[DISCLAIMER]
El siguiente contenido es una obra de ficción, incluye detalles y textos que abordan desórdenes alimenticios, actividades ilícitas y temas relacionados con la baja autoestima que pueden rosar los temas de suicidio y autolaceración. Recomendamos discreción y consideración antes de continuar. Si estos temas pueden resultarte perturbadores o desencadenantes, te sugerimos proceder con precaución o abstenerte de leer este material.
A pesar de que era pleno mediodía, a Lorena le gustaba tener las cortinas y ventanas cerradas, devorando en una tenue oscuridad su dormitorio. La luz de la habitación parpadeaba de vez en cuando, revelando la inmundicia en la que vivía.
Había montañas de ropa sucia, desperdicios de envoltorios de comida, cajas rotas y vacías, incluso algunas bolsas y envases de plástico con comida que empezaba a pudrirse. El olor era insoportable y atroz, Lorena no solía ducharse muy a menudo, no usaba desodorante, colonias o productos de higiene personal y belleza. Era una floja irremediable, le molestaba levantarse de su silla para ir al baño, teniendo por ahí regadas unas cuantas bacinillas con orine de varios días.
Los únicos motivos para moverse y levantar su pesado y maloliente cuerpo obeso, era la necesidad fisiológica de defecar y cuando algún repartidor de comida o envíos, tenía la mala suerte de tocar la puerta de su apartamento para una entrega, ―normalmente, comida o alguna cosa inútil que había comprado por Internet―.
Su inactividad física, ―en casi todos los sentidos―, la había convertido en una especie de morsa en un hábitat monótono y sin sentido, su cuerpo obeso estaba casi a punto de sobrepasar los límites de la salud, le costaba respirar, roncaba cuando dormía y sufría de taquicardias cuando se enojaba jugando videojuegos en línea, o cuando un repartidor no sabía localizarla, o no quería subir a su piso a dejar la entrega y la obligaba a bajar 2 pisos del edificio para recoger el paquete.
A pesar de sus problemas corporales y sufrir terribles daños mentales, ―por su propia imaginación―, su constante negación de belleza y aceptación, pensando que vivía en un mundo que la rechazaba por su sobrepeso y una terrible baja autoestima, Lorena sabía que era buena en su trabajo y en los videojuegos. Sus habilidades para relacionarse socialmente eran pésimas, pero se las arreglaba para tener un par de amigos online y algún que otro conocido con el que se topaba en las redes sociales, servidores de videojuegos o foros con temas de su interés.
Cuando consiguió su contrato para trabajar desde casa le pareció extraño que la empresa le había llevado una computadora muy antigua y extraña, esas con el CPU reposado en horizontal, un monitor cuadrado y gordo, ―con un bonito―, y viejo mouse con ruedita. Lorena trató de buscar ese modelo de computadora en Internet, sin conseguir información alguna. Al encenderla, ni siquiera tenía un sistema operativo común, debía ingresarse a través de un programa arcaico con letras de pixeles gruesas y verdes sobre una pantalla negra, y hacer «login» con el nombre de usuario y contraseña que la empresa previamente le había asignado.
Al activar la máquina, una serie de códigos en la pantalla la enviaba al sistema de la compañía. Lorena trabajaba para una plataforma del mismo rubro en redes sociales, más centrada en videojuegos y publicidad, entretanto los usuarios se divertían creando sus propios videojuegos y compartiendo sus creaciones con otros usuarios, en varios servidores de realidad virtual con sus propios avatares.
Lorena, junto a otro gigantesco grupo de personas detrás de la plataforma GameSphere, se encargaban de la revisión manual de las páginas webs de los clientes que requerían hacer publicidad directamente en la plataforma online dentro de los videojuegos. Había una gran cantidad de reglas que debían seguir para que sus «Ads», fueran aprobadas según las políticas de anuncio en la plataforma. Reglamentos legales, segmentación por países y lenguajes, y clasificación de anuncios acorde a su producto o servicio.
Generalmente a Lorena le parecía un trabajo aburrido, cada día durante 16 horas hacía lo mismo: revisar páginas webs, ―una por una―, y cerciorarse de que ninguna violara las políticas de publicidad y de la plataforma. Era un proceso monótono; revisar una imagen, leer el texto y entrar a los links para eliminar o reportar cualquier actividad sospechosa dentro de GameSphere; clasificar el tipo de anuncios, restringirlo por edades y sectores, ―si era necesario―, o simplemente desaparecerlo de la plataforma.
A pesar de estar en un círculo de aburrimiento, Lorena se las ingeniaba para distraerse con música, podcast o clases que solo debía escuchar. Cosas que podía hacer durante el trabajo para no parecer que desperdiciaba el joven tiempo de su vida a sus 26 años. Lo que más le gustaba era escuchar audiolibros con historias interesantes de drama.
Un particular día, ―revisando el contenido―, se topó con un anuncio que parecía haberse hecho con programas de diseño retro, ―rozaba un poco lo vintage―, se notaba que quizá era una imagen antigua, que probablemente habían editado para cambiar cierta información. De inmediato le pareció sospechoso, no por el evidente y extraño diseño, sino por el texto y la extraña imagen que ostentaba.
El anuncio era de un color rojo intenso, con letras verdes que resaltaban de una manera incómodamente llamativa, el título decía: «SOMÁCULA» en letras mayúsculas y grandes, luego en inglés: «Build your dream body», «Construye el cuerpo de tus sueños». Seguido de una extraña imagen un tanto pixelada y borrosa, ―casi como una censura intencional―, de lo que parecía ser un refrigerador o un congelador grande.
El texto de la publicación colocaba lo mismo, junto al link que Lorena debía revisar: «www.somacula.com», junto con los emojis de una nevera, un doctor, una jeringa con sangre, y los típicos emojis de partes del cuerpo: manos, ojos, piernas y brazos… Un anuncio sumamente extraño y sospechoso.
―¿Podría ser un videojuego indie de terror o algo así? ―se preguntó a sí misma.
Moviendo el mouse de la computadora, hizo clic en la página web.
La pantalla se fue a negro, una leve luz verde titilaba en la pantalla hasta que aparecieron las letras escribiendo: «SOMÁCULA», de un color turquesa fluorescente. El estilo de la web desentonaba al diseño de la publicidad.
El fondo negro se opacaba revelando el interior de un refrigerador vacío. Con una leve luz que se fundía en el antiguo negro.
«The perfect soma that all the maculas want to see and desire», fueron las siguientes palabras que aparecieron en la pantalla. «El soma perfecto que todas las máculas quieren ver y desear”. Lorena no entendía mucho algunas palabras que leía, pero siguió adelante en la página.
Le dio un escalofrío en la espalda, esa misteriosa ambientación de Somácula ya le daba mala espina desde el principio, de seguro tendría que removerla, algo le picaba en la curiosidad, quería saber más.
El sitio web, parecía una especie de venta de órganos de la deepweb, algo evidentemente ilegal. Había escuchado de compañeros de trabajo que se toparon con sitios similares, ―por lo general―, Lorena solo había visto los comunes nuncios ilícitos con venta de drogas, armas, servicios de hackeo o prostitución; existía un grupo dedicado a la investigación de contenido pornográfico, especialmente por la sexualización de menores de edad, ―Lorena nunca quiso formar parte de ese grupo―, a pesar de que tenían un sueldo un poco más elevado. En esta ocasión era la primera vez que se tropezaba con algo que le erizaba la piel.
En este caso, Somácula daba aires con sospecha de un gran fraude para sonsacar dinero. Lorena controló el cursor con el mouse posándose encima de una barra, al hacer clic se desplegó una especie de menú con preguntas y respuestas. Lorena las traducía al español automáticamente en su mente.
«Sabemos cómo te miran los demás. Se siente diferente, ajeno, extraño… lejano. ¿Qué harías al respecto?:
1.-Esforzarte para mejorar por tu cuenta. Enfocarte en consumir una dieta saludable y agendar una rutina de ejercicios a tu vida diaria.
2.-Aplicar a nuestra ayuda para crear un cuerpo perfecto para ti.»
A Lorena la invadió la curiosidad, además debía revisar exhaustivamente la página web, por lo que presionó la segunda opción.
Automáticamente se desplegó el siguiente menú:
«Las personas de tu alrededor no te entienden, creen conocer lo que piensas, lo que sientes, lo que comes o lo que no… Pero nadie mejor que tú, conoce lo que tienes y no tienes en tu cuerpo. ¿Sufres alguno de estos desórdenes alimenticios?
1.-Anorexia.
2.-Bulimia.
3.-Trastorno por atracón.
4.-Obesidad.
5.-Vigorexia.
6.-Ortorexia.
7.-Potomanía.
8.-Drunkorexia o ebriorexia.
9.-Otros.»
Después de un largo y doloroso suspiro, Lorena pensó detenidamente si quería admitir que sufría uno de esos trastornos. Apretó los dientes y seleccionó con vergüenza la opción número cuatro.
