Taumapsíquicos 🧙‍♂️

(Escrito por Augusto Andra en el año 2023)

El guerrero barbárico Golk se ve involucrado en un duelo de taumapsíquicos, unos poderosos hechiceros que se enfrentan en un juego psicológico, donde arriesgan sus vidas para tratar de adivinar una palabra clave en la mente de su oponente para ganar el duelo.

La taberna era un lugar sucio y lúgubre, infestado con personajes de mala calaña: bandidos, asesinos, estafadores, gente extremadamente peligrosa con trabajos arriesgados; caballeros, mercenarios y otros rubos extraños. Era un lugar riesgoso lleno de borrachos armados hasta los dientes, con ganas de beber hasta la muerte y de acostarse con las mejores prostitutas, si es que ellas no los mataban primero.

Golk llevaba días yendo a la taberna, solo bebía lo necesario, requería una mente lúcida para espiar a cierto hombre. Nadie se le acercaba a Golk, era un tipo de enorme musculatura, calvo, con la piel muy oscura y llena de cicatrices; cruzar miradas con él era todo un desafío. Sin embargo, tenía un buen amigo que de vez en cuando se le acercaba para charlar un rato y jugar a las cartas.

Esa noche Pooggy, invitó a Golk a un par de cervezas y a echar otro juego de cartas, era la única forma de que un enano saltarín como él, pudiera derrotar a un gigantón bárbaro como Golk. Esta vez su musculoso amigo no estaba de buen humor para un partido de cartas.

―Ahí está ―dijo Golk, señalando a un tipo con la mirada.

Pooggy siguió la mirada de Golk. Había un sujeto sentado en una mesa, un extraño hombre demasiado llamativo para estar en esa taberna. Vestía un extravagante traje amarillo lleno de joyas de colores, tenía un gorro pequeño ajustado al mentón y una extraña punta larga donde sobresalía otra llamativa joya. Debajo del traje amarillo llevaba un ajustado traje negro; después de verlo detenidamente Pooggy entendió que no era un traje, sino que el tipo estaba cubierto por correas.

―No me digas que… ¿Ese es… ese es el tipo que andas siguiendo? ―preguntó Pooggy, tragando un cúmulo grueso de saliva.

Golk apretó los puños con fuerza y se levantó bruscamente de la mesa. El sujeto de amarillo estaba bastante borracho, jugaba apilando unas monedas tranquilamente. Justo antes de que Golk se acercara con sigilo, otro extraño sujeto apareció de entre las sombras y se sentó en la mesa del sujeto de amarillo.

El extraño hombre también vestía de manera similar, muy parecida al sujeto de amarillo. Llevaba un traje negro que le cubría el cuerpo como una enorme manta, con un sombrero grande que ocultaba su identidad, la sombra de su sombrero le tapaba el rostro.

Golk sintiĂł un escalofrĂ­o, una corriente de aire le erizĂł la piel. La mesa de los sujetos empezĂł a temblar y todos en la taberna voltearon inmediatamente.

―Oye, tú… ―Golk intentó hablar, pero el temblor acrecentó a su alrededor.

―¡Aléjense de esos dos! ―gritó Pooggy a todo pulmón―. ¡Son taumapsíquicos! ―dijo alertando a los presentes.

Por más valientes que fueran, todos en la taberna se separaron de la mesa que temblaba y se arrinconaron en las paredes.

Una especie de esfera de aire rodeó a los misteriosos sujetos. Golk no entendía del todo lo que pasaba y en vez de huir, se plantó ante los taumapsíquicos con una imbécil valentía de bárbaro, quedando atrapado dentro de la esfera de energía que los rodeaba.

―¡Serás idiota! ―Le gritó Pooggy, llevándose una mano a la frente.

Susurrando palabras en un idioma mágico, los taumapsíquicos comenzaron un parloteo. El sujeto de negro sacó una botella de cristal, con un brebaje de color púrpura muy oscuro que parecía un licor. El otro hombre colocó en la mesa dos vasos de cristal en forma de cráneos.

