 13

Diario de Tadeo Dávila

2 Días Antes del Suceso

 

Me siento terrible apuñalando a mi amor con mi propia lanza, ―algo que con tanto esmero sembré―, ahora arranco el fruto de nuestra relación desde la raíz… Es mejor de este modo, no hay manera que esos individuos estén aquí solo por el hecho de vernos felices, sé que hay algo detrás de esas miradas falsas.

No soporto la condición en la que terminé con Gamma… ¿Qué estoy diciendo? Ni siquiera éramos novios, nunca hubo un encuentro fortificado para llegar a ese punto de la relación, apenas nos dimos un primer beso hace poco y fue el de nuestra despedida.

Es incomprensible como ella logra estar en mi cabeza todo el tiempo, no puedo despejar la mente. Siempre en las películas y libros me parecía ridículo y embustero esos personajes que al ver cualquier cosa en la calle o en su vida diaria le recordaba a su persona ideal… Ahora soy yo quien me siento un idiota cuando cualquier estupidez me recuerda a Gamma, creo de verdad por primera vez estoy enamorado.

Me siento como un virgen inexperto, un patético clandestino en el ámbito del amor, ―he tenido novias―, pero a la par de mis sentimientos jamás había deseado tanto a una mujer. Nunca me había interesado el bienestar de una chica por encima del mío, tengo la necesidad de protegerla, mimarla y consentirla así me falte de comer.

Antes me preguntaba: ¿Qué es el amor? Ahora lo entiendo, amar es encontrarles un sentido a todas esas canciones románticas que antes te preguntabas: ¿Por qué las escriben de esa manera?

Ahora tengo un propósito, uno en pro de una persona, mi deber es acabar con todo lo que nos reprime a estar juntos. La próxima vez que vea al gato… me atrevo a decir que no sobrevivirá.

A partir del momento que declaré mi separación con Gamma sé que no tardará mucho en aparecer en mi camino. Ahora llevo conmigo a todos lados esa arma de juguete de balines, pero con un extra detonante. Conseguí comprar en Internet unos balines mortales, una especie de pequeñas esferas de acero que, ―sin duda―, funcionan casi con la misma efectividad que una bala real.

Comienzo mi día como normalmente sucede, la monótona rutina se hace presente, ya estaba acostumbrado a enviarle un mensaje de buenos días a Gamma… El hábito es una fuerza temible, ―y por poco lo hago―, minutos después recibo un mensaje de ella,  el texto decía: «Buenos días». No le contesto.

Espero que mis días encontrando al gato transcurran rápidamente, no podré aguantar la significante y desgarradora vida rechazando todos los días a la mujer que amo. Es mi semana de exámenes en la universidad, ―planeo estudiar con mucho esfuerzo―, entrenar el doble en el gimnasio para acumular actividades y transcurra todo con más velocidad. 

Más pronto que tarde la oscuridad en forma de bestia se presentaba en mi hogar, ―escucho entre las sombras un maullido―, seguido de una puerta rasgándose. Salgo de mi habitación con el revólver de juguete oculto debajo de mi franela, ―espero que no sospeche de mí―, normalmente no uso franelas estando en mi apartamento.

El cuadrúpedo animal negro se encontraba parado en dos patas en medio de la sala del apartamento, sus ojos destellaban un brillo irritado, su desinterés en conversar se percataba, estaba enojado.

―¿Cómo osas romper tu relación con la señorita Nava? ―grita la bestia, mezclando su voz con un chillido doloroso para los oídos.

No tengo intenciones de responder e iniciar una conversación convencedora con mi enemigo. No lo pienso dos veces, mi mano abanica hacia mi espalda sacando el revólver, en cuestión de segundos la mira en mis ojos se posa sobre la presa adversaria, el dedo aprieta el gatillo sin preámbulos y el proyectil vuela libre atravesando el viento.

El felino oponente es rápido y audaz, puede moverse con velocidad, pero no es un rival digno para una bala con la potencia del disparo enfurecido. El impacto es crucial y certero, no pude darle en la cabeza como un experto francotirador, pero la sangre del animal brota por un costado; un agujero en sus costillas donde emana un líquido que no pensé que fuera a perturbarme tanto… ¡Su color es verde! Un verde fluorescente y brillante en la oscuridad, como esas pinturas luminosas que usan en los grafitis en las calles.

La bestia herida corre por todo el apartamento maullando de dolor. Sigo disparando, no consigo atinarle otro mortal ataque, se gasta mi munición y para mi mala fortuna el gato logra escapar rompiendo el vidrio de la ventana sin antes amenazarme.