La siguiente pregunta apareció:
«Aislarse de la sociedad es una manera segura de protegerte de los demás, de priorizar tus necesidades, de pensar en ti y lo que te gusta. Hablar es complicado cuando ni siquiera puedes verte al espejo, pero con un cuerpo perfecto. Cualquier persona querrá conocerte. ¿Qué tipo de cuerpo delgado te gustaría tener?
1.-Atlético.
2.-De baja estatura.
3.-De alta estatura.
4.-Voluptuoso.
5.-Reloj de arena.
6.-Musculoso.
7.-Fashion Model.
8.-Delgado común.
9.-Piernas largas.
10.-Torso largo.
11.-Otros.»
Se sintió abrumada ante tantas respuestas, realmente en algún punto de su vida deseó ser delgada. Sin embargo, nunca había pensado de qué manera quería lucir. Por lo que quiso seleccionar «Delgado común», pero en el último segundo se arrepintió y marcó la opción número uno.
«Un cuerpo deportivo y atlético es atractivo por sus connotaciones disciplinarias y rítmicas, has seleccionado una de nuestras mejores opciones. Estamos cerca de los pasos finales para construir el cuerpo perfecto. ¿Cómo te gustaría iniciar?:
1.-Construir por partes el cuerpo perfecto usando referencias reales.
2.-Usar nuestros modelos predeterminados.»
En este punto, Lorena bufó decepcionada, pensó que había conseguido algo turbio e ilegal. Al leer la primera opción, entendió que se trataba de alguna especie de juego creepy interactivo y que, al seleccionar la primera opción, simplemente «armaría» un cuerpo con recortes de imágenes mal hecho en Photoshop y mejorado con IA. Así que presionó la opción número uno.
«Eres una persona atrevida y te gusta experimentar. Estamos curiosos por conocer tus delicados y exquisitos gustos corporales. Pero primero que todo, tocaremos un lado sensible y polémico. El mundo está lleno de distintas etnias, razas y culturas, el cuerpo que piensas crear por partes, ¿cala en alguna de estas categorías?
1.-Caucácico.
2.-Afro.
3.-Latino.
4.-Medioriente.
5.-Asiático.
6.-Otros.»
Podría considerarse que Lorena era una mestiza en términos étnicos o de razas, su madre tenía ascendencia europea y su padre asiática, por lo que sus rasgos faciales eran una mezcla caucásica con ojos bastante rasgados. Siguiendo esa lógica en su mente y puesto que Lorena era una fanática del k–pop y la música oriental, eligió la opción número cinco.
«En Somácula no creemos en las barreras de géneros, puedes ser lo que siempre has querido ser, no hay límites en la sexualidad. Sin embargo, respetamos los gustos de cada persona, los modelos asiáticos han aumentado su popularidad con el auge de la cultura coreana con el k–pop, sus idol y doramas; como también por la gran variedad de animes provenientes de Japón.»
Inconscientemente Lorena asentía con cada lectura. De repente no hubo más preguntas, y el texto siguió escribiendo:
«Ahora entraremos en la parte más divertida del juego. Analizaremos los resultados de tus búsquedas, verificaremos ciertos datos y nuestro equipo biológico experto en anatomía, podrá procesar los datos para comenzar el empalme y la incubación.
Comencemos con algo sencillo. En nuestra barra de búsqueda, escribe qué tipo de cabello te gustaría tener, una referencia real como un idol de k–pop nos ayudaría mucho más en un rastreo más específico.»
Y apareció una barra de búsqueda, parecida a la de Google.
Con suave velocidad, Lorena escribió: «Cabello violeta y corto, como el de Su-Suyeon.»
La pantalla empezó a parpadear mostrando una lluvia de imágenes de la idol Su-Suyeon, en una cantidad tan exagerada que a Lorena no le daba tiempo de distinguir las fotografías. Luego de unos cuantos segundos de búsqueda, el programa se detuvo y la pantalla volvió a la normalidad con otro mensaje:
«¡Felicidades, Lorena!
Hemos procesado la primera solicitud. Pronto recibirás un paquete de nuestra parte. El equipo de Somácula te desea lo mejor, volverás a contactarnos pronto.»
En ese instante la página web se actualizó por sí sola, mostrando un error en la pantalla como si el sitio web no existiera y generara un error de carga.
Lorena sintió un aterrador escalofrío desde la espalda hasta la nuca, le sudaron las manos y tragó saliva lentamente.
―¿Cómo supieron mi nombre…? ―se preguntó, tras temblarle la mandíbula.
Después del misterioso encuentro con el anuncio publicitario de Somácula dentro de GameSphere, la imagen con el link desapareció de la plataforma de revisión. Durante varios días, Lorena estuvo buscando y buscando, preguntando a otros compañeros de trabajo si habían encontrado algo similar o si habían escuchado sobre Somácula, nadie daba una respuesta positiva. Lorena tenía miedo de buscar el sitio web en su computadora o teléfono personal, le atemorizaba pensar que, ―quizá―, si el anuncio era falso, más bien fueran un grupo de hackers tratando de acceder con nuevos trucos a sus datos bancarios o personales para estafarla o robarla.
Cuando se cumplió una semana, ―durante una tarde normal de trabajo―, sonó el timbre del apartamento de Lorena. Ella entrecerró los ojos, no había pedido nada por Internet u ordenado comida. Hizo como que no escuchaba y permaneció en silencio, el timbre volvió a sonar repetidas veces. Cuando sintió que la persona del otro lado se había ido, Lorena se levantó con esfuerzo de la silla y arrastró sus pies hasta la puerta. Observó por la mirilla y no vio a nadie.
Cuando abrió la puerta vio un paquete en el suelo, una caja plástica, de un material parecido al hule, de color negro mate. La movió con la punta del pie, era ligera. Lorena dio un corto vistazo a los lados y tomó la caja hasta su sala de estar. Retiró de un golpe varios plásticos y envases sucios de la mesa y puso la caja encima.
La caja tenía una cinta de seguridad del mismo color. Lorena la retiró con cuidado, comprobó que la caja estaba cerrada por imanes y seguros, que se despegaban con facilidad al levantar la tapa. Cuando la abrió, un olor a plástico nuevo le invadió la nariz, en su interior unas pequeñas luces iluminaban el contenido. Brotaba frío por las paredes blancas acolchonadas, como si fuera un refrigerador.
Al asomarse, Lorena palideció, la comida del almuerzo casi se le devuelve por la tráquea. Se tapó la boca, ―asustada―, e intentó gritar, pero su susto era tanto que se le ahogó el habla.
Corrió a la cocina y buscó unas pinzas grandes que usaba para cocinar. De vuelta, introdujo la pinza tocando el contenido de la caja, cerró los ojos al apretar una bolsa de plástico sellada al vacío con un líquido. Levantó la bolsa observando con más atención lo que tenía adentro.
Era un cúmulo de cabellos de color violeta, muy hermosos y brillantes. Parecía una peluca, pero al mirar de cerca, había unos pequeños vestigios de manchas de sangre dentro de la bolsa.
―Es mentira…―dijo, después de soltar la bolsa.
La peluca en el plástico quedó colgando en el borde de la caja.
Lorena se tiró al suelo de espaldas, arrastrándose hasta chocar contra la pared. Sacó su teléfono y googleó el nombre de Su-Suyeon. Los primeros resultados arrojaron las últimas noticias sobre ella, Lorena las leyó en voz alta para sí misma:
―La famosa idol de k–pop tiene una semana desaparecida…―Le temblaron los labios―. Su-Suyeon desaparece después de su última entrevista. ―Seguía leyendo hasta que dejó caer su celular en el suelo.
Se levantó con dificultad, enfrentándose cara a cara con el paquete en la mesa. ¡No podía ser verdad! Era una horrible coincidencia, o una broma pesada muy pasada de la raya… Pero, ¿y si no lo era? ¿Tendría que llamar a la Policía? A Lorena le aterraba la idea de que las autoridades entraran a su hogar, era consciente de la inmundicia en la que vivía, ―además de su sobrepeso―, y de seguro las autoridades tendrían que tomar acción sobre su condición de vida, clausurar el apartamento y trasladarla a quién sabe dónde. Llamar a la Policía era lo último que quería hacer.
Volvió a tomar las pinzas para devolver el cabello en plástico a la caja y se percató que había un sobre negro adentro, ¿debía abrirlo?
Dejó las pinzas y corrió al baño, recordó que tenía guardados unos guantes de plástico que vinieron de acompañamiento con un pollo agridulce bañado en salsa, que ella devoró sin siquiera ponerse los guantes.
Envolvió sus manos con los guantes, regresó al asunto y tomó el sobre negro. Lo revisó por delante y por detrás, no llevaba escrito nada. Lo abrió con cuidado y sacó una hoja negra con un escrito en color blanco, ―con tipografía como a máquina de escribir―, que parecía haberse impreso recientemente, seguía oliendo a tinta.
