El Laberinto de Marfil 📙
(Escrito por Augusto Andra en el año 2012)
Vivir sola en un laberinto debe ser la experiencia más horrible de todas… pero aún más terrible debe ser no poder comparar esa vida con otra. Una niña narra su propia vida atrapada en un laberinto y su deseo de encontrar un amigo o una forma de salir de ese lugar que lamentablemente llama “Hogar”.
ÍNDICE
PARTE I
Tintado de rojo comienza mi día, así despierto todas las mañanas con una tenue tela transparente encima de mi borrosa vista. Poco a poco el color rojo desaparece y mi visión se ajusta al verdadero color que rodea todos los días de mi vida, el verdadero color al que estoy acostumbrada a ver, un color… un color que ya no me agrada mucho, un color muerto, uno que ya no representa nada para mí.
Las paredes de lo que yo llamo hogar, o lo que yo creo que es un hogar, son de ese color que ya he comenzado a detestar. Bueno, de cierto modo creo que les mentí, a veces me pongo a pensar… y pienso mucho, este color si representa algo para mí, siento rabia cada vez que lo veo. Cuando observo otros colores percibo emociones indescriptibles en mi corazón, a lo largo de los años he estado explorando y he encontrado muchos colores que alegran mi cuestionable existencia en este lugar.
No estoy aquí para contar una historia, hablo conmigo misma todos los días, tengo que hacer algo además de caminar para pasar el rato. Este sitio es un misterio para mí, al igual el cómo llegué aquí, desde que tengo memoria existo para vivir aquí… Corredores interminables sin salida alguna, a no ser a uno igual a este, pasillos y más pasillos con paredes muchísimo más grande que yo. ¡Y sí! Esas paredes son de ese color, no tienen sentimientos.
Al principio no sentía nada al ver el color de las paredes, luego de pasar los años el sentimiento afloró, y comenzó a evolucionar en disgusto, después rabia, luego una horrible ira y por último solo dejé de prestarle atención.
Debo admitir que dormir y sentarme en las paredes me agrada y mucho; su textura me calma, es lisa sin ninguna abolladura, bulto u agujero, a diferencia del suelo arenoso que lastima mis pies. La pared fría se siente encantadora para descansar, pero vuelvo al mismo dilema de todos mis días, ¿Cómo no ver ese color?
Es opaco, muy limpio y brillante, pero al mismo tiempo sucio, es como…es como si algún pintor loco con ansias de experimentar nuevas técnicas para su haber, rayara las paredes dando pinceladas y puntadas con algún lápiz o pincel. Es como el color blanco, pero con una misteriosa pulcritud amarillenta o beige que eriza los pelos de mi nuca cada vez que me susurran mientras el viento nocturno acaricia sus lisas superficies.
Me recuerda a los huesos de los animales, una vez caminando me tropecé con uno que sobresalía de la tierra, limpié el hueso y me fijé que era casi el mismo color, todavía guardo ese hueso, me ayuda a cazar escarabajos.
Tengo un bolso, adentro guardo todo lo bonito que me encuentro, aunque después de recoger muchas cosas pienso que en realidad no son del todo bonitas, pero ¿qué puedo hacer? Aquí donde no hay nada, cualquier cosa que encuentre, para mí es única y atractiva.
Y de ese modo fue que conocí los otros colores, una vez encontré una flor amarilla, es la cosa más hermosa que he conseguido hasta ahora, tenía cuatro pétalos largos y doblados, al final de sus puntas un color anaranjado y en el centro de la flor, un lindo tallo de un verde claro y vivo. Pero cometí un grave error… arranqué la flor del suelo y me la llevé, no tenía idea de que algo malo pudiese pasarle.
¡Pero pasó! Hablaba con ella todas las noches antes de dormir y siempre soñaba que contestaba mis preguntas: ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué las paredes no son como tú…? Y muchas otras, mientras pasaban los días Flora que así la llamé, comenzó a ponerse triste, no podía percibir su sonrisa, su amarillo que alegraba mis días comenzó a oscurecerse convirtiéndose en un nuevo color que conocí, o que ya conocía, pero no le había prestado atención, un color igual al suelo arenoso, un marrón fachoso que al igual que el color de las paredes no me gustaba.