―¡Te arrepentirás de esto! ―amenazó con una voz mucho más latente en mi cabeza.

No pasan más de 5 minutos cuando mi teléfono celular se vuelve loco con llamadas entrantes de un número desconocido, espero que no sea Gamma tratando de llamarme… En este caso me preocupo, a estas alturas… ¿Podría el gato haberse comunicado con Fedir y herir a Gamma?

Contesto el teléfono con las buenas noches, ―como supuse―, era un problema… No de las proporciones que pensaba.

―¿Tadeo… Tadeo Ávila? ―pregunta una voz masculina gruesa del otro lado de la línea, no me deja responder y sigue hablando―. Se que estas escuchando, tenemos a tus padres amordazados en una esquina… Supongo que quieres colaborar con nosotros ―menciona el sujeto, dejándome sin habla.

Mi tráquea traga con dificultad, trato de asimilar las palabras del sujeto hostil. Mi padre es un médico un tanto adinerado, pero no con la suficiente riqueza para que alguien quisiera secuestrar a mi familia… ¿En qué demonios están pensando esos tipos? 

―Presumo que recuerdas la dirección de tu casa ―conjetura el secuestrador, como un reflejo le contesto con un sí―. Esto será fácil, muchacho. Nos llevaremos algunas cosas junto con la camioneta. La cuestión es que tu padre se hace el pendejo y no quiere aflojar el bolsillo, ¿entiendes a donde quiero llegar? ―determina tosiendo un poco, puedo notar que es un fumador activo.

―¿Cuánto quieres…? ―Le pregunto asustado, sé que la cantidad será exuberante.

―Dame los números de cuentas, claves y demás de todos los bancos donde tus padres tengan cuentas afiliadas, incluyendo las extranjeras. También las tuyas y de tu difunta hermana ―reclama el sujeto y puedo detectar su sonrisa de malicia a través de la línea―. Eso sería todo, de lo demás me encargo yo. ―Volvió a toser entre líneas.

―¿Nos vemos en mi casa? ―pregunto como un tonto.

Estoy muy nervioso, el tipo ya había finiquitado anteriormente el encuentro.

―Te quiero aquí en una hora. Si llamas a la policía los matamos, si vienes acompañado los matamos, si vienes armado los matamos. ¿Lo captas? ―concreta con un postrero tosido y cuelga el teléfono.

Luego de 30 minutos después de la llamada estoy parado a metros de mi casa, esperando el aviso que me indique la hora correcta de entrar a mi antiguo hogar y tragarme toda rabia y angustia. 

Al cabo de un rato mi teléfono suena, contesto la llamada y sigo las órdenes del sujeto al pie de la letra. Entro al pórtico de mi casa, un tipo me cubre con un pasamontañas en mi cabeza, ―bajándolo hasta mi barbilla―, ocultando cualquier rastro de mi visión.

A continuación, ―escucho la voz en persona―, me sienta en una silla y me arrastran a la mesa. Se perfectamente que estamos en la sala de estar, no quieren que pueda identificarlos con la mirada. Prosigue la tortura, alguien me golpea la nuca, un abatido no tan fuerte, pero si lo suficiente para ponerme más nervioso.

―Sin preámbulos, muchacho. Danos el papel ―exige la voz en mi espalda.

Saco de mi bolsillo una hoja carta doblada con toda la información que requerían. El hosco hombre toma el papel y lee en voz alta los números y claves con su característica corta tos y un poco de risa.

Después de escuchar susurros entre los secuestradores, siento un impacto eléctrico en la nuca, fui atacado por un taser y me desmayé instantáneamente.

Cuando despierto, ―horas después―, no encontré nada… Como bien habían dicho se llevaron varios objetos personales. Para colmo, dejaron una nota cerca de mí explicando que no devolverían a mis padres, hasta tener la certeza que los datos que les suministré fueran correctos.

Capítulo 14

Diario de Gamma Nava

1 Día Antes del Suceso

 

Me encuentro viviendo un mundo en distopía, la negación rodea mi aura, es la parte más triste de toda mi vida… ¿Cuántos sepelios tendré que soportar? Estoy harta de la muerte que me rodea, ayer asistí al velorio de mi primo Oliver…

No he podido ver a mi querido Tadeo, ―la melancolía que sobrepasa mis tristezas―, es la persona que necesito conmigo, y no puedo tener su apoyo en estos momentos. Él tiene razón, en cuanto acabe esta horrible maldición la relación será apertura de nuestra felicidad.