«¡Felicidades, Lorena!
Hacemos entrega oficial del primer paquete por partes de tu nuevo soma. Sabemos lo entusiasmada y al mismo tiempo, nerviosa que puedes estar al recibir este paquete, nosotros estamos igual de emocionados. Este es solo el comienzo, esperamos que sigas dándonos más detalles para hacerte feliz. A partir del momento que abras este paquete, nuestra web vuelve a estar activa para ti, siéntete libre de contactarnos de nuevo.
A continuación, explicaremos algunas condiciones para preservar el primer envoltorio del soma, nuestras políticas de privacidad y advertencia para el usuario:
1.-Para fines de autenticación, como empresa es nuestro deber constatar al usuario que el contenido de este paquete es verídico y real. Una pieza de soma extraída de una persona viva, que era tangible e innegable.
2.-Por ningún motivo destape el soma de su envoltorio al vacío, este proceso debe realizarse por nuestro equipo médico profesional que contactarán con usted cuando culminemos de armar el soma al completo.
3.-El soma deberá reposar únicamente de nuestra especial caja hermética. La superficie interna de la caja cuenta con una tecnología especial acolchada para que el soma no sufra daños externos, además de enfriar el envoltorio para que el líquido amniótico preserve mejor al soma.
4.-Reforzando el punto número uno. Debemos informarle y recordarle, que está involucrada en prácticas laborales de índole ilegal, por ningún motivo comparta información de la empresa o de su soma. Y por supuesto, no intente contactar con cualquier tipo de autoridad. Los paquetes y cartas de Somácula, tienen una superficie especial que elimina todo tipo de rastros biológicos, como huellas digitales o fluidos corporales, no debe preocuparse por inicios de investigaciones en nuestra contra o la suya, nosotros mismos nos encargamos del envío, rastreo y empaquetado, por lo que es completamente seguro.
5.-En nuestra base de datos está recolectada la información de su persona. Desde datos personales, información bancaria, registros médicos, contactos cercanos, redes sociales, rutina diaria, compras online, entre otras cosas. (Puede solicitar un documento de veracidad para cerciorarse de la información). Con esta declaración, queremos informarle, que la realización de un soma personalizado para usted, es completamente gratuito, ya que entra en nuestro programa médico de aprendizaje biológico para futuros proyectos humanitarios y experimentación social.
6.-Continuando con el punto anterior, en el caso de que quiera darse de baja en el programa de Somácula, lamentablemente saldrá del programa gratuito y deberemos cobrarle los gastos de solicitudes de soma: logística y rastreo del soma, procesos médicos de extracción y extirpación, fabricación y proceso de empaquetados, falsificación de permisos legales de transporte, envío y aduana, y logística y seguimiento del paquete. (Puede solicitar un documento más específico de cada precio en la divisa de dólares).
7.-Al completar su soma perfecto, agendaremos una cita con nuestro equipo médico para el proceso de acoplamiento biológico y ajustes corporales. Dependiendo de sus condiciones actuales médicas y la reacción del acoplamiento por partes. (El proceso de transferencia puede variar).
8.-Debido a que este es un programa gratuito, una vez que su soma esté completo, ajustado y en perfectas condiciones como usted lo requiera, pasará a formar parte de nuestro equipo de colaboradores. Eso quiere decir que, en caso de que tengamos un próximo cliente que necesite un soma cerca de su área, deberá atender el llamado de Somácula obligatoriamente para ayudar en los procesos previamente mencionados.
9.-Por último, si no decide ayudar con el programa de colaboradores, si decide darse de baja y no pagar las cantidades estipuladas, o si tiene el coraje de informales a las autoridades de nuestras actividades, recibirá una visita no grata por parte del equipo de Somácula y pasará a formar parte de nuestro banco de órganos y sangre.
Muchas gracias por su comprensión, si tiene más preguntas no dudes en escribirnos en nuestra web. Esperamos pronto la selección del siguiente soma.
El equipo de Somácula.»
Lorena dejó deslizar la hoja en el suelo, estaba temblando de miedo… ¿En qué se había metido?
Con un espeluznante escalofrío incesante, Lorena analizaba en su mente la carta que había leído. Estaba todo perfectamente claro, ―y si decían la verdad―; no necesitaba usar los guantes, porque no dejaría huella. Estaba tan aterrada que ni siquiera se le pasó por la cabeza llamar a la Policía, o pedirles ayuda a sus padres.
De repente, se armó de valor y se golpeó el rostro. Ella era lista, no podía dejarse intimidar por una empresa que no sabía sí existía en realidad. Debía comprobar al 100% que lidiaba con un problema real… Y entonces, se le ocurrió una idea.
―Voy a pedir otro más… El siguiente soma ―decidió, apretando los labios para mitigar el miedo.
Antes de proceder, fue a la nevera y buscó un chocolate para calmarse, necesitaba azúcar para pensar mejor. Disminuyendo el miedo, tomó el paquete con el cabello con sus propias manos y lo puso dentro de la baja, fue hasta una habitación que no usaba y lo arrojó adentro con rabia.
De vuelta a su habitación, acomodó su trasero en la silla gamer y tecleó en la computadora de su trabajo para intentar encontrar de nuevo la página web. Accedió al programa de revisión saltándose varios anuncios a una velocidad que ni ella misma sabía cómo lo estaba haciendo, hasta que finalmente en la pantalla saltó un anuncio similar al anterior, era evidente que iba dirigido a ella, porque resaltaba en mayúsculas: «Ordena el segundo soma de tu cuerpo perfecto.»
De inmediato dio clic, la página no tardó en aparecer en menos de un segundo:
«Bienvenida, Lorena.
¿Estás lista para elegir tu próximo soma?
1.-Sí.
2.-No.
3.-Quiero darme de baja.»
Al seleccionar que sí, se abrió nuevamente la barra de búsqueda.
«¿Qué tal si hoy seleccionamos un sujeto para las extremidades? Comencemos por las piernas, glúteos y caderas, como un mismo paquete.»
Perfecto, era justo lo que Lorena necesitaba para hacer su pequeño experimento de veracidad. El paquete que le habían entregado podría ser fácilmente una tremenda falsificación, imposible de comprobar si se trataba del cabello de Su-Suyeon; por lo que se le había ocurrido solicitar a una persona cercana a su perímetro, alguien de la cual pudiese comprobar si realmente Somácula visitaría para removerle una parte de su cuerpo. Sabía de antemano que era inmoral e injusto realizar ese experimento, pero, ¿qué opción tenía?
Ellos habían comprobado que tenían su información, al menos su nombre y dirección, ―por lo que―, si no cumplía sus «órdenes», esa visita amenazadora se cumpliría. Pero para comprobar que eran asesinos y secuestradores veraces, tendría que arriesgar una solicitud muy específica.
Justo en el edificio donde Lorena se hospedaba, vivía una famosa influencer de redes sociales, una chica fitness que compartía sus rutinas diarias de entrenamiento y sus famosas dietas. Atlética y fuerte, con grandes piernas y un redondo trasero envidiable por cualquier mujer, y que a Lorena la sacaba de quicio… Odiaba a Katiuska Lovanova, le irritaba toparse con ella justo en los únicos días que necesitaba salir de su apartamento y la osada y atlética Katiuska no desaprovechar la oportunidad de abordarla para ofrecerle sus servicios, aconsejarle ejercicios, psicólogos, nutricionistas especializados en obesidad, sus propias dietas y un sin fin de consejos que Lorena aborrecía.
Era la oportunidad perfecta para probar a Somácula, era un acto vil y despiadado de su parte. Mataría dos pájaros de un tiro; si en los próximos días Katiuska no desaparecía, comprobaría que Somácula era una broma pesada… Pero, si la influencer era borrada del mapa, obtendría pruebas contundentes, además de deshacerse de ella y conseguir un par de piernas hermosas y fuertes.
Una leve mueca de satisfacción dibujó una sonrisita en sus gruesos labios. Pasó el cursor de la computadora en la barra de búsqueda y escribió: Katiuska Lovanova.
En un instante, la cascada de imágenes de la chica llovió sobre la pantalla como un destello, culminando el requerimiento al volver a la pantalla inicial.
«¡Felicidades, Lorena!
Hemos procesado la segunda solicitud. Nos alegra que continúes en el programa. Pronto recibirás un paquete de nuestra parte. El equipo de Somácula te desea lo mejor, volverás a contactarnos pronto.»
Inmediatamente después de la segunda solicitud, Lorena comenzó a seguir a Katiuska en Instagram y activó las notificaciones. Durante varios días recibía alertas de cada post o historia que colgaba en la plataforma, hasta que un día, ―sin notarlo―, las notificaciones no llegaron más.