―Tú, el de las joyas… ¿Eres Gald de Arpleglis? ―preguntó Golk, señalándolo con el dedo.

El tipo ni siquiera le prestó atención, su mirada estaba centrada en observar al hombre de negro frente a él.

―Golk, van a comenzar un duelo. No te entrometas o lo pagarás caro, amigo ―dijo Pooggy, mordiéndose las uñas.

―Me importa una mierd… ―En un instante su voz se cortó.

Algo lo había paralizado de tal manera que sus músculos se contraían, produciéndole un dolor que a duras penas aguantaba.

―¿Tienes tu palabra? ―preguntó el sujeto de negro, su voz no era humana, sonaba como susurros de fantasmas, varias voces en una sola.

―Sí, ¿tienes la tuya? ―preguntó también el sujeto de amarillo.

Los duelos taumapsíquicos eran extremadamente peligrosos, presenciar uno podría ser cuestión de vida o muerte y Golk había quedado atrapado en medio de uno, más cerca de lo que una persona normal podría soportar. Si un duelo comenzaba y alguien estaba cerca tampoco se podía huir, los hechiceros jugaban con la mente y el alma de quienes los rodeaban. Si por casualidad alguien veía como iniciaba un duelo, no podían distraerse o escapar, su existencia se vería consumida por el poder de los usuarios de la magia, si tan solo se les ocurría la idea de interrumpirlos.

―Golk, no hables ―aconsejó Pooggy―. Si interrumpes su conversación entrarás en su juego y lo que tu tienes de mago, lo tengo yo de gigante ―resolvió, intentando salvar a su amigo.

El taumapsĂ­quico de negro destapĂł la botella y sirviĂł dos tragos llenos en los vasos de calavera de cristal. El lĂ­quido pĂşrpura borboteaba como lava hirviendo, soltando un humo blanco que le llegaba a la nariz a Golk. El gigante se fatigĂł, esa cosa olĂ­a a un incienso muy fuerte y afrodisĂ­aco, casi antinatural.

Los hombres comenzarían su duelo con una serie de preguntas que cada uno contestaría con un «Sí» o un «No». Cada vez que uno fallaba tomaba un trago que aumentaba su cansancio y la influencia de la magia del oponente lo afectaba más. El objetivo era adivinar qué palabra había elegido el oponente, antes de que la magia del otro los matara.

Golk no entendía su idioma, ―no obstante―, había escuchado sin duda de los duelos de los taumapsíquicos, hasta ahora no se había creído nada. La magia que conocía había sido solo trucos y engaños, no magia verdadera como la de ahora y, de hecho, el trabajo que le habían encomendado, ―con una muy buena paga―, era tratar de descubrir si el sujeto de amarrillo era el famoso Gald de Arpleglis; un afamado y ruin taumapsíquico que había desdichado a varios reyes y terratenientes.

―¿Es un ser vivo? ―preguntó el de amarillo.

―No ―respondió el de negro.

El sujeto de amarrillo tomĂł el vaso de cristal y bebiĂł de la pĂłcima. Sus ojos viraron hacia arriba, soportando la carga del elixir.

―¿Es algo valioso en oro? ―preguntó el de negro.

―No ―respondió el de amarillo.

De la misma manera, el sujeto de negro bebiĂł del lĂ­quido, su rostro oculto no revelĂł expresiĂłn alguna.

Los duelos tenían una compleja sencillez, se trataban de desafíos psicológicos, juegos mentales fáciles de resolver, pero difíciles de sobrellevar. Cada jugador escogía una palabra y simplemente el otro jugador, por medio de sencillas preguntas con respuestas afirmativas o negativas, debía de adivinar dicha palabra; sus poderes psíquicos le permitían saber con exactitud si el oponente hacía trampa o si estaba mintiendo.