Abro mi teléfono celular solo para revisar nuestras antiguas conversaciones, ver su foto de perfil y pensar todas las cosas que podríamos hacer juntos. Es como si hubiesen arrancado una parte importante de mí, algo indispensable del día a día… ¡Tengo que encontrar la forma de recuperarlo!

Las cosas van de mal en peor, el día de ayer mi madre presentó unos síntomas muy graves, cayó desmayada en un coma repentino que no saben explicar, ―ahora estoy realmente sola―, viviendo en sepelio en mi propia casa, esperando noticias buenas que sé que nunca llegaran. Ahora mi resolución es definitiva, tengo que matar a Fedir para acabar con lo que me hostiga y atormenta.

Tengo esperanzas que Tadeo tenga la misma idea que yo, si ambos acabamos con nuestros enemigos podremos estar finalmente juntos, sin remordimientos y penas atadas a nuestras espaldas.

Me había armado de valor para acabar con el profesor… Sin embargo, la ruptura con Tadeo me desplomó… Pero, ¿qué estoy diciendo? Ni siquiera éramos novios… o quizá… no sé qué pensar, ―nuestra relación es especial―, a pocos días de conocernos sentimos que somos el uno para el otro, no era necesario pedirnos ser pareja para formalizar lo nuestro, ―era algo bonito―. Las mejores cosas llegan cuando menos las esperas, pero siempre en el momento indicado.

Visito a mi madre en el hospital, los médicos no saben dar explicaciones sobre lo que sucedió con ella, se encuentra en una especie de letargo soñoliento en el que podría despertar en cualquier momento o permanecer dormida toda la vida. Me lastima mucho ver a mi madre de esta manera, ―es un motivo más para atacar a Fedir―, librar a mi madre de este sueño eterno y salvarle la vida.

Es hora de irme, requiero ir a mi casa a descansar un poco, tomar algunas cosas, asearme y volver a cuidar a mi madre en el hospital. Entre mis necesarias diligencias, ir a casa de Fedir es la prioritaria.

La brisa fría da la bienvenida a las gotas de la garua que baña las calles de la ciudad de Maracaibo. Hacía mucho tiempo que no llovía, ―es una ciudad soleada y acalorada―, nos hacía falta un poco de lluvia fresca. Mañana la humedad y el calor, ―consecuencia de esta lluvia―, serán insoportables.

Saco mi paraguas, desde la mañana se pronosticaba la tormenta, las nubes negras les dieron los buenos días a los marabinos. Soy precavida con estas cosas, no quiero enfermarme con la primera lluvia de estas temporadas.

Camino a mi casa, entre la lluvia veo una sombra parada en la puerta de mi morada, me pongo un poco nerviosa, no tengo nada con que defenderme a acepción del paraguas.

Es un hombre, lleva un suéter con capucha, o más bien un impermeable ceñido al cuerpo. Sigo caminando, planeo pasar al lado de la persona sin intenciones de entrar a mi casa. Si es alguien sospechoso mejor sería irme, con el semblante fuerte de la lluvia dudo que pueda reconocerme.

Coloco mi vista de águila, con el rabillo del ojo observo con atención de quien se trata… Es una grata sorpresa la que me llevo, ―sin embargo―, me llena de una inmensa tristeza al verlo tan desolado, cabizbajo y sufrido… Tadeo me esperaba ahí, mojándose en la lluvia.

―Gamma… ―pronuncia mi nombre con dificultad.

Es la única persona que podría reconocer con tanta lluvia en la cara, ―y a pesar de estar totalmente empapado―, puedo distinguir las lágrimas en sus mejillas.

No me importa bañarme en la lluvia con tal de poder abrazarlo de nuevo, me lanzo sobre él apretándolo con todas mis fuerzas, no quiero verle huir de nuevo. Siempre creí que el escenario romántico perfecto sería un beso en la lluvia, un beso de amor sentimental grandioso, pero aquel beso que nos dimos era más una reconciliación, un pegamento que unía todas las piezas rotas de nuestro interior, que se habían desquebrajados por tantas tragedias al mismo tiempo.

Entramos a la casa tomados de las manos, nuestra conexión era un flujo eléctrico o más bien magnético que no nos podría separar nunca. Tadeo llevaba horas esperándome, nos secamos un poco la cabeza y le sirvo un té caliente. Al cabo de unos segundos me narraba el espantoso atentado a su familia, ―no sabía a dónde acudir―, tenía miedo de llamar a la policía y que mataran a sus padres, estaba perdido, solo y desorientado, necesitaba un hombro donde despojar sus penas y yo no le iba a negar nada esta noche.