De repente, su teléfono sonó, una pantallita emergente destacaba una historia del usuario @KatyFitness. ¿Una publicación común? Entonces Somácula no era más que una estafa muy bien planificada. No obstante, cuando Lorena abrió la publicación, una gota fría le recorrió la frente hasta bajar a sus cachetes. Era una imagen de Katiuska en blanco y negro con un texto que decía:
«Nuestra bella Katiuska tiene varios días desaparecida. Sus familiares y amigos estamos muy preocupados, no sabemos si tuvo un accidente o si fue víctima de un secuestro. Por favor, si tienen alguna información, contacten con nosotros, agradeceríamos cualquier información. Katy tiene un hijo con problemas de salud, necesita del apoyo de su mamá y la extraña mucho.»
A Lorena se le hizo un nudo en la garganta, aguantó la respiración y se ahogó tosiendo. Los nervios la invadieron, le temblaron las manos… Eso comprobaba que, ―en evidencia―, era cómplice de un asesinato.
En ese preciso momento sonó el timbre del apartamento. No podía ser… ¿Somácula iba a entregar el paquete ya?
Limpiándose las manos en su pijama, Lorena se levantó de la silla golpeándose con todas las cajas y objetos que se le atravesaron hasta llegar a la puerta. Puso el ojo en la mirilla y observó a dos oficiales en su puerta. Uno alto y moreno y el otro bajito y corpulento.
Una cascada de sudor le recorrió el rostro acompañándola en su palidez, ¿por qué había elegido a alguien tan cercana a ella? Eso fue un estúpido error, ahora estaría en el ojo del huracán y la investigarían, era una de las principales sospechas. Miles de posibilidades recorrían la mente de Lorena en tan solo unos segundos, con escenarios donde ella acababa encarcelada de por vida, muriéndose en una celda.
Tratando de controlar su taquicardia, abrió la puerta saludando a los oficiales.
―Buenas tardes, oficiales… ¿Se… se le ofrece algo? ―preguntó nerviosa y agitada.
El oficial robusto la miró de arriba a abajo con una mueca de asco.
―¿Se encuentra bien, señorita? ―preguntó el otro oficial.
―Tuve…tuve que correr desde mi cuarto hasta aquí ―respondió con astucia, lo cual no era mentira.
El oficial alto echó un corto vistazo por encima del hombro de Lorena, vio cantidades excesivas de cajas y desorden, aguantó un respiro y miró a Lorena de vuelta.
―Señorita, probablemente vio el anuncio en el lobby, si no lo hizo le informamos que estamos aquí haciendo una inspección rutinaria para la investigación sobre la desaparición de la influencer Katiuska Lovanova, residente del apartamento 22-D de este edificio ―pronunció el oficial robusto, al caletre.
Lorena no se movió de donde estaba, el otro oficial le hizo una seña con los ojos que la chica no captó.
―¿Podemos pasar? ―preguntó el oficial alto, su pregunta sonaba más como una orden.
―¿Tie… tienen una orden de cateo? ―tartamudeó con sospecha.
El oficial robusto entró golpeándole el brazo al primer oficial, de repente se detuvo al ver con ojos abiertos el apartamento de Lorena.
―Señorita, la orden de cateo ha estado en el lobby desde el lunes, ¿nos permite? ¿o esconde algo que no quiere que veamos? ―preguntó el oficial alto, pronunció con mucho cuidado y serenidad, estudiando las expresiones faciales de Lorena.
Ella se moría del miedo, le temblaron los labios y pestaña consecutivamente.
―¿No podemos saltarnos este apartamento? ―preguntó el oficial robusto, rascándose la barbilla.
Con suma paciencia, el oficial alto le palpó el hombro a Lorena, intentando serenarla.
―Tranquila, señorita. ¿Por qué no toma asiento? Necesito hacerle un par de preguntas y no se preocupe, no estamos aquí por su… ―pausó el habla―. Particular forma de vida. ―Amablemente, la condujo a la sala de estar de su propio apartamento.
El otro oficial tomó el walkie–talkie de su cinturón, llamando a un encargado.
―Polnaro, necesitamos un par de manos extras en el apartamento 2G. Tenemos una… situación ―reportó con la voz cansada.
―¿Todo bien, Rivas? ―preguntó Polnaro.
―Uff, te envío fotos de esto… ¿Recuerdas ese episodio de Friends, cuando Ross tenía una novia acumuladora con un desastre hasta el techo? ―bufó, oliendo algo asqueroso.
―No, amigo… No me cuentes ―respondió Polnaro.
―Ni te cuento, es como tres veces peor… Envíame por lo menos cuatro hombres, aquí debe haber ratas del tamaño de un… ―Hizo una pausa al ver a Lorena, caminando con el primer oficial―. Del tamaño de esto. ―Le hizo una fotografía a Lorena sin que se diera cuenta y se echó a reír.
Lorena se sentó en el sofá, encima de un par de envolturas de snacks. El oficial alto movió los ojos buscando un sitio limpio donde sentarse, prefirió permanecer de pie.
―¿Puede decirme su nombre completo? Por favor ―solicitó el oficial.
―Lorena Cheng… ―pronunció desviando la vista.
Y así comenzó un interrogatorio común de rutina. Las preguntas frecuentes ocuparon varios minutos de Lorena, entretanto llegaban más oficiales a revisar cada rincón de su hogar. Ella respondía con igual nerviosismo, iban a encontrar el primer paquete, era la caja más sospechosa de entre todas sus cosas, su mejor excusa, ―a duras penas―, sería explicar que era una especie de peluca de cabello real; rogaba porque le sirviese.
Pasaron unas horas en la revisión. Lorena sintió un frío nudo en la garganta cuando uno de los oficiales salió de la habitación donde se suponía que estaba la caja negra. El oficial hizo señas y siguieron la rutina.
El oficial alto se aproximó a Lorena nuevamente con una sonrisa.
―Felicitaciones, señorita. No encontramos nada, no debería ponerse tan nerviosa, sabemos que una entrada así de las autoridades puede ser un poco incómoda, pero no es para tanto ―dijo, palpándole el hombro de nuevo.
Los otros oficiales comenzaban a salir del apartamento, ya estaban cansados y apenas era el segundo piso de un edificio de veinticinco.
Acercándose con una tarjetita negra en la mano, el oficial alto se inclinó para susurrarle algo a Lorena al oído.
―No se preocupe, señorita Lorena ―susurró entre dientes―. El segundo paquete se entregará cuando culminemos con la pesquisa ―dijo suavemente.
Los ojos de Lorena se sobresaltaron… ¿Cómo era eso posible?
―Llámeme si tiene algún inconveniente. No se preocupe, estoy a sus órdenes. ―Y le puso la tarjetita negra en las manos con el nombre de: «Oficial Steve Núñez».
El primer oficial fue el último en salir y cerró la puerta. Lorena seguía sentada en el sofá sucio, ―con miedo―, le temblaban las manos y las piernas, no podía levantarse. Al cabo de un rato, logró ponerse de pie, dio unos cuantos pasos hasta la puerta de la habitación donde tenía oculta la caja negra.
Para su sorpresa, estaba un poco menos desorganizado. No había señales de la caja, Lorena entró moviendo los ojos por cada rincón, buscando como un cazador, hasta que notó algo extraño en una esquina, una leve luz encima de algo que parecía transparente. Al aproximarse más, un diminuto destello hizo visible la caja negra, incluso Lorena notó como su peso habitual reaccionaba en el suelo y producía nuevamente su sombra. Más que estar invisible, parecía que la caja hubiese desaparecido completamente de la habitación, para ser solo visible ante su dueña.
Lorena dio un respiro de alivio, recuperó el aliento y fue de inmediato a su nevera a buscar algún postre que le calmara la ansiedad.
Transcurrieron algunos días hasta que todo el cuerpo policial terminó de catear el edificio. Tras un par de días más, ―muy puntuales―, nuevamente sonó el timbre del apartamento de Lorena con la encomienda más esperada.
Cuando ella abrió la puerta se encontró con una caja enorme y rectangular, parecía un féretro. Pensó que no tenía la fuerza suficiente para levantarla o arrastrarla, le sudó la frente al pensar en el trabajo. Mas cuando Lorena tocó la superficie de la caja negra, esta flotó a pocos centímetros en el suelo, ella la empujó con los dedos y se movió como una pluma chocando levemente contra la pared del pasillo. Lorena miró a ambos lados del pasillo, sostuvo la caja con las manos y la deslizó dentro de su apartamento, directo a la habitación junto a la otra caja.
A estas alturas, ella ya sabía, ―sin dudarlo―, qué había dentro de la caja, pero la curiosidad la invadía, necesitaba ver esas piernas, cerciorarse de una buena vez y con la prueba más contundente de todas; que las extremidades que encontraría en ese féretro negro eran realmente las de Katiuska.
Destapó la caja con una angustia en la respiración, al deslizar la tapa, las luces dentro de la caja iluminaron perfectamente la piel desnuda de unas hermosas piernas tonificadas, cercenadas desde la cintura.