Lloré el día en el que Flora dejó caer uno de sus pétalos y lo supe al instante, al igual que cuando pisaba un escarabajo: Flora estaba muriendo.
Enterré su tallo en la tierra imitando la forma en la que estaba el día que la descubrí, pasé la noche junto a ella. Flora y yo ya habíamos caminado mucho y nos encontrábamos en una nueva zona que no había explorado, o eso pensaba.
En la noche mientras dormía con Flora una tormenta llegó, el viento soplaba con tanta fuerza que la arena llegaba a mis ojos y así fue como conocí otro color. Este color subía mi emoción, cuando lo veo me despierto al instante, el vivo rojo en mis ojos acelera todos mis sentidos, la arena en mis ojos me molesta, pero me hace ver el rojo que me apasiona.
El viento soplaba con tanta fuerza que escuché gritar las paredes del lugar, quizá sientan dolor pues yo también lo sentí cuando el poderoso viento me elevó por los aires. Entonces pude ver… vi la superficie de todo el lugar, una inmensidad casi infinita de paredes tras paredes unidas una tras otras como miles y millones de pasillos que llegaban a ninguna parte, los pasillos compuestos de paredes no eran más que cubos gigantes apilados unos al lado de otros y curiosamente me vino una palabra a la mente: «Laberinto». Mientras volaba en el aire me dije a mí misma: «Estoy atrapada en un laberinto», y sin más, mi vista se oscureció cuando el viento me hizo chocar con una pared.
Cuando amaneció Flora ya no estaba, volví a llorar y comencé a correr, y a correr y a correr, hasta que se hizo de noche y volvió la tormenta, esta vez con menos fuerza o quizá mi pasada experiencia me tornó más resistente a la tempestad. Mis ojos me dolían y a partir de esa vez todas mis mañanas amanecen de rojo, nunca he visto ese color más que en mi difusa vista matutina, quisiera verlo en otro lado.
PARTE II
Y así continúan mis días vagando por el inmenso laberinto de color odioso y roñoso. He encontrado un hueso, pequeños charcos de agua donde sacio mi sed, rocas de diferentes tamaños y formas, ramitas de alguna planta, pero sin rastros de otra Flora que me acompañe, a veces veo dibujos extraños en las paredes productos de combinaciones de los misteriosos trazos, manchas y tonos que posee las fases del color en su única textura. Del mismo modo, las nubes del cielo me enseñan cosas hermosas, toman formas de animales, y de cosas que quisiera conocer, el cielo es hermoso, cuando no viene la tormenta me gusta ver las estrellas brillantes en el cielo, me recuerdan a Flora, su brillo es como una sonrisa.
Pasa el tiempo y me doy cuenta que crezco, mis piernas se estiran, mi cabello crece y mi pecho se agranda, a veces me molesta un poco, rebotan cuando corro muy rápido. El tope de las paredes esta cada vez más cerca de mí, si espero lo suficiente podré pararme en la superficie y salir del laberinto, saltando los pasillos al igual que lo hacen los escarabajos, aunque ellos no saltan, ellos pueden volar con sus pequeñas alas translucidas. A veces me pregunto: «¿Cómo es posible que esas alas tan finas y delicadas puedan soportar el peso del grueso caparazón del escarabajo?».
Recuerdo la primera vez que vi un escarabajo, se ocultan bajo la tierra y a medio día salen a la superficie del suelo. Yo era muy diminuta, no podía caminar y andaba en cuatro patas como un animal, como los escarabajos, sin embargo, ellos tienen seis patas. Yo lloraba como una tonta, no sabía hacer nada, no podía hablar, ni caminar y tenía mucha hambre; al medio día apareció uno de ellos, un escarabajo más grande que mi mano, regordete y lleno de agua. Casi no podía caminar, lo hacía de manera lenta y pausada de modo que mi angustia por el hambre me llevó a darle una palmada justo encima, matándolo al instante, saboreé la dulce agua dentro de su cuerpo y me comí su carne, menos sus patas y caparazón, eran muy duros, para aquel entonces no tenía los suficientes dientes para morderlo. Y así fue como conocí mi primer color, el color negro de los escarabajos, ya conocía el negro del cielo nocturno, pero este negro era distinto, representaba alivio para mí, era mi fuente de alimento, me daba paz.