Él esperaba con ansias y terror la llamada de los secuestradores, también tomé la libertad de contarle mis penas y el estado de mi madre. Somos dos cómplices sobrevivientes de los males que nos rodean. Hoy es el día que finiquitaremos nuestros planes, no será necesario pedir perdón entre ambos, acabáremos con todo a partir de este momento.

―¿Quieres que tomemos un baño? ―Me atrevo a preguntarle.

Estoy sentada en sus piernas, nuestros rostro se rozan y creo que jamás me había sonrojado tanto en mi vida como cuando Tadeo dijo que sí a mi petición.

Nos besamos con frenesí en el baño, nos quitamos la ropa como unos dementes, ―a pesar del poco tiempo de conocernos―, ya queríamos saber todo de cada uno, especialmente cada centímetro de nuestra piel desnuda.

Un instante mágico que parecía eterno, mirándonos fijamente analizando cada parte de nuestro cuerpo sin abrigo. Tenía muchos deseos de mostrar todo lo que tengo para él, y me sorprende bastante lo musculoso y definido que es Tadeo, no como esos típicos muchachos grandes y fortachones, su cuerpo es como el de un gimnasta fortalecido por el ejercicio, ―me recuerda a mí―, me gusta mucho, valió la pena esperar por él.

Entramos en la ducha, las caricias y besos no paran, muerde mi cuello con pequeños pellizcos hasta bajar a mis senos. También me gusta jugar con él, le devuelvo los mordiscos en los labios y en los brazos, me cuesta morderlos son duros y firmes.

Enjabonamos parte por parte, nuestra intimidad crece en cada acto de amor, abrimos paso a una ventana que no podrá ser cerrada por nada. Haremos el amor como dos locos enamorados, somos dos astros en el cielo que vuelven a juntarse para siempre.

No terminamos de secarnos bien, Tadeo me abraza por la espalda, me hace coquillas y caricias en mi oreja. Pronto me lleva cargada como una princesa, abre la puerta con su pierna y se queda parado mirando el pasillo.

―¿Cuál es tu habitación? ―Me pregunta con una sonrisa.

Me muero de la risa al ver su cara de tonto, le indico la dirección y entramos directo a la cama.

Comenzamos el acto, la tan esperada unión de nuestros seres, ―las almas que vuelven a juntarse―, un destino inevitable. Es curioso como una persona que llega a tu vida siendo nada, puede convertirse en tu todo.

Amo sus caricias, la manera como consiente cada parte de mí, besa mis senos y vientre, algo que los demás chicos no se atrevían a hacer. No soy voluptuosa en mi área del pecho, siempre quise exhibir y recibir este tipo de cariño. 

Se que soy atrevida, ―no tengo miedo al sexo―, quiero tocar y comer todo de él, ―sé que me ama―, quiero volverlo loco de amor, tanto como lo estoy yo ahora. Mi mirada revela mi virginidad y que quiero perderla, no necesito apresurar las cosas, hoy se acabará el reto que yo misma me impuse.

Muerdo y lamo sus abdominales, es el sueño de toda chica y no pensaba que tendría la oportunidad de tener un novio tan dotado. Veo que le gusta mucho mi trasero, no para de apretarlo cuando nos besamos, me encanta saber que mi parte favorita de mí, también es extrema encantadora para Tadeo. Sé que será lo que más le gusté de mi cuerpo desde este momento, ―cuando me siente sobre él―, nublaré su mente en buen sentido, me convertiré en su fantasía sexual más grande, ―al fin de cuentas―, él es la mía.

La noche fue asombrosa, la pasión nos volvió protagonistas uno del otro, ―no solo en el acto sexual―, sino también en cada gesto y palabras que intercambiamos cuando quedamos abrazados sin despegarnos, ―inclusive―, esos segundos sin hablar en donde solo nos mirábamos a los ojos sin pestañar. En mis ideologías y pensamientos nunca imaginé que estar abrazada en la cama al hombre de mi vida, sería más placentero que el mejor sexo del mundo.