―Son de ella… ―Se llevó las manos a la boca―. Son sus piernas, lo son… ―repetía, tratando de convencerse.
A pesar de estar envueltas en el plástico presurizado dentro del líquido amniótico, Lorena notaba los detalles de las extremidades. Sus piernas y parte íntima estaban depiladas, sus uñas cortadas y cuidadas, notó un característico lunar que Katiuska tenía por encima de su área íntima y que muchas veces lo había visto cuando la influencer hacía rutinas de ejercicios en sus publicaciones en Instagram.
Lo más perturbador era observar aquel corte limpio y perfecto en su cintura, una especie de plástico negro transparente impedía ver del todo los huesos, vísceras y capas de piel, era evidente que había sido cortado de una manera profesional y sin errores.
Lorena tragó saliva y tomó la carta negra que posaba sobre el cuerpo cercenado. Abrió la carta.
«¡Felicidades, Lorena!
Hacemos entrega oficial del segundo paquete por partes de tu nuevo soma. Este es un paso más para completar el cuerpo que tanto deseas tener. Estamos muy cerca del final, esperamos que sigas dándonos más detalles para hacerte feliz. A partir del momento que abras este paquete, nuestra web vuelve a estar activa para ti, siéntete libre de contactarnos de nuevo.»
No la leyó entera, básicamente era una copia muy similar a la carta anterior. Solo cambiaba el mensaje de los últimos párrafos.
«Con este soma, estamos solo a dos pasos para completar el cuerpo. Lo siguiente será encontrar un torso y extremidades superiores, estamos seguros que ya tienes alguien en mente. Si tienes algún inconveniente, no dudes en contactar con el agente en cubierto que asignamos a tu caso. El oficial Steve Núñez, está a tu completa disposición. La comunicación con él es completamente segura y privada a través del número de contacto que está en su tarjeta.
Muchas gracias por confiar en nosotros, si tienes más preguntas no dudes en escribirnos en nuestra web. Esperamos pronto la selección del siguiente soma.
El equipo de Somácula.»
Lorena guardó la carta en el sobre y la arrojó dentro de la caja, tapándola con una indiferencia distante. Muy adentro de ella, se estaba comprometiendo al cometido y tarea de Somácula.
Una leve sonrisa maliciosa surcó su rostro. Ya no había vuelta atrás, era hora de solicitar el siguiente soma.
Al día siguiente, Lorena se levantó de la cama más temprano de lo habitual, su horario laboral comenzaba a las 9:00 a.m., normalmente su flojera no la dejaba despertarse y se conectaba a la computadora a pocos minutos antes de empezar, lo que le obligaba a cepillarse los dientes e incluso desayunar frente a la computadora, ensuciando casi siempre el escritorio.
Ese día estaba ansiosa, quería entrar en Somácula. Para distraerse, se preparó un elaborado desayuno con pan tostado, tocino y huevos revueltos con aguacate. Desayunó viendo una serie en Netflix y esperó hasta encender la computadora.
Pasaron los segundos y la máquina hacía su ruido habitual al encenderse. De repente, el programa de revisión de contenido de GameSphere no corrió… La PC se detuvo y la pantalla destelló, cargando la web de Somácula.
Lorena se emocionó, parecía que Somácula estaba tan ansiosa como ella en recibir la siguiente solicitud.
«¡Bienvenida, Lorena!
Te estábamos esperando. Sentimos la emoción que experimentas en este momento, juntos crearemos una nueva vida para ti, una vida mejor y sin prejuicios corporales. ¿Estás lista para elegir tu próximo soma?
1.-Sí.
2.-No.
3.-Quiero darme de baja.»
Había estado pensando toda la noche en su siguiente objetivo. Dio clic en «Sí» y con la misma rapidez, apareció la barra de búsqueda.
Puesto que Lorena quería un cuerpo atlético, necesitaría unos brazos fuertes, le gustaba la idea de tener un pecho prominente, ―pero sin exagerar―, quizá un poco más de la medida estándar. Bajo ese canon, recordó una serie coreana de acción y terror que vio en Netflix llamada: «Doomsday Rules», donde un grupo de chicos debían de resistir a una especie de apocalipsis en días determinados del año, sobreviviendo a ataques de monstruos. Precisamente una de las protagonistas era una bombero, alta, fuerte y atlética; personaje interpretado por la actriz Kim Me-Hee.
Sin pensarlo dos veces, Lorena tecleó el nombre en la barra de búsqueda: «Kim Me-Hee».
Pasaron unos segundos y la computadora parecía no haber registrado la petición. De súbito, la pantalla dio un destello rojo muy intenso y brillante mostrando unas enormes letras en mayúsculas que decían: «ERROR».
Luego varias ventanillas pop–up con la palabra «error», comenzaron a saltar en la pantalla de Lorena.
―¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? ―se preguntaba Lorena.
El destello rojo desapareció, mostrando un nuevo anuncio:
«Lo sentimos, Lorena.
No podemos procesar la solicitud del soma de la señorita Kim Me-Hee, debido a que es parte de nuestro programa de colaboradores, en vista de que ella fue una de nuestras clientes. Según nuestras políticas de privacidad y seguridad, una vez que formas parte del equipo de Somácula, quedas exento de cualquier solicitud de un nuevo cliente.
En este sentido, te recomendamos las siguientes opciones:
1.-Solicitar el soma de otra persona.
2.-Revisar nuestra base de datos con somas similares a Kim Me-Hee.
3.-Usar otro soma de nuestro banco de reservas.
Nuevamente, disculpe las molestias. Pero aprovechamos para recordarle que una vez que su soma esté completo, al igual que Kim Me-Hee, gozará de una inmunidad absoluta en el caso de que un futuro cliente esté interesado en su cuerpo.»
Al leer el anuncio, Lorena quedó con la boca abierta. En su mente nunca pasó la posibilidad de que una de sus idols o actrices favoritas había sido construida por Somácula… Eso la llevó en un tren de pensamientos encarrilados, ¿Qué clase de persona había sido Kim Me-Hee antes? ¿Cuántos famosos y celebridades bellas y sexualmente atractivas eran producto de Somácula? Su red de información, contactos, hackers y espionaje se debía a todos los clientes y colaboradores que había detrás de sus filas… Lorena se imaginó una gigantesca red oscura, la cual Somácula guiaba sus hilos con cada persona que se sumaba a su equipo. Cuando todo terminara ella también formaría parte de esa aterradora red de información.
Volviendo a la realidad, Lorena se mordió los labios buscando en su mente otra candidata para solicitar su soma. Quizá, buscar otra actriz, ¿o sería mejor otra cantante? No quería usar las demás opciones que ofrecía Somácula, su ego le exigía ser ella quien armara el cuerpo.
¿Qué otra chica de su gusto tenía una característica de atlética? Se le vino a la mente una rapera venezolana, famosa por sus líricas y sus brazos fuertes, recordaba haberla visto en Instagram haciendo complicadas poses de yoga para equilibrarse, pero Gorgona, ―su A.K.A en la escena del hip-hop―, era de piel oscura, y a pesar de que Lorena no era racista, no estaba segura si Somácula podría hacer algo al respecto cuando combinaran todos los somas.
No recordaba a nadie más, se le venían a la mente idols o artistas que en el fondo ella admiraba demasiado como para matarlos, disfrutaba de sus actuaciones y música. Esa rapera era la indicada, no eran tan fanática de Gorgona como para extrañarla… De pronto, recordó a alguien más, una chica coreana que cumplía exactamente las mismas características, se le había olvidado porque pensaba solo en grupos y bandas de k–pop, y esta chica era estrictamente una rapera en solitario, Gorgona se la había recordado porque cantaban un poco parecido, ―a pesar de la diferencia del idioma―.
Sostuvo el mouse de la computadora, hizo de nuevo clic en la barra y escribió: «Jiji-Go».
Una lluvia de imágenes bombardeó la pantalla, mostrando el escultural y fitness cuerpo deportivo de la rapera Jiji-Go, con piernas fuertes y gruesas, un abdomen marcado, un prominente pecho no muy grande y unos brazos musculosos, ―sin exagerar―, que podrían golpear a cualquier hombre que la molestara.
«¡Felicidades, Lorena!
Hemos procesado la tercera solicitud. Este es el último soma para completar el cuerpo, la siguiente petición será configurar el rostro y algunos detalles específicos que prefieras agregar, estamos ansiosos por completar el soma. Pronto recibirás un paquete de nuestra parte. El equipo de Somácula te desea lo mejor, volverás a contactarnos pronto.»
Los siguientes días transcurrieron de manera habitual, Lorena despertaba todas las mañanas, trabajando en la computadora de la compañía, entretanto desayunaba. La monotonía volvía a ser parte de su aburrida labor, revisando páginas webs de anunciantes en GameSphere, viendo alguna serie en un streaming o videos en Youtube… Nada interesante que aportara un cambio.