Desde que tengo memoria tengo esta ropa rasgada como una sabana, y este bolso del mismo material de mi ropa; un color gris que me acobija en la noche, es un color irrelevante pero muy importante para mí, porque me hace creer que algún día llenaré mi cuerpo con ropa de todos los colores, amarillo como Flora, rojo como mi vista y negro como escarabajos.
Mis días son monótonos, me levanto, espero que mi vista se acomode, desaparece el color rojo, me pongo de pie, recojo mi bolso, sacudo la arena de mi ropa y cabello, y me dispongo a caminar.
Pasillo tras pasillo sin encontrar nada, ninguna cosa, callejones sin salida, pasillos más largos, paredes más cercanas hasta que de repente veo algo brillante a los lejos.
Dentro de este pasillo infinito algo me determina a correr, un destello a lo lejos, me siento igual como cuando veo el rojo, me emociono, quiero correr sin parar, y eso hago.
¡Es una estrella, estoy segura! Una estrella ha caído al laberinto. Me siento muy feliz, mientras corro a toda velocidad tengo recuerdos de cuando encontré a Flora, ahora tendré a una nueva amiga, mi amiga la estrella. A medida que me acerco a la estrella su resplandor disminuye, hasta que llego a ella y me quedo sorprendida, veo algo nunca antes visto… ¡Es una estrella!
Es la cosa más hermosa y atractiva que podría existir, es igual que una piedra, pero puede brillar si la coloco a la luz del sol, mientras más lejos este, el brillo es más grande, eso explica como las estrellas resplandecen tanto en el cielo nocturno, recargan su luz por el día y chispean en la noche.
Entonces conozco un nuevo color, el azul, el vivo azul, la estrella es de un azul brillante, pero no es un azul como el del cielo que antes conocía, es un azul más oscuro, pero a la vez radiante. La estrella luce igual que una piedra con la diferencia en su superficie, posee un diseño de figuras geométricas unidas unas con otras formando una roca de hermosura extrema para mis ojos.
Mi nueva amiga Estrella y yo caminamos por los pasillos, me siento feliz, ya que tengo compañía y esta vez nada malo pasará. He coleccionado rocas antes, ninguna ha cambiado y supongo que Estrella tampoco lo hará.
Durante el tiempo que paso con Estrella narro todo el tiempo que viví con Flora y le cuento cuanto me gustaría que se hubiesen conocido. Los días pasan y Estrella y yo seguimos caminando a través de los extensos pasillos del laberinto. Pasa mucho tiempo y sigo creciendo, ya casi puedo llegar a la superficie de las paredes, solo un poco más y Estrella y yo podremos huir de aquí.
Un día inesperado al doblar la esquina de un pasillo veo algo raro, una pared distinta, me acerco rápidamente y me quedo al otro lado frente a esta «pared». Viéndola y analizando; son una serie de tubos brillantes uno al lado de otro, clavados en el suelo y unidos por otro tubo a lo largo acostado encima de los demás, otras tres paredes iguales a esta se encuentran alrededor, formando una especie de jaula, es una lástima que estas “paredes” no sean lo suficientemente grandes como para escalarlas y llegar hasta la etapa cumbre de las paredes originales del laberinto. Así conozco un nuevo color, un color metálico y brillante como Estrella, el color plateado, me gusta, me gusta mucho, representa para mí una aventura, una parte curiosa, algo nuevo, una salida del laberinto.
Toco la pared de tubos y suena gracioso, como si fuese a caerse en cualquier momento, un sonido metálico como la lluvia, que me agrada y me hace reír. Después de la pared hay un enorme agujero, como el que dejan los escarabajos al salir, pero tan grande como para que uno de los gigantescos cubos que forman las paredes pueda entrar en él.
¿Sera una salida? Arrojo una roca dentro del agujero negro y hondo, pero no escucho el sonar de la roca al caer, es muy profundo. Pero quiero salir de aquí, es la única salida que conozco y si llego a morir por la caída no me importará, ya no quiero seguir en el laberinto.