De repente, un ruido en la casa rompe con nuestra majestuosa y pacifica redada, escuchamos unos rasguños en la puerta. En mi instinto lascivo cuando entramos a mi habitación recuerdo haber puesto el seguro de la puerta en caso de emergencia, ―sin embargo―, comenzó a abrirse…

Tengo miedo de mirar, abrazo a Tadeo con recelo. Él está alerta, a punto de bajarse de la cama, ―estamos desnudos―, la incomodidad también está presente.

Cuando la puerta termina de moverse puedo verlo… El animal que ha estado atormentado a Tadeo todo este tiempo… ¡Esta ahí! Parado en dos patas imitando a un ser humano, tan espeluznante que no podría compararse con Fedir. ¿A esto se ha estado enfrentando Tadeo todo este tiempo?

A Tadeo no le importa bajarse de la cama desnudo,  sostiene con la mano la silla de mi escritorio y la levanta. El gato produce un gruñido tan fuerte que nos paraliza a ambos; al abrir su boca pude distinguir la lengua de serpiente entre sus dientes.

―No vengo a hacerles daño, mis queridos retoños. Estoy aquí para felicitarlos a pesar del enojo que tengo hacia ti, Tadeo ―dijo el gato.

Su voz me erizaba la piel, nunca concebí imaginar que un animal hablara de esa manera. Se tocó la costilla donde está herido, ―Tadeo fue producto de esa cicatriz―, él sí tuvo la ocasión de enfrentar a su némesis.

―¿Qué quieres de nosotros? ―pregunta Tadeo, arrojándole la silla.

La habilidad motora de esta criatura era evidentemente la de un ágil gato feroz, esquiva la silla saltando encima de ella y queda en la punta de las esquinas de mi cama. Estoy muerta del miedo y me cubro casi toda con la sábana.

―Su unión fue perfecta, mañana nos despediremos. ―Y volvió a irse tan rápido como esquivó aquel ataque defensivo de mi novio.

Capítulo 15

Diario de Tadeo Dávila

Día del Suceso

 

La noche ocurrió algo que no debí fomentar. En mi razón de existir me encontraba desboronado por dentro, ―sin poder levantarme o reaccionar―, necesitaba de ella… Gamma es el único motivo que me queda para seguir viviendo.

Estoy claro que la maldición del gato se encuentra fuera de mis capacidades, caer en cuenta que no podemos hacer absolutamente nada para defendernos es frustrante… Muy en el fondo Gamma y yo entendemos que nuestros padres no sobrevivirán. ¿Qué es lo que realmente el gato y Fedir quieren de nosotros? Lo averiguaremos hoy, no nos importa morir en el intento porque… ¿De qué sirve vivir en un mundo que muere?

Amanse y permanecemos abrazados, no sé si ella ha despertado, pero mi mirada queda sutilmente embelesada observándola, ―nunca había contemplado tanto un rostro―, no acostumbraba a ver a una chica de esta manera. Me siento feliz, lleno de energía para luchar por nosotros, quiero permanecer así por siempre, sentir la necesidad de protegerla y saber que es reciproco.

―¿Cuánto tiempo llevas despierto? ―habla Gamma medio dormida, no abre los ojos y me aprieta con fuerza.

―Lo suficiente para apagar las alarmas de los teléfonos ―mencioné, tratando de entender cómo ella ni se movió al escuchar las alarmas.

―¿Sonaron las alarmas? ―dijo riéndose―. Soy una dormilona. ―Y me besa disculpándose.

Nos levantamos y estiramos los músculos, queremos estar más tiempo acurrucados, pero tenemos en cuenta que debemos disponer de nuestro día para planificar la escena del crimen asesino que nos librará de la maldición.

―¿Tienes pastillas del día después? ―Le pregunto un poco preocupado entre tanto comenzaba a vestirme. Ella todavía estaba desnuda, se notaba que le gustaba exponerse a mí, le gusta que la mire―. Recuerda que no usé preservativo. ―Vuelvo a recalcar la importancia del acto.

―Compré unas píldoras hace poco. Revisa esa gaveta, están debajo de un pañito. ―Indica Gamma, señalando su escritorio con el dedo.

Mientras busco, decide acomodar la sábana de su cama, todavía esta desnuda y puedo verle todo desde esa distancia, ―es una chica divertida―, sé que está haciendo eso a propósito.

―Aquí no hay nada Gamma… ¿Las tienes en otro lado o quieres que vayamos a la farmacia a comprar unas? ―Le aconsejo y le arrojo su ropa íntima a la cara sugiriéndole que se vista.