El sonido del timbre despertó a Lorena de un pequeño reposo que hacía en su trabajo. ¡Había llegado el paquete!
La chica corrió como pudo hasta la puerta y la abrió de golpe, sin cerciorarse de que era una entrega. Se topó de frente con un chico raro, de mirada desvariada. Lorena se quedó muda e intentó cerrar la puerta, pero el chico puso su pie para que no la cerrase, llevaba unas gruesas botas con punta de metal.
―No, espera ―suplicó el chico.
―Creo que te equivocaste de apartamento, lo siento ―dijo Lorena en voz baja.
―Eres Lorena, ¿verdad? Lorena Cheng… @QueenOfLore en Instagram… ―pronunció el chico con mucha seguridad, su mirada parecía turbada.
Lorena lo detalló con mayor énfasis. Parecía un chico deportista, con un cuerpo un tanto musculoso y un rostro guapo, pero se notaba un descuido monumental, quizá estaba enfermo o había tenido dificultades en sus últimos días. Se le notaba una leve delgadez de sus cachetes, una barba descuidada y unas largas ojeras de angustia y cansancio.
―¿Nos conocemos? ―preguntó Lorena.
Era evidente que era la primera vez que lo veía, pensó que había una posibilidad que fuera uno de sus amigos de Internet con los que jugaba videojuegos online, pero ninguno de ellos sabía su nombre real, ni mucho menos su dirección. Y por su aspecto, era evidente que no era alguien enviado por Somácula.
―Soy… ―El chico miró a ambos lados―. Mi nombre es… ―Se arrepintió de revelar su identidad, cerrando los ojos con temor.
En un arranque de desespero, forcejeó la puerta, empujando a Lorena con todas sus fuerzas. La chica se tambaleó y cayó de espaldas. El chico aprovechó para entrar al apartamento y cerrar la puerta. Estaba nervioso, lloraba un poco, con una extraña expresión de nerviosismo e ira.
―Te investigué… ―dijo, señalándola―. No hay duda, tienes que ser tú ―decía, hablando consigo mismo―. Tres días antes de que mi hermana desapareciera, varias cuentas la siguieron en Instagram y de entre todas ellas, @QueenOfLore fue la persona más cercana en su zona… Tuve que pagar mucho dinero para que hackearan e investigaran los users, ¿sabes? ―Seguía señalándola con rabia.
―No sé de qué me estás hablando… Por favor, vete ―tartamudeó un poco, arrastrándose hacia atrás.
El chico se rio, sacando una navaja de su bota derecha, parecía un cuchillo militar.
―Sí sabes de lo que hablo, ¿Dónde está mi hermana? ¿Qué le hiciste a Katiuska Lovanova? ¡Dime! ―gritó, acercándose con el cuchillo.
Lorena palideció, sudando a cántaros. Se arrastraba retrocediendo con más dificultad, buscando con su mano algo en el suelo con lo que pudiera defenderse.
―Te lo juro, yo no tuve nada que ver con ella. ―Levantó una mano, como si sus gruesos dedos como salchichones fuesen a protegerla de una puñalada―. Lamento mucho que la hayan matado, de verdad ―decía entre gemidos asustados y el inicio de un llanto.
―¿Matado? Entonces la mataron… Mataste a mi hermana. ―El chico apretó tanto los dientes que se hizo daño―. ¿Por qué lo hiciste? ¿Le tenías envidia por su cuerpo? ¿Acaso no te ayudó a perder peso? ¡Dime, maldita gorda! ―Levantó el cuchillo para arremeter.
Lorena fue más lista y le pateó la rodilla con todas sus fuerzas. El chico gritó de dolor, ―tras un crujido en su pierna―, cayendo en el suelo a su lado. Pese a eso, la rabia y la adrenalina lo inmutaron de dolor, fue lo suficientemente rápido como para tomar el cuchillo de nuevo y clavárselo en la pierna a Lorena.
Del mismo modo, la adrenalina inmutó a Lorena del dolor, no gritó, ni brotó sangre, la navaja permaneció clavada en su regordeta pierna. Apretando el puño, Lorena le propinó un puñetazo en la nariz, ―que le torció el tabique―, chorreando una cascada de sangre sobre su boca y mentón.
El chico gritaba, quitándose la franela para taparse la nariz. Lorena aprovechó esos segundos para arrastrarse y esconderse en otra habitación. Desesperada, entró en un estado de pánico, sabía que solicitar el soma de Katiuska tendría sus consecuencias. Ahora no sabía qué hacer, era muy peligroso quitarse el cuchillo de la pierna y ni pensar qué podría hacer para deshacerse de aquel muchacho… No podría pedir ayudar o llamar a la Poli… Entonces recordó algo.
Revisó su teléfono, quitándole la funda gruesa que lo protegía, sanando de la parte de atrás, varias tarjetas y cupones que guardaba, ―entre todos―, la tarjetita negra que le había dado el oficial en cubierto de Somácula… Él iba a ayudarla.
Aun con las manos temblando de miedo, marcó el número de la tarjeta. El sonido del teléfono repicaba lentamente hasta que el oficial contestó.
―Buenas tardes, señorita Lorena. ¿En qué puedo ayudarla? ―saludó con cortesía.
―¡Quieren matarme! ―le gritó―. ¡Estoy en mi apartamento encerrada, venga por favor! ―decía en su desespero.
―En seguida voy ―dijo con voz queda y colgó.
Lorena se quedó sin habla. ¿Podría llegar el oficial a tiempo? De todas maneras, ese muchacho no podría abrir la puerta por mucho que lo intentase, ella le había pateado muy duro en la rodilla como para que pudiese tener la fuerza necesaria para arremeter y entrar.
―¡Abre la puerta, maldita cerda! ―vociferaba el sujeto, golpeando la puerta.
El chico se cansó, pero seguía en el apartamento, Lorena podía sentir su respiración agitada. De improviso, sonó la puerta principal, unas llaves abrieron con facilidad el pestillo.
―¡Oficial! ―gritó el chico―. Aquí hubo un secuestro, un posible asesinato. ―Lorena escuchaba al chico detrás de la puerta.
Sonó un golpe, seguido de una caída. Lorena pegó la oreja a la puerta… ¿Era el policía? Había llegado el oficial Steve Núñez.
―¡No! ―volvió a gritar el chico―. ¡Espere, oficial! Se equivoca, ella secuestró a mi hermana, a Katiuska Lovano…―Otro golpe lo silenció.
Lorena abrió la puerta lo suficiente como para asomar el ojo, averiguando la discusión.
―Niño, te metiste con la persona equivocada ―habló el oficial.
―Se lo juro, usted no entiende. Tengo pruebas ―juraba el chico.
Desde su distancia, Lorena divisaba la espalda del oficial. El chico estaba en el suelo, con la pierna adolorida, dos golpes en la cara y un espíritu resquebrajándose.
―Tú eres el que no entiende, niño ―profirió el oficial.
El policía se llevó la mano por debajo del mentón. Lorena no entendía muy bien qué hacía con su cuello, pero lo que sí vio fue la cara de terror del chico, un rostro tan espantoso que lo silenció de golpe y le hizo sudar como una cascada. Lorena subió la mirada tratando de ver al oficial, la luz era tenue, la oscuridad arropaba la sala de estar, envolviéndolos en un manto opaco y poco visible. Aun con esas condiciones, Lorena logró distinguir la particular revelación que había espantado al chico.
El oficial sostenía con dos de sus dedos un pliegue de su piel, jalándolo por encima de su nariz, como si fuera una máscara de hule. Detrás de su disfraz, Lorena pudo descubrir un color de piel verdoso y brillante, con una dentadura enorme, llena de pequeños colmillitos afilados, que sonreía con malicia y perversión.
―¿Ves? ―dijo el oficial, acomodándose el rostro―. No lo entenderías ―culminó, acercándose al chico.
Cual acto reflejo, Lorena cerró la puerta, aguantó la respiración esos pocos segundos, donde escuchó un desesperante intento de huida del chico. Tras unos cuantos golpes y sonidos ahogados, el silenció reinó su apartamento.
Un «toc toc», tocó la puerta con sutileza.
―Señorita Lorena. ¿Se encuentra bien? ―preguntó el oficial.
―Por favor, váyase ―respondió sin miramientos.
―Necesito corroborar que no esté herida. Todo saldrá bien, la amenaza fue… apaciguada ―corrigió la palabra al último segundo.
―¿Qué… qué pasará con él? ―indagó con miedosa curiosidad.
―Como mínimo su cuerpo será almacenado en nuestro banco de somas, órganos y sangre. Si es que su cuerpo está sano, claro está ―contestó en su tono de voz calmado y habitual.
Lorena abrió la puerta con cuidado, estaba menos asustada. Rezaba por no verle el rostro al oficial, no quería saber qué había detrás de esa piel falsa.