Colocando mi cuerpo de lado logro atravesar la pared de tubos y de un salto me arrojo al interior de la oscuridad del agujero. Mientras caigo me inmerso en una oscuridad pura, un color negro en total concentración distinto a la noche y a los escarabajos; me aferro fuertemente a Estrella, no me importa morir si estoy con ella. Saldré de mi tortura, por fin seré libre.
Veo en mis pies un punto de luz que poco a poco se hace más y cada vez más grande, salgo del agujero y la luz nubla mis ojos, sigo cayendo y me encuentro en el cielo, choco con unas nubes y las vuelvo agua al contacto con mi piel. Siempre creí que eran esponjosas como la punta de la tela de mi ropa, pero me sorprendo al descubrir que están hechas de agua.
Estoy volando mientras caigo, hay tantas nubes que no puedo ver el suelo. ¿Si entré en un agujero en el suelo como puedo estar en el cielo? Es inexplicable.
El viento es demasiado fuerte, mi bolso se desprende de mi, se abre y mis cosas comienzan a salir. Trato de sostener a Estrella con mis manos, pero ambas logran abrirse y Estrella sale volando, lloro al verla volar por los cielos porque sé que no volveré a verla, pero siento un alivio al saber que ella si llegará a su hogar.
Sigo cayendo como una roca hasta que por fin las nubes se acaban y veo en el suelo, el infinito laberinto de nuevo, un mundo completo hecho laberinto. Se ve tan pequeño que parecen miles de pequeños cubos apilados unos al lado de otros que se mueven entre sí-
¡Un momento! ¿Los cubos se mueven? Mientras continúo cayendo veo como los cubos se mueven formando nuevos pasillos y callejones sin salida. ¡Eso explica todo! El porqué no puedo salir del laberinto, tiene que haber algún lugar después de las murallas del horizonte, y a pesar de no poderlo ver desde esta distancia, sé que habrá alguna recompensa al salir de la tortura cuando caiga al suelo y muera. Tendré el consuelo de saber la verdad del laberinto, el laberinto imposible. Conocí el truco tras su trampa, él me ganó, pero yo lo sorprendí, me siento más triunfante que él.
Algo inesperado ocurre, los poderosos vientos huracanados aparecen de la nada en forma de remolino, un gigantesco cumulo de tormenta, arena, viento, aullido y agua forman un cono de tempestad, me arrastra a su interior, doy vueltas en el espacio del tifón hasta que este se calma y me arroja encima de las paredes del laberinto.
He sobrevivido a la caída, estoy viva, justo donde quería estar, en la cima, en el premio máximo, en la cúspide de mi deseo anhelado. Ahora arriba de las paredes podré recorrer el laberinto y llegar hasta el horizonte para poder salvarme.
Pero cuando intento caminar me doy cuenta de algo horrible, un color que amaba mucho, el que me emocionaba siempre, se convierte ahora en una tragedia… Sangre emana de mi pierna derecha, recordé aquella vez que dije que me gustaría ver el color rojo de otra forma que no fuera en la mañana en mis ojos… ahora me arrepiento, el rojo es un dolor intenso dentro de la piel, que se convierte en frío y calor recorriendo todo mi cuerpo, la emoción de llegar a la cima nubló mi mente anestesiándome del dolor.
Observo mi pie, asustada como nunca antes, torcido en una forma que jamás vi… Lo ajusto y grito de una forma que jamás hice, mi garganta me duele y se queda seca, no aguanto el dolor y me quedo dormida.
A la mañana siguiente trato de pararme y cojeo, me cuesta caminar, pero puedo hacerlo, pienso en lo difícil que será saltar en su debido tiempo, pero no importa ahora, ¡Estoy arriba!
Soy más lista que el laberinto, esta vez mi victoria será definitiva. Reúno las fuerzas para caminar, pero el cubo donde estoy parada tiembla moviéndose a una velocidad increíble y al chocar con otra pared me tumba al suelo y caigo a mi ridícula existencia nuevamente. Mis esperanzas se esfuman en un mísero instante, todo deja de existir para mí en el santiamén que mi cuerpo chocó con el suelo.