―No puede ser, yo las escondí ahí. ¿Buscaste bien? ―Gamma saca la gaveta y tira todo el contenido en su cama, revisa todo, preocupada y aun desnuda―. ¿Y si mi mamá las descubrió? ―Se pregunta a ella misma inquietada.

―De haberlas descubierto las dejaría ahí, no creo que una madre responsable como la tuya quiera que su hija se embarace ―digo, ayudando a acomodar todo en la gaveta―. Vístete y vamos a comprar unas. ―Vuelvo a insistir, tocándole el trasero.

―Las pastillas funcionan hasta 3 o 5 días después de tener relaciones. No te apresures Tadeo ―aclara Gamma, ajustándose la ropa interior.

Terminamos de vestirnos, para desnivelar un poco la tensión que había creado con el tema de las píldoras. Preparo un desayuno muy delicioso, un omelette de queso con tostadas de pan, después de esto es innegable que el corazón de Gamma es para mí.

―Tenías a escondidas eso de chef. ―Me elogiaba Gamma, mientras seguía comiendo.

―¿Eso de chef? ―pregunto con carcajadas―. Solo sé cocinar un par de cosas, nada gourmet en realidad. ―Al decir verdad soy muy modesto.

Ella ríe con mi comentario, de repente un ataque de tos la agobia, me levanto y le palpo la espalda, Gamma va directo al fregadero y escupe un cumulo de baba mezclado con jugos gástricos y comida. Está mareada, siente náuseas y corre al baño a vomitar, la escucho desde la puerta del baño y comienza mi preocupación. 

―¿Te encuentras bien? ―Fue una pregunta estúpida. Sin embargo, no podía dejar de hacerla.

―Me duele mucho el vientre… ―dijo tocándose los abdominales.

En este momento las cosas fueron a un rumbo caótico, veo un pequeño bulto en su barriga.

―Oh mierda… ¿Qué es esto? ―No puedo evitar pronunciar esas palabras.

Toco su vientre, está creciendo como un globo de carne, inflado por el aliento de una fuerza maligna.

―¡Hay algo ahí, Tadeo! ¡Se mueve! ―grita con un gemido adolorido―. ¡Tienes que sacarlo, ayúdame! ―Comienza a desesperarse.

El trauma en mi rostro es evidente, tengo que fomentarle calma antes que su desesperación se convierta en algo peor.

La sostengo en mis brazos, ―su peso ha aumentado considerablemente―, antes de nuestro encuentro sexual era tan liviana y frágil, ahora a causa de este extraño suceso siento que levanto una roca tiesa.

Corro con cuidado hasta abrir las puertas de la casa, ―me cuesta mucho―, no encuentro las llaves indicadas de cada cerradura. Gamma no para de gritar y gemir, estas enigmáticas contracciones de lo que sea que tenga dentro la van a matar.

En cuanto abro la reja de entrada un automóvil deportivo color verde se estaciona frente a nosotros, el vidrio de la ventana baja en cámara lenta revelando la identidad del conductor. El profesor Fedir nos mira con sus ojos luminosos, ansioso por hablar insinuándonos su victoria.

―¿Quieren que los lleve? Parece que tienen un inconveniente ―pregunta con su sonrisa malévola, escucho como los bonotes de su puerta suben invitándonos a entrar.

Lo ignoro y corro hasta la estación de taxis más cercana, ―está cerrada―. Acuesto a Gamma en una banca, su monstruoso “embarazo” crece inmensurablemente, no logro entender que está pasando dentro de ella. Trato de buscar ayuda, ―mi celular está muerto―, no encuentra señal por ninguna parte, ni siquiera la suficiente para enviar un mensaje, ocurre lo mismo con el teléfono de Gamma.

El carro de Fedir aparece a pocos metro de nuestra vista, no veo a nadie por ninguna parte que pueda socorrernos… Ahora que lo veo mejor, desde que salimos de la casa, no hemos podido ver a nadie circulando por las calles. A estas horas de la mañana suele estar infestado de gente por todos lados, las horas picos son el fomento de embotellamientos, quejas y ruidos en la ciudad, pero no veo a nadie…

Está jugando con nuestro entorno. ¿Hasta qué punto pueden llegar sus habilidades sobrenaturales?

―Hoy es un día especial, chicos. Al igual que el fenómeno que alinea los planetas, estamos ante un suceso que converja las dimensiones y solo aquellos con un verdadero hilo rojo atado a su meñiques pueden estar despiertos… Listos para nuestros planes ―explicó Fedir, confundiéndonos aun más.