―Oh, tiene una herida en la pierna. No se preocupe ―mencionó el oficial.
Destapando un estuche de su cinturón, el oficial sacó una especie de spray de lata blanca y tapa turquesa. Agitó el contenido y se inclinó hacia la pierna de Lorena, tanteando el cuchillo que tenía clavado.
―Esto le va a doler un poco, pero no se preocupe ―explicó, sosteniendo el mango del cuchillo.
La chica desvió la mirada, confiando en el oficial. Apretó los dientes y los labios, deseando no sentir nada al cerrar los ojos.
De un solo jalón, el policía retiró el cuchillo e inmediatamente roció el spray en la pierna de Lorena. Ella sintió una extraña sensación fría y reconfortante, como si le hubieran untado una pomada mentolada que le quitaba el dolor.
―Todo saldrá bien, no se preocupe ―volvió a repetir su muletilla―. Voy a reportar este incidente. Cuando traigan su siguiente paquete me encargaré de supervisar que traigan una caja extra para que se lleven al muchacho. Llamaré a mis supervisores de inmediato ―explicó, sacando su teléfono móvil, uno tan antiguo como la computadora que usaba Lorena para trabajar.
Tocándose la pierna, Lorena percibió que el dolor se había ido y ni siquiera tenía una cicatriz, ese spray milagroso debía ser otro producto de la misteriosa tecnología médica de Somácula.
―Me retiro entonces, señorita Lorena. Dentro de poco entregarán su paquete. Nos vemos pronto. ―Le tocó el hombro como hacía siempre y se marchó abriendo la puerta con sus propias llaves.
Parada en el pasillo, Lorena se recostó en la pared y se dejó deslizar hasta el suelo, abrazándose a sí misma. Pensativa, repasaba los pasos desde el primer día que clicó en Somácula; entre tanto, miraba con borrosa visión el cadáver de un joven muchacho, ―quizá de unos 24 años―, que reposaba frío y contorsionado en la esquina de su sala de estar.
―¿Cuánto tarda un cadáver en empezar a oler mal? ―Fue lo único que pensó Lorena en voz alta, imaginando si esa noche podría dormir con tranquilidad.
Pasaron menos de 24 horas desde el incidente con el hermano de Katiuska Lovanova. Era un sábado y Lorena acostumbraba a levantarse muy tarde, ―esa mañana no era la excepción―, le había costado conciliar el sueño, hasta que a muy altas horas de la noche sus párpados no pudieron más. Sin previo aviso, ―muy temprano esa mañana―, sonó la campana del apartamento. Una, dos y una tercera vez. Lorena apenas y la oyó.
Cuando sonó una cuarta vez, se levantó de golpe, acomodándose la pijama sucia. Al salir del cuarto, vio al oficial Steve Núñez, metiendo el cuerpo del susodicho, ―sin la menor dificultad―, en una larga caja negra como la que había visto antes.
―¿Necesita ayud…? ―El oficial levantó la mano para silenciarla.
―Buenos días, señorita Lorena. No hace falta, ya casi termino ―agregó, levantando el cuerpo para depositarlo en la caja―. No hay mucho espacio en el pasillo, me tomé el atrevimiento de colocar su nuevo paquete en la habitación, espero no haberla molestado. ―Se disculpó, inclinándose para sellar también la caja negra.
Lorena se asomó por la puerta y vio otra caja larga y negra posada al lado de las piernas de Katiuska.
―Antes de irme ―mencionó el oficial―. Tengo el honor de entregarle esta carta por parte del equipo de Somácula. Son las últimas instrucciones, léalas con detenimiento, por favor. ―Extendió la mano, para pasarle otro sobre negro.
Lorena sostuvo la carta con ambas manos y se despidió del oficial. Al igual que el día anterior, el policía, ―ahora con una caja larga que flotaba―, salió del apartamento cerrando la puerta con llave.
Al destapar el sobre negro se paralizó, tenía las manos tan mojadas como si las hubiese lavado sin secar; los nervios la invadían, la nueva caja en el cuarto era el último soma. Caminó con nerviosa lentitud hasta la caja, presionó los seguros para destaparla, percibiendo el aire helado y característico de enfriamiento interno. En el último segundo se arrepintió al recordar cómo se veían las piernas de Katiuska, cercenadas y envueltas en plástico. No quería tener un mal recuerdo de Jiji-Go viendo su cuerpo de esa manera tan grotesca, ―de cierta manera―, seguía apreciándola por su música y apariencia. No quería arruinar su recuerdo y terminó por cerrar la caja.
Tomó asiento en una silla que había puesto en el cuarto y se dispuso a leer la carta negra de Somácula.
«¡Felicidades, Lorena!
Estamos muy orgullosos de ti y de tu voluntad por crear el cuerpo perfecto. Se necesita de mucho valor para lograr esta ardua hazaña.
El último paquete con el soma restante ya está en tus manos, pero todavía no hemos terminado del todo, como habíamos dicho antes, faltan algunos detalles para que tu cuerpo tenga la verdadera definición de «perfecto». A continuación, explicaremos cómo será el proceso de traspaso y modificación bioquímica y biológica, además de los ajustes que requieras para tu cuerpo.
Antes que todo, el equipo de Somácula se asegurará de que todos los órganos internos de tu nuevo cuerpo estén en perfectas condiciones y salud. Contarás con un seguro de vida por el período de 20 años después de tu transferencia (puedes consultar en nuestra web los precios y extensiones del seguro, o si deseas cancelarlo), además de gozar de la inmunidad que previamente mencionamos. En tu particular caso, que sufres de un trastorno de obesidad, añadiremos ciertas modificaciones internas que te permitirán digerir y asimilar de mejor manera los alimentos para que el trastorno no vuelva a surgir. De igual manera, si en el año de monitoreo observamos que hay un exceso de grasa y abuso alimenticio, ofrecemos ayuda psicológica y física para recuperar la forma ideal.
Este último punto es importante, si se da el caso de no seguir las instrucciones y vuelves a sufrir del trastorno, no puedes solicitar otro servicio de Somácula, inclusive si estás dispuesta a pagar todo el monto requerido. El regalo de Somácula sólo se otorga una vez en la vida, con la única y exclusiva excepción de que sufras un grave accidente, que nos obligue a analizar el caso para reemplazar un soma o armar un nuevo cuerpo, (fuera de las condiciones del seguro de vida).
Una vez que el equipo médico comience con el proceso de acoplamiento de los somas, pasaremos a desarrollar la cabeza y el rostro. Debido a asuntos legales de identidad, Somácula no ofrece somas de cabeza y rostros; en el proceso de transferencia usaremos como modelo tu anatomía facial, ajustándola a los cánones de tu nuevo cuerpo. Es un proceso lento, pero completamente seguro e indoloro.
Finalmente, en Somácula estamos conscientes de los específicos gustos amplios de cada persona, estamos abiertos a las excentricidades y modificaciones corporales de cualquier tipo. Hemos tenido una gran variedad de clientes con solicitudes muy específicas, desde cambio de genitales, hermafroditismo, tamaños de penes y clítoris, implantaciones y perforaciones, lenguas dobles, amputaciones de todo tipo, orejas de elfos, colmillos, remover ombligos, escarlificación, hasta adiciones más sencillas como cambios de color de ojos, piercings, tatuajes y extensiones de cabello. (Si lo deseas, puedes consultar en nuestra web una lista más extensa y específica de todos los cambios y recomendaciones adecuadas para tu cuerpo).
Por último, pero no menos importante, el equipo de Somácula cuenta con la ayuda de abogados expertos en falsificación de documentos y nuevas identidades, en el caso de que quieras comenzar una vida nueva con tu cuerpo, completamente desde cero; con servicios de mudanzas a cualquier parte del mundo y conseguir residencias rápidas. Además, nuestro equipo de hackers hará un completo baneado de tu persona en Internet para que tu existencia sea nula. (Puedes solicitar este servicio en nuestra web).
En este sentido, necesitaremos que te dirijas a nuestra web y completes el paso final para ceder tus derechos de vida y traspaso de cuerpo para iniciar el paso final.
Te deseamos mucha suerte y esperamos conocerte pronto con tu nuevo y perfecto cuerpo.
El equipo de Somácula.»
Lorena leyó detenidamente, resoplando y agitando la respiración. Ceder sus derechos de vida para hacer la transferencia sonaba muy riesgoso y espantoso, pero le aterraba más la idea de ser visitada por el oficial Steve Núñez y que la desaparecieran del mapa sin siquiera ella haberlo solicitado.
―Tienes que calmarte, Lorena… Es la etapa final y todo acabará. ―Se repetía a sí misma, entretanto guardaba la carta en el sobre.
Sin haberse dado cuenta, estaba parada frente al ordenador, encendió la computadora y tomó asiento esperando que cargara la página web de Somácula. Al cabo de unos segundos, la web apareció con un mensaje:
«¡Bienvenida, Lorena!