El olor de la pĂłcima seguĂ­a penetrando las fosas nasales de Golk, comenzaba a marearse. Su visiĂłn se dividĂ­a en dos, entre tanto escuchaba las raras voces de los taumapsĂ­quicos. QuerĂ­a dejarse caer, pero la contracciĂłn de sus mĂşsculos lo convertĂ­an en una estatua viviente.

―¿Es comestible? ―preguntó el de amarillo.

―Sí ―respondió el de negro.

Si un taumapsĂ­quico acertaba, el oponente debĂ­a de beber nuevamente. El sujeto de negro sorbiĂł de la pĂłcima dos veces seguidas. Estaba muerto de frĂ­o, le temblaban las manos y los dientes. La magia del otro comenzaba a afectarle con cada trago.

―¿Es algo que está cerca de ti ahora? ―preguntó el de negro.

―Sí… ―respondió el de amarillo con la cara arrugada de odio.

Se sirvió un trago. Golk vio como le temblaba la mano mirando aquel cráneo de cristal, quizá nadie más en la taberna lo notaba, pero él, estando tan cerca de ellos, veía como el rostro del sujeto de amarillo se deformaba mostrando debilidad y cansancio.

Al tipo de amarillo le tocĂł el turno de beber. Casi se le resbala el vaso, los dedos de su mano comenzaron a pegarse entre ellos, como si se estuviesen derritiendo.

―Eres un puto corpóreo… ―dijo el de amarillo, mientras le temblaba la quijada―. Cancela el duelo. ―Le exigió.

―Esa no es una pregunta. ―El de negro no se distrajo―. Un taumapsíquico sabe que un duelo no puede cancelarse hasta que alguien pierda. No te puedes rendir, cobarde ―dictaminó, sirviendo más líquido.

Golk arqueó una ceja, ¿había entendido la conversación? Comenzaba a prestarles más atención, a precisar al detalle. Era probable que el olor extraño del elixir le otorgaba de alguna manera, la capacidad de entender el idioma de esos dos monstruos que se batían frente a él.

―Si interrumpes de nuevo, tendrás que beber otra vez, mísera rata ―objetó el de negro, señalando un vaso de cristal.

El de amarillo apretĂł los dientes, asintiendo con la mirada para continuar. Estaba excesivamente nervioso.

Los taumapsíquicos eran entrenados para soportar el poder del elixir; era un arma de doble filo, el brebaje les permitirá desarrollar particulares habilidades a la hora de batirse en duelos, si no acertaban las preguntas, el líquido los volvía susceptibles a las habilidades del oponente. Existían muchas categorías de habilidades, pero los más temidos eran los corpóreos, quienes podían manipular el cuerpo de sus adversarios cada vez que no acertaran una respuesta.

Las preguntas seguían, iban y venían sin culminar. El hombre de negro comenzaba a sudar a cántaros, parte de su ropa olía a quemado, el calor era insoportable. Evidentemente su contendiente era un elemental, un tipo que podía controlar fuego y hielo. Sino terminaba el duelo rápido sufriría una muerte agonizante.

―¿Es algo que llevas contigo ahora? ―preguntó el de amarillo.

El de negro abriĂł los ojos de par en par.

―Sí… ―respondió, tomando el trago de un sopetón.

El taumapsíquico de amarillo, tenía el brazo derecho derretido por la magia del otro, casi medio rostro deformado por el mismo efecto. Y, aun así, al acertar esa última pregunta, se levantó de la silla, riéndose en la cara de su oponente.

La influencia de su magia ardió con su soberbia, la ropa del sujeto de negro comenzó a quemarse, la silla y parte del suelo ardieron. Golk se vio afectado por las llamas, las flamas le quemaban los pies, si el duelo no terminaba, él terminaría quemado igual que el sujeto de negro.

Soportando las llamas, el taumapsíquico de negro tocía intentando disuadir una nueva pregunta que lo ayudara a ganar. Se sostenía de la mesa, débil y moribundo.