El profesor baja del auto y camina a paso lento hacia nosotros. Tengo mi arma de juguete, este contexto ha sobrepasado nuestras expectativas de un enfrentamiento. Soy el hombre de la relación, tengo que asumir la responsabilidad de defendernos a ambos. Apunto con ambas manos a Fedir, ―no podré herirlo de muerte―, pero a pocos metros de mí, he visto una rama de árbol bastante gruesa debajo de unas jardineras, ―si consigo hacer todo rápido―, podre eliminarlo antes que ocurra otro acontecimiento paranormal.

Inicio una serie de disparos hacia el hombre que camina, las balas parecen desaparecer o desviarse hacia un plano diferente, como cuando la lluvia no tocaba al gato negro la noche en que murió Diana… Factiblemente el felino pudo haberle advertido sobre mi arma.

Salto por encima de los arbustos y cojo la rama gruesa. Fedir desparece de mi vista, giro la mirada para todos los sentidos, pero mi visión es opacada cuando la mano del profesor me sostiene la cara tapándome los ojos. Siento como estrella mi cabeza contra el asfalto de la carretera y me desmayo.

Mis ojos abren a paso lento, la vista se ajusta y atenúa. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Ya es de noche, logro levantarme del suelo. Gamma está a mi lado, ―su barriga es inmensa―, en cualquier momento podría estallar. Sigue dormida, pero sus quejas no se detienen, está sumergida en su peor pesadilla.

Trato de despertarla, ―es inútil―, su estado de somnolencia es muy pasado, no creo poder cagarla en esas condiciones. Miro a mi alrededor, es un lugar conocido… ¡Estamos en la vieja casa del gato!

El agujero negro está ahí, mi vista se ajusta perfecta a la oscuridad. Hay un brillo verdoso desde el hueco, un rayo de luz verde emana desde sus profundidades hasta el techo de la habitación, como una especie de fuego que no quema. Se expande al chocar con la superficie y los restos de la luz en el techo se mueven como hilos de humo.

Desde el resplandor verde entra el profesor Fedir con sus características vestimentas elegantes, mostrando su apéndice de reptil.

―Mi ataque de narcolepsia ya dejó de propagar sus efectos en ti, Tadeo. Te felicito, eres un muchacho muy resistente. ―Aplaudía Fedir.

La luz verde constante difundía un ambiente aterrador, la oscuridad y el brillo del efecto contraluz, causaba un resultado más potente en el brillo de sus ojos verdes.

Fedir chasquea sus dedos, Gamma despierta de su inconsciencia. El dolor era tal, que no podía levantarse y sostuvo mi mano con fuerza, casi desquebraja los huesos de mis dedos. Al tomarla de los brazos, un fluido frío bordeaba mi piel y un dolor insoportable me amenazaba con la misma intensidad que las contracciones de Gamma.

Nos contraemos atrayendo nuestros sentidos y dolores juntando nuestros cuerpos, abrazamos nuestro último aliento de energía. Puedo ver un pequeño rostro estirado en la piel del vientre de Gamma, ―ambos somos fuertes―, tenemos el esfuerzo, la capacidad y la determinación de ganar, nos ponemos de pie para enfrentar a Fedir a pesar del insoportable dolor en la piel y en el alma.

―Que hermosos se ven tomados de la mano, pero ha llegado el momento de despedirnos ―destaca Fedir, frunciendo el ceño.

Nuestra piel comienza a oscurecerse, el vientre de Gamma emana una energía oscura como si un espíritu tratara de salir.

―Me sorprende la resistencia que ambos comparten ―comenta el profesor, acomodando sus dedos antes de charquearlos.

―¡El miedo nos hace fuertes… pero el amor nos hace invencibles! ―Gamma grita con fuerza antes de abalanzarse contra Fedir.

El sonido de los dedos de Fedir tronando, retumba en nuestros oídos como una explosión y el dolor incrementa a fórmulas magistrales. Un sufrimiento más allá de lo imaginable se posa encima de nosotros.

El fulgor de las llamas del haz de luz verde se intensifica al igual que una llamarada infernal. Gamma y yo caemos al suelo sin poder mover un musculo, el dolor es insoportable. La luz demoniaca toma la forma de un gigantesco ojo verde fantasmagórico, como el de una serpiente.

Aun tomados de las manos nos arrastramos para abrazarnos una última ocasión. Algo extrae nuestra energía vital, ―envejecemos con cada segundo―, nuestra piel se arruga como pasas adelantadas por el tiempo, los rostro se vuelven añejos e irreconocibles, la vista expira y comienza a cegar… De un momento a otro, la vida se apagaba y dejamos de existir.