Estamos muy orgullosos de tu paciencia, colaboración y aceptación del proyecto Somácula.
Finalmente estamos en la etapa cumbre, ya tienes las partes necesarias para que el equipo médico acople los somas y te den el nuevo cuerpo. Pero antes, como previamente mencionamos, necesitamos proceder con lo siguiente:
1.-Conferir el último consentimiento y programar la visita del equipo médico.
2.-Solicitar modificaciones extras de los somas y desplegar la lista de recomendaciones.
3.-Darse de baja.
En el caso de que en un futuro sientas la necesidad de hacer alguna modificación corporal, contarás con la ayuda del equipo de Somácula, con una sola modificación gratuita; las demás modificaciones posteriores serán cobradas.»
Lorena ni se lo pensó, y clicó en la primera opción, no estaba interesada en alguna modificación corporal por el momento, necesitaba experimentar primero su cuerpo perfecto. Probablemente en algún futuro lejano podría modificar o experimentar un hermafroditismo para saciar tantos años de inexperiencia sexual, ya que seguía virgen.
Después de cargar, apareció el siguiente mensaje:
«Vemos que vas directo al grano, sabemos que estás tan ansiosa como nosotros. Y no te preocupes, estamos seguros que en un futuro quizá quieras experimentar algún cambio corporal. También contarás con equipo de revisión médica durante todo el año de monitoreo, estarás más que satisfecha.
En este momento nos has concedido tus derechos humanos y de vida, ya eres oficialmente parte del equipo de Somácula. Ten en cuenta que después del año de monitoreo, estarás obligada a estar a nuestra completa disposición.
A continuación, explicaremos cómo será el procedimiento de transferencia. Dentro de poco recibirás la visita del equipo médico, ellos trasladarán un laboratorio portátil a tu domicilio para instalar los instrumentos, maquinaria y equipo necesario. Los médicos inducirán un coma permanente a tu cuerpo, un estado al cual médicamente podría clasificarse como fallecido, este método es completamente necesario y seguro, para que funcione el traspasado al nuevo cuerpo.
Estarás en un estado de hibernación permanente en una capsula especial con líquido amniótico, para que tu cerebro pueda introducirse y adaptarse a la cabeza que el equipo creará para fusionar el cuerpo en un estado de perfección total. (Advertimos que la duración de la fusión y traspaso varía según el usuario, generalmente puede tardar de entre 3 a 6 meses).
Una vez completado el traspaso y la fusión, el equipo médico te monitoreará durante un período de un año, para aclarar dudas, revisiones regulares médicas, entre otras cosas. Luego del período de prueba, pasarás automáticamente a formar parte del equipo de colaboradores, nosotros mismos te contactaremos.
Sin más que añadir, te ofrecemos la opción legal de nueva identidad, si deseas reiniciar tu vida desde cero:
1.-Acceder al programa de nueva identidad.
2.-Declinar y agendar la cita con el equipo médico.
Al igual que el ofrecimiento gratuito de un soma en el período de monitoreo, la oferta del programa de identidad seguirá abierto. Tras acabar el período este programa pasará a ser pago.»
Ella no lo necesitaba, deseaba mantener contacto con sus padres y amigos online de Internet, por lo que declinó la oferta clicando en la segunda opción.
Nuevamente, el último mensaje de Somácula apareció:
«Felicidades, Lorena.
Estamos a un solo paso, el equipo está preparado para la visita. Dimos cuando te sientes preparada para el nuevo comienzo:»
Y apareció un pequeño calendario en la pantalla para seleccionar la fecha. A Lorena le tembló la mano que posaba encima del mouse, pestañeó con fuerza, seleccionó el lunes de la próxima semana y dio clic en: «Aceptar».
«Ha sido todo, Lorena…
Te recordamos que ya no puedes darte de baja, si te arrepientes al último momento, si incumples algunos de los reglamentos previamente explicados, o si osas exponer de alguna forma información de Somácula; nos encargaremos de borrarte permanentemente del planeta y nos quedaremos con tus órganos sanos y sangre, como también cualquier tipo de ingreso o moneda que hayas ganado hasta el día del baneado.
Te deseamos mucho éxito en tu próxima vida y esperamos que nuestra visita no sea una incómoda experiencia. Que tengas una buena muerte.
El equipo de Somácula.»
El último mensaje le heló los huesos, era un texto poco similar y profesional a los anteriores, sintió un nivel de amenazas e inseguridad atormentador y peligroso. Si en un punto de su contacto con Somácula le había generado una mala espina, sin duda lo que percibía en ese momento sobrepasaba los límites del pánico… Y ya no había vuelta atrás, Somácula vendría por ella en menos de una semana.
En los siguientes días, los ataques de pánico, angustia y ansiedad golpeaban a Lorena como nunca antes lo habían hecho. Se sentía más sola y abandonada, su gula aumentó de tal manera que compraba comida chatarra a domicilio, en cantidades que no podía comer; su presión arterial aumentaba desmesuradamente, proporcionándole problemas respiratorios y taquicardias. Sobrepasaba sus propios límites, en un punto sin retorno donde su desorden alimenticio se convertiría en un gatillo suicida, que en pocos días alcanzaría sin dificultad.
Su mente estaba bloqueada por el nerviosismo del encuentro, quizá su desmesurado comportamiento errático por la glotonería, era una manera de evadir la responsabilidad de aceptar el regalo de Somácula, intentando zafarse de ese acuerdo, ―quitándose la vida―, comiendo como una marrana.
Sin embargo, Lorena era débil y carecía de la valentía o más bien era muy cobarde, como para atreverse a cometer un suicidio involuntario para evadir su próxima y nueva vida. ¿De verdad era merecedora de obtener un nuevo cuerpo? ¿Por qué ella? ¿Qué la hacía tan especial? No era una celebridad como Kim Me-Hee, ni siquiera había hecho un logro importante en toda su vida para que unos médicos se fijasen en ella… ¿médicos?
―¿Quiénes… Qué es Somácula? ―pensó en voz alta, acostada en su cama.
Recordó el espantoso rostro del oficial y cómo había removido su piel humana para mostrar algo pavoroso y grotesco.
―¿Reptilianos…? ―dijo bromeando para sí misma.
Aun siendo una broma, ese pensamiento banal quedó dando giros en su mente, generando más ideas abstractas, situaciones adversas y horrendas, estimulando desproporcionadamente su miedo a la próxima visita, pensando si realmente iban a concederle un cuerpo nuevo.
―¿Y… y si todo es mentira? ―pensó en voz alta nuevamente―. Pudieron haber hackeado todas mis comunicaciones para hacerme creer que esas personas desaparecieron, los somas son falsos y… ―comenzó a agitarse―. Solo quieren mis órganos, van a matarme… ―Se tocó el pecho, tras un fuerte dolor que la atosigó.
Intentó levantarse de la cama, pero se le nubló la vista. El mundo le dio vueltas, sintió mareos, náuseas, fatiga y un dolor inmenso en el pecho que le paralizaba medio cuerpo. Su cara se puso roja, se le cortó la respiración y en un abrir y cerrar de ojos, cayó al suelo, estrellando su cabeza contra la cerámica.
Pestañeando como si sus párpados pesaran como plomo, Lorena recuperaba apenas un pequeño porcentaje de su visión. Una luz intensa le iluminaba el rostro, estaba en una cama, ―amarrada de pies a cabeza―, con una sonda en el brazo y un respirador conectado en su cara. ¿Estaba en un hospital?
―Que irresponsable, por poco se nos va… ―dijo la familiar voz de un oficial.
Lorena divisó borrosamente un par de médicos que la examinaban, vestían ropa de quirófano y a pesar de llevar mascarillas, supo de inmediato que se trataba del equipo de Somácula. Sus rostros no eran humanos, la piel era brillante y verdosa, con unos ojos tan oscuros que parecía bolas negras de cristal.
―Haremos la transferencia de inmediato, quizá pueda sobrevivir en la fusión con los somas… pero no podemos prometer nada ―mencionó uno de los médicos.
El oficial apareció por un costado y se secó la frente con un pañuelo, señal de su preocupación.
―Sus signos vitales están por el suelo, pudimos restablecerla de milagro… Te recomiendo que hables con los jefes… ―sugirió el otro médico, después de sacar y ajustar una enorme jeringa.
El oficial Steve Núñez asintió lamentando la noticia y sacó su teléfono. Pero antes, posó su mano en el hombro de Lorena.
―No se preocupe, señorita Lorena. Todo saldrá bien… ―La consoló y se retiró.
Un peso cayó sobre la vista de Lorena, volvía a desvanecerse… ¿Qué debía pensar? ¿Estaba lista para irse… o dispuesta a despertar en su nueva vida, encerrada en el sistema obligatorio y turbio de Somácula?
Sonó un pitido en su cabeza y todo se apagó.
FIN