(Escrito por Augusto Andra en el año 2019)
Durante un viaje en el desierto, el conductor ve un raro brillo que lo ciega y le hace chochar el vehículo. Ahora el grupo está perdido en medio de la nada: y Alejandro curioseando en los alrededores encuentra aquel extraño y misterioso brillo.
[Este relato fue escrito con el reto o actividad de PNL, que consiste en crear una historia a partir de dos palabras, las elegidas fueron: cubo y dromedario]
Alejandro detallaba la actitud de sus compañeros de viaje, estaba un poco obstinado. Aumentaba el temor en el grupo, a pesar de estar acompañados por un experto guía, perderse en medio de la nada por culpa de que el chofer chocara la camioneta en el desierto, no era precisamente la mejor manera de pasar unas vacaciones.
Se hacía de noche y todos sabían de los malos rumores de una nocturna visita al desierto: el frío los iba a matar. Aunque esa era una exageración. A pesar de eso, el temor del grupito no mermaba.
La camioneta estaba estropeada, el conductor herido y la comunicación completamente cortada.
Durante la tranquila travesía por el desolado y acalorado desierto, ocurrió el accidente. Según mencionó el conductor, vio un extraño brillo en el horizonte que lo cegó, instantáneamente perdió el control de vehículo bajando por la ladera de una duna y chocaron contra una enorme roca.
De alguna manera, Alejandro no culpaba del todo al conductor, probablemente la luz de sol se reflejó en algo en el suelo y lo vislumbró. Además, esa enorme piedra en el desierto pareciese que hubiera salido de la nada. El pobre tipo tenía una grave herida en la cabeza que el guía pudo curar con el equipo de primeros auxilios.
Pero ni las medicinas del botiquín, solucionarían el problema de estar perdidos en medio de la nada, ni mucho menos callar a las molestas chicas que no paraban de gritar y llorar.
Alejandro suspiraba mirando las nubes, era el más calmado del grupo, quizá porque era el único de los cuatro viajeros que no conocía a alguien, a él le gustaba turistear solo. El guía estaba tomando agua de su cantimplora tranquilamente, las mujeres hacían un escándalo ensordecedor que en cualquier momento sacaría de quicio al encargado del viaje, sobre todo porque el muchacho que las acompañaba no ayudaba a calmarlas.
El guía mencionó que dentro de unas horas oscurecería. Era preferible y más seguro permanecer cerca del vehículo; el encargado se ofreció a caminar lejos para encontrar ayuda, ―según él―, se sabía el camino de memoria.
En un momento, el guía se fue y la noche comenzó a caer. Las estrellas en el cielo iluminaban todo como proyectadas en las mismas dunas, era realmente hermoso. Alejandro nunca se imaginó ver destellos de esa manera y así fue, porque detalló un extraño brillo a lo lejos, ciertamente no era una estrella, era algo en la arena.
Los otros del grupo seguían lloriqueando. Alejandro se levantó sin que ellos se percataran y caminó hacia ese extraño brillo. No estaba tan lejos y él estaba muy aburrido como para no ir a echar un vistazo.
La brisa del desierto golpeaba a Alejandro un poco, se cubría con su gorra para que la arena no le entrara en los ojos. Con la vista entrecerrada no se dio cuenta que había llegado, el objeto brillante estaba en sus pies y se agachó para verlo mejor.
Entendía porque brillaba tanto, era una especie de cubo hecho de cristal, como un prisma perfectamente simétrico y cuadrado. ¿Qué hacía esa cosa en medio del desierto? Alejandro sabía que los cristales se creaban de la arena fundida por el calor, pero un cubo perfecto era demasiado… irreal.
El objeto cabía en la palma de su mano. La curiosidad lo obligó a mirar a través del cubo. La perspectiva de su visión se volteaba completamente dejando todo de cabeza, ―por alguna extraña razón―, el cubo cambiaba ciertas cosas de la realidad.
Alejandro veía el desierto de un color púrpura oscuro. El cielo seguía igual, pero las estrellas destellaban con un misterioso violeta azulado. Desvió la mirada hacía un cactus, pero el árbol ahora se veía como una estatua griega.
Repentinamente escuchó unos gritos de auxilio. Era el sujeto amigo de las chicas escandalosas, estaba en apuros. Las mujeres habían salido corriendo cuando vieron una serpiente y el tipo las perdió de vista.
Alejandro estaba obstinado de la actitud de sus compañeros de viaje, deseaba que fuesen otras personas… u otras cosas, pensó mejor. Por curiosidad, colocó el cubo de cristal en su ojo y miró directamente al sujeto, y no vio una persona, vio una irónica salvación.
A través del cristal el tipo era un dromedario, un perfecto camello allí parado sin hacer nada. Alejandro no pudo evitar reírse un poco.
Y algo insólito ocurrió, un brillo incandescente salió el cubo cegándolo un poco. Alejandro se restregó los ojos y recuperó la vista, había tenido un extraño golpe de suerte. El tipo no estaba allí, realmente se había convertido en un dromedario.
El cubo ya no estaba en sus manos, pero no le importó, ahora tenía un medio de transporte. Muy en el fondo realmente no le importaba el conductor herido y mucho menos las chicas que se perdieron. Así que se marchó.
FIN