Capítulo 16

Diario de Fedir Vasylchenko 

1 Día Después del Suceso

 

La noche del suceso fue un completo éxito, estos retoños humanos jugaron el papel que les asignamos con cada pieza que movimos a la perfección, ningún detalle escapó a nuestras expectativas.

Conjurado nuestro anatema de compromisos llevamos a cabo la misión de encontrar las perfecciones humanas a nuestra conveniencia. Existieron muchos sujetos de prueba en nuestra infinita búsqueda del amor verdadero, ciertamente nuestros ojos tienen la habilidad de detectar el famoso hilo rojo del destino y, ―vaya casualidad―, que encontramos a uno sumamente poderoso en esta ciudad, el que vinculaba a Tadeo y Gamma.

Fue cuestión de colocar las piezas y jugar correctamente en su entorno para juntarlos finalmente y comenzar a germinar lo que una vez introduje dentro de Gamma, aquella vez que nos besamos e intimamos en ese pequeño cuarto.

Sé que la entrometida chiquilla estuvo rondando en nuestra casa, ―al igual que Tadeo lo hizo―, en la contra parte desboronada al otro lado del agujero. La importunada descubrió mi exquisita colección de partes humanas, que había estado obsesionado con recolectar para nuestro objetivo final.

Ya está listo, el perfecto cuerpo femenino guardado en los cristales de peridoto dentro de mi armario. El cristal en estos momentos adhiere las partes separadas fusionándolas en un cuerpo divino digno de una diosa… o más bien de una sensual demoniza.

Solo faltaba un último ingrediente especial para darle vida al cuerpo inerte de mis sueños.

Ese día en especial, las grietas dimensionales se juntaban abriendo el portal de donde habíamos venido, dándonos la oportunidad de invocar aquello que nos regalaría la vida… vida que se gestaba en el vientre de esa chica.

Posado frente a los jóvenes, vi como nuestra confabulación daba frutos abstractos, ―en sus lechos pobres de muerte y amor―, la criatura en el vientre de la jovencita creció desmesuradamente adsorbiendo la juventud de sus padres, hasta dejarlos flacos e improvistos de vida;  unas momias, huesos blancos cubierto de piel fina a punto de convertirse en polvo.

El retoño estaba ahí, tan obeso como un humano y más grande que un infante común, llorando en su agonía de inocencia e ignorancia.

El haz de luz verde produjo otra convergencia, las garras felinas aparecieron a mi lado sentándose a mis pies. El ingrediente final para nuestra finanza estaba ahí, llorando frente a nosotros. «El corazón y alma de un inocente». Aún me hacen gracias las palabras de aquella noche.

―¿Como algo tan horrible puede guardar en su interior la escancia pura y necesaria? ―preguntó mi felina deseosa.

―La verdad no comprendo las dimensiones de esta raza humana. Pero ya estamos aquí, mi querida Zidarla. El restante requisito para darte el cuerpo que tanto deseamos ―pronuncié felizmente.

Después de semejante atrocidad contra lo humano, despojamos el cuerpo cuadrúpedo del felino conduciendo el fluyo de su alma hacia el mañana. El ingrediente final también fue introducido para poner punto final, el corazón del recién nacido.

Sentado en una banca, observo como aquel cuerpo perfecto de mujer, ―con un ceñido y sensual vestido negro―, balanceaba sus caderas caminando hacia mí, con un par de helados de color verde en sus manos.

―¿Cuántos te tardaste en acostumbrarte a tu cuerpo humano, cariño? Todavía siento que puedo caminar en cuatro patas ―menciona la mujer que antes había sido un gato negro con ojos verdes y lengua de serpiente.

Ahora vivo con mi amada Zidarla en el cuerpo que construimos para ella, al igual que hacía algunos años habíamos construimos el mío.

El humano es unido por un hilo rojo hermoso, pero a nosotros nos une un hilo verde asombroso e indestructible. Desfogamos nuestras sexualidades majestuosas en los cuerpos sensuales de los humanos, es la única razón por la que vinimos a este sitio desde aquel otro plano abstracto y deplorable… Ser humano es fascinante, existente y satisfactorio. Ellos dijeron que el miedo los hacía fuertes, pero el amor los hacía invencibles… No cabe duda que esa hermosa frase perdurará en nuestra memoria por siempre, ―al fin y al cabo―, nuestro amor pudo más que el de ellos.

FIN

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