Golk sentía el calor de las flamas quemándole los pies. Tenía que hacer algo, si el sujeto de amarillo ganaba, era probable que él también tuviese el mismo destino que el sujeto de negro, morir consumido por el fuego. En cambio, si el otro ganaba, la magia corpórea no le afectaba a él.

El gigantón no era muy listo, su más grande virtud era la fuerza bruta, pero algo que lo caracterizaba era la sinceridad, era un bruto sin pelos en la lengua. Esa imbécil elocuencia, algunas veces era como la de un niño, diciendo lo primero que notaba, o lo que más rápido se le venía a la cabeza. Y de repente, se le vino una palabra a la mente.

―Yo sé la palabra ―dijo Golk, con una risa nerviosa.

El sujeto de negro lo miró como tirándole una flecha. Leer las mentes de los presentes no estaba prohibido en las reglas del duelo. Y si el oponente lo negaba, se le imponía un trago más.

Para Golk fue fácil de deducir, había seguido al tipo muy seguido, espiando al supuesto Gald de Arpleglis. Sabía de caza, por lo que estudiaba el comportamiento del hombre, intentando descifrar un patrón en su rutina para descubrir un punto débil o un momento de descuido. Por lo que, en la taberna, donde más se emborrachaba y manoseaba a las prostitutas, era el lugar más fácil para atacarlo.

«¿Es algo que está cerca de ti ahora?».

«Sí…».

La respuesta era obvia.

―Siempre vienes a este sitio, escoria ―dijo el de negro, muy sereno―. Te han estado siguiendo. ―Le recordó―. La palabra es: taberna ―susurró lentamente.

El de amarillo gritó tratando de huir, su cuerpo inició una especie de horrible metamorfosis. La piel se le pegaba, cada orificio y separación del cuerpo se unía volviéndose una masa de carne, sangre y huesos. Sus ojos desaparecieron, su nariz se hundió, su boca se tapó y sus demás agujeros se cerraron.

―Descansa en paz, Gald de Arpleglis ―pronunció el de negro con una sonrisa.

El duelo finalizó, el famoso Gald quedó hecho una papilla humana en el suelo, su cuerpo se había contraído en una esfera de piel y huesos, ―perfectamente redonda―, dejando solo su traje amarillo lleno de joyas hermosas.

El aura mágica que rodeaba a los taumapsíquicos desapareció instantáneamente. Golk cayó al suelo, sobándose los pies, irritado por sus heridas calientes.

―Muchas gracias, caballero ―dijo el de negro.

―¿Caballero? ―saltó Pooggy, ayudando a su amigo con unas toallas húmedas―. Lo que Golk tiene de caballero, yo lo tengo de mujer ―agregó riéndose.

El taumapsĂ­quico de negro se quitĂł el sombrero revelando su rostro.

―Hablando de mujeres… ―habló Golk, con la boca abierta.

El hermoso rostro de una chica lo saludĂł con una sonrisa encantadora, le tendiĂł la mano para ayudarlo a levantarse.

―Los otros taumapsíquico son unos hijos de puta y no se baten en duelo con mujeres. Tengo que usar mis artimañas. ―Y le giñó un ojo―. Gracias por entrometerte, estuve buscando por mucho tiempo a Gald, estafó a mi padre con mucho dinero ―explicó la chica.

―Pero… ¿ahora quién cobrará la recompensa? ―Golk se sobaba la nuca.

La chica se inclinĂł tomando la bola de piel y huesos que ahora era Gald.

―Como me ayudaste puedes quedártela ―levantó la mano con la bola de carne―. ¿A qué reino vas? Yo te acompaño, les mostraré que lo convertí en esto. ―La chica volvió a sonreírle al grandulón.

Ella lo tomĂł del brazo y lo arrastrĂł a la salida de la taberna.

―Es que esto se cuenta y no se cree… Golk el bruto gris… se quedó con la recompensa y con la chica… ―dijo Pooggy, rascándose la sien y bebió un tragó brindando por su amigo.

FIN

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