PARTE III
Jamás volví a encontrar esa pared de tubos que cubre el agujero gigante, ahora me siento débil.
Pasa el tiempo y mi cabello se vuelve blanco, camino más lento, toso a menudo y tengo cada vez más y más hambre como si algo dentro de mí pidiese comida y agua.
En una mañana el color rojo de mi vista no desaparece y me preocupo, creo que estoy enferma, no tardaré mucho en morir, mi vientre se hincha… no me deja caminar, mi barriga es enorme, como si fuera a explotar en cualquier instante. A veces vomito, a veces sangra mi entre pierna, y siempre estoy llorando. Ya los escarabajos no sacian mi hambre y sed, me duermo temprano y me levanto tarde.
Llega el día en el que encuentro mi bolso, me pongo feliz, pero el dolor en mí es tanto que no puedo manifestar la felicidad como quiero.
Las cosas buenas y las malas vienen agarradas de la mano, hoy encontré mi bolso, pero vino acompañado de los dolores más fuertes que he sentido en toda mi vida. Mi vientre duele como nunca antes, respiro muy rápido, mis piernas se abren automáticamente y algo comienza a salir de mí. No como cuando hago mis necesidades, algo mucho más grande y duro. Mis gritos llenan el laberinto hasta que me desmayo.
Al día siguiente me despierto y a mi lado esta una cascara de huevo… vienen recuerdos reprimidos de mí, de cuando era muy pequeña y caminaba en cuatro patas. Yo dormía en algo como eso. Escucho un llanto, parecido al mío, pero un poco molesto. Y la veo… una pequeña criatura igual a mí, acostada boca arriba llorando; me acerco a ella y se calma, toco todo su cuerpo solo con mi cara y la pequeña criatura me abraza. De repente, tengo un sentimiento jamás experimentado, es como si todos los colores conocidos se juntaran en mi pecho, dando una emoción que hace vibrar mi corazón de alegría y jubilo. La tomo en mis brazos y ella se acerca a mis pechos. Ahí es cuando la alimento, de mis pechos sale un líquido blanco, yo lo pruebo y no me gusta, pero a la pequeña le hace feliz. Aquí conozco otra faceta del blanco, ya lo conocía en las nubes y ahora dentro de mí… esta pequeña también vino de mí, es parte de mí…ahí es cuando otra palabra viene directo a mi mente «Madre», yo soy su madre.
Pasan algunos días y sigo con la pequeña en mis brazos, pero ya mi cuerpo no puede soportar más, creo que estoy muriendo. Este será mi destino, yo también tuve una madre y ella murió para darme vida, y así lo haré yo con mi pequeña. Pero no dejaré que ella me vea morir, ella se cuidara sola y podrá salir de aquí.
Me quito la ropa y se la coloco a la pequeña dejándole mi bolso, camino alejándome de ella mientras duerme. Caminando pienso en todo lo que hice desde que era como ella: en Flora, en Estrella, ¿Cómo sé estas cosas? ¿Cómo aprendí a hablar? ¿Cómo conozco las palabras, los nombres de las cosas, los colores, como sé todo lo que sé…?
Caigo al suelo agonizando en mi lecho de muerte y veo una luz en mi vista, un hermoso arco lleno de colores justo encima del laberinto, la última palabra de información aparece en mi cabeza: «Un Arcoíris».
Tan hermoso como mi hija, dentro del resplandor que emana el arcoíris, destellando mi vista aparece una hermosa mujer igual a mí; es mi madre y comprendo todo, todo lo que mi madre supo fue transmitido a mí en mi nacimiento, cuanto más crecía mi cerebro abría más conocimientos en mi mente. Con una sonrisa en mis labios puedo morir feliz porque sé que mi hija recordará la forma que yo descubrí para salir del laberinto.
Recordará los escarabajos para alimentarse, a Flora, los huesos, que probablemente sean los míos, el agua para beber, las nubes para jugar, a Estrella. Detestará las paredes, disfrutará de los colores, encontrará el agujero, caerá en la cima y llegará al horizonte… recuerda esto mi querida Marfil.
